En Madrid, dos jubilados repiten cada semana la misma escena y nunca faltan a su cita: Son voluntarios a domicilio. Desde hace hace ocho años acompañan a Fernando, que tiene problemas de movilidad. "Nuestra obligación es acompañar a las personas que se sientan más o menos solas", asegura Pepe.
Esas personas agradecen cada minuto de su compañía: "Cuando vienen ellos por lo menos puedo tomarme una cerveza o un café", afirma Fernando.
Los voluntarios dan, pero también reciben, porque entre charlas y confidencias, ha surgido algo más, una amistad. El voluntariado no entiende de edades y todos suman.
Se trata de héroes anónimos de un valor incalculable.