DANA
Gallegos en la tragedia de la DANA: "Es la zona cero de la devastación, de la solidaridad y de la indignación"
La situación es crítica. En las calles de los ayuntamientos afectados, quienes han sobrevivido lo han perdido todo menos la vida y, cinco días después de la Dana, los supervivientes siguen pidiendo ayuda, medios, coordinación y mando.
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Gustavo González Portos, tiene 25 años, es un valenciano de ascendencia gallega, sus abuelos son de Lalín y Cercedo – Cotobade, vive a sólo diez kilómetros de las zonas críticas. Su relato comienza con la decisión inicial de donar ayuda. "Al principio, no comprendíamos la magnitud del desastre. Nos acercamos a donar, pero al ver la realidad en los pueblos como Sedaví, Benetússer, Catarroja…decidimos involucrarnos más", explica. Sus palabras transmiten la desesperación y la urgencia de la situación. "No hay ninguna imagen que pueda describir lo que hemos visto. Las calles están llenas de lodo, el olor es insoportable y la gente está angustiada".
"El olor es insoportable"
Gustavo destaca el agradecimiento de los vecinos, que se sienten abandonados y solos. "La solidaridad es palpable entre ellos, pero no hay una coordinación efectiva en la ayuda. Pueden recibir apoyo, pero hay cosas que nosotros no podemos hacer: vaciar sótanos, retirar coches…". Según él, la recuperación será un proceso largo y complicado. "Los sótanos y garajes están inundados hasta el nivel de la calle, y eso sólo presagia más muertos", lamenta.
Dieciocho años tiene Iago Fernández, es de Ribadeo, Lugo, llegó con su 4x4 esta madrugada a Valencia cargado de productos no perecederos. "Salí el sábado a las 10 de la mañana y llegué a las tres y media", relata, y añade: "Tuvimos tantas donaciones que necesité un remolque prestado". Su viaje lo llevó a zonas como Paiporta, Benetússer y Utiel. Allí "las emociones son intensas…es la zona cero de la devastación y también de la indignación", afirma.
"Hemos hablado con unas 300 personas y todas están enfadadas, dolidas, desesperadas", dice Iago, haciendo hincapié en la falta de apoyo organizado. Aunque la Policía ha incrementado su presencia, la desesperación de la gente es evidente. "La situación sigue siendo caótica. Hay control policial pero no parece que esté nada controlado. Y hoy, otra vez, está lloviendo", añade, evidenciando la desesperación que sienten los ciudadanos frente a una calamidad que parece interminable.
Carlos Valín, es lucense, toda su familia lo es, pero lleva 22 años en Valencia y vivió su propio drama durante la tormenta. "Estaba en la nave de la empresa familiar en el polígono de Alquería de Moret, en Picanya cuando la luz se cortó", recuerda. Tras esperar a que la electricidad regresara, decidió salir con su furgoneta. "Vi cómo una riada se acercaba. Fue como un tsunami", comenta con preocupación. "Escapé por dos minutos, pero muchas personas quedaron atrapadas. Hay familias con sus casas totalmente inundadas", añade.
Carlos también destaca la falta de servicios básicos. "Ahora mismo no tenemos agua, ni nosotros ni nadie, ni luz, y ya han pasado cinco días". Al entrar en las zonas afectadas, la desolación se apodera de él. "Ver a gente conocida vagando como zombies por la calle, con la pérdida total, es desgarrador", expresa. "Se han normalizado las sirenas de sanitarios, bomberos, que van encontrando cuerpos. Antes escuchabas una sirena y te llamaba la atención, ahora ya no".
Entre la tragedia, Carlos destaca "la solidaridad de los jóvenes, que ha sido increíble. He visto a grupos de chicos de 16, 17, 18, 20 años colaborando incansablemente. La generación Z está demostrando ser maravillosa". La generación de jóvenes como Iago y Gustavo.
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