En el puerto de Algeciras, en la llamada zona de cabotaje, agentes del servicio fiscal de la Guardia Civil vigilan la llegada de vehículos y personas procedentes de Ceuta y Tánger. Uno de sus objetivos prioritarios es la localización de sustancias prohibidas. La experiencia de estos efectivos, ayudados por perros adiestrados, resulta determinante.
Una vez que el perro señala un vehículo, este es introducido en un taller de “desguace”, donde agentes de la Guardia Civil desmonta el coche hasta encontrar la droga oculta en su interior. En este caso concreto, el conductor del vehículo asegura sorprenderse cuando los agentes le muestran la droga que transportaba. Explica que lo llevó a un taller de Marruecos tras recibir un golpe y que no entiende que hace toda esa droga ahí. Van saliendo decenas de paquetes de hachís perfectamente colocados a lo largo de todo el coche. Incluso, deben recurrir a una radial para acceder a todo el cargamento.
Mientras, otros agentes continúan con el trabajo cotidiano. Con la llegada de cada ferry, los camiones y coches se agolpan esperando el visto bueno de los agentes para salir del puerto. En el interior se ocupan de los pasajeros a pie. Los agentes trabajan con el instinto de la experiencia y no dudan en parar a cualquier sospechoso mientras el escáner se introduce en el interior de los equipajes.
En este reportaje podemos ver también a una detenida en el calabozo. Horas antes había sido detenida por llevar escondidas en su vagina dos grandes bolas de hachís. En total, casi kilo y medio de esta droga, que les entregó de forma voluntaria sin tener que recurrir a los rayos X.
Mientras, el puerto de Algeciras, la puerta de entrada y salida de Europa y África no descansa. Su frenética actividad no cesa durante las 24 horas del día. En su interior hay toda una ciudad con vida propia. Una ciudad con sabor a mar.