Galicia
La expareja de Ana García gastó 18.000 euros por internet para contratar a un sicario que la matase: “Yo solo pido una vida normal”
Es el primer caso en España de intento de asesinato a través de la 'deep web'.
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J.B., la expareja de Ana García, quiso encargar su muerte. Pensando en no dejar huella, lo encargó a una página de contratación de sicarios en la deep web, esa parte de Internet no accesible para todos los usuarios a través de los buscadores web al uso. Según consta en los registros de la Guardia Civil, estaríamos hablando del primer caso en España de intento de asesinato a través de la deep web.
Fue en el año 2020 cuando J.B. entró en una página web llamada Internet Killers. Allí dio todos los datos que tenía de su expareja: dónde vivía, sus lugares de trabajo, a qué horas solía salir de casa, cuál era su coche y demás información relevante para tenerla totalmente controlada. J.B. pedía que la muerte de Ana pareciese un accidente de coche.
Con el encargo, procedió al primer pago, de unos 13.000 euros. Pero pasó el plazo que J.B. le había dado al sicario y nadie había acabado con la vida de Ana. Así, el administrador de la web le indicó que el sicario no había podido culminar el encargo, por lo que le solicitaban 5.000 euros más a J.B. para que lo llevase a cabo un hombre más capacitado: un exmilitar.
Sin embargo, a pesar de los 18.000 euros que J.B. había desembolsado, nadie nunca acabó con la vida de Ana. De hecho, nadie nunca lo haría, ya que la web con la que él había contactado era un fraude. Es más: un hacker había estado observando todas sus conversaciones y las había compartido con un periodista inglés.
Ana se enteró de un día para otro
“Estaba una tarde normal y me llamó una vecina diciéndome que una chica me estaba esperando para hablar conmigo, por un asunto de vida o muerte”, relata Ana. “Quedamos, era plena pandemia y me contó todo”, sigue, “me parecía una película de ciencia ficción porque, claro, yo no ando en cosas malas”. No entendió nada hasta que la chica, periodista de El País, le dijo todos los datos que el sicario y la persona que ordenaba su muerte manejaban.“Fuimos juntas a denunciar a la Policía Nacional de Pontevedra y se rieron de nosotras diciendo que todo parecía una película”, relata Ana. En la Guardia Civil sí que fueron correctamente atendidas y, así, empezaron a colaborar la benemérita, la periodista de El País y los periodistas londinenses que habían sido contactados por el pirata informático que había visto las conversaciones en la web de supuestos sicarios.
La vida de Ana dio, entonces, un giro monumental. Puso alarmas, luces extra en casa y ahora tiene unos pastores alemanes para protegerla. “No salía sin acompañamiento, tuve que cambiar mi horario de salidas y llegadas, las rutas, excepto mi puesto de trabajo”, comenta.
La Justicia le da la espalda
Un mes después de la denuncia, se detuvo a su expareja, pero fue puesta en libertad sin cargos. La sorpresa de Ana fue enorme al saber que había sido J.B. el que había encargado su muerte: “Su madre me tenía amenazada porque creía que le había robado 200.000 euros, de hecho la había denunciado y llegamos a un acuerdo”. Añade: “Nosotros dejamos la relación y ya está, nunca me había amenazado”. “Él sabe que yo no tengo el dinero, entonces mi pregunta es: ¿Qué le hice, por qué me quiere matar?”, cuenta.
“La Guardia Civil, tras la detención, me comunicó que pidiera orden de protección y el juez me la denegó porque decía que él no se me acercaba, no había denuncias previas ni amenazas por su parte”, señala, indignada, Ana.
En todos estos años, se dio una casualidad: una detective pontevedresa que había sido contratada previamente por J.B. para investigar a Ana (por si esta le había robado o no los 200.000 euros) coincidió con su marido en la pescadería en la que trabaja. El marido de Ana le contó el calvario de su mujer y ambos fueron conscientes de que hablaban del mismo hombre. Ana quedó con la detective y le contó que, efectivamente, J.B. le había preguntado si conocía sicarios para un ajuste de cuentas a su expareja. “Ella me dijo que cada día miraba todos los periódicos porque tenía miedo de ver mi nombre en alguna noticia”, relata García.
La detective, de hecho, añadió un informe a la investigación. “No entiendo por qué dicen que no hay pruebas: pagó los encargos con la cuenta de su negocio, le requisaron el teléfono y el ordenador y hay un informe de la detective”, señala Ana.
Una vida con miedo constante
“¿Quién me garantiza que voy a estar bien, que no le dará un arrebato y me matará él mismo?”, se pregunta Ana cada día. “Soy yo la que está cambiando mi vida porque no voy a sitios a los que quiero ir por miedo, si voy en coche miro por el retrovisor”, explica, “quiero marchar sola a dar un paseo sin que mi marido se agobie, me gustaría dar paseos por mis alrededores, pero estoy pensando en que me pueda estar controlando y me haga algo”.
Así, Ana solo pide justicia: “Pido una vida normal, algo como ir por mi pueblo y poder tomar algo por ahí”.
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