Inmigración
La historia de Mohamed y Diarra, de llegar en cayuco a trabajar en un hotel: "Si antes de venir me cuentan lo que he pasado, no lo haría"
"Tuve una experiencia dura en el centro de menores, no llega a ser una cárcel pero hay gente de todo tipo, drogas, cosas que no se deben hacer... Tienes que sobrevivir. Lo que me imaginaba no era lo que me esperaba al llegar", recuerda Moha.

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El drama migratorio que vive Canarias deja también algunas historias de verdadera superación de sus protagonistas. Pese a que miles de personas mueren en la ruta y la vida de los que llegan a tierra no es fácil, el empeño y dedicación hace que muchos de ellos logren el objetivo de tener una vida mejor en España.
Es el caso de Mohammed, un marroquí de 31 años que llegó en cayuco con solo 15, y ahora se ha convertido en el segundo jefe de cocina del hotel Bohemia Suites, en Playa del Inglés. Mohammed nos cuenta que nunca planeó venir a España y que un día su padre se lo ofreció y aunque en un principio se negó, después decidió embarcarse en busca de un futuro mejor: "Me empecé a imaginar la película que nos imaginamos todos, una imagen de fuera que luego no es. Al llegar te enfrentas a la realidad, a la soledad", recuerda.
Con tan solo 15 años se subió a bordo de un cayuco que tardó 50 horas en llegar a la costa de Gran Canaria, aunque nunca ha llegado a saber a qué punto llegó porque era de madrugada cuando tocaron tierra: "No tenía miedo, solo piensas en llegar y tener una vida nueva y mejor, trabajar, tener una vida de sueño".
En la embarcación viajaban 18 menores y 2 adultos, llegaron todos bien y por sus propios medios, y al desembarcar fueron a buscar a la Policía ya que al ser menores necesitaban ser recogidos. Ahí empezó lo más duro para Mohammed, que pasó tres años en un centro de menores: "Tuve una experiencia dura en el centro, no llega a ser una cárcel pero hay gente de todo tipo, drogas, cosas que no se deben hacer... Tienes que sobrevivir. Lo que me imaginaba no era lo que me esperaba al llegar", recuerda. Moha asegura que quiso volverse a su país en muchas ocasiones, pero decidió mirar hacia adelante y centrarse en estudiar. La vida se le complicó todavía más cuando cumplió la mayoría de edad: "Cumplo 18 años, se me caduca el pasaporte y el permiso de residencia y estoy ilegal. Me quedo en la calle", cuenta Moha.
Su vida cambió gracias a la solidaridad de dos personas que quisieron ayudarlo sin pedirle nada a cambio, primero un cuidador del centro de menores que lo acogió en su casa durante un mes hasta que consiguió plaza en un centro de acogida para adultos. Y después un empresario que lo acogió y le ayudó a financiar los estudios: "Viví con el 1 año y medio. Aproveché esos años para estudiar para camarero y a los 5 años conseguí el permiso de trabajo". Ahora, 16 años después de atravesar la ruta canaria, ha cumplido su objetivo y tiene una familia, una casa, y un buen trabajo: "Ahora soy segundo de cocina en el hotel Bohemia. Tengo una familia , mi casa, el sueño que esperaba", cuenta.
Además espera seguir cumpliendo sueños ya que hace unos años aprendió a pintar y ahora vende sus cuadros: "Ahora también pinto y vendo mi arte. Es una fuente de ingresos y para futuro siempre digo que será mi plan de jubilación", comenta riendo. Mohammed explica lo dolorosos que son los comentarios racistas, y reflexiona sobre si volvería o no a embarcarse en ese cayuco: "Lo he pensado mucho y no sé. No me arrepiento de nada y estoy orgulloso de lo que he conseguido, pero si antes de venir me cuentan todo lo que he pasado, no lo haría".
Sekhone Diarra es un joven de Mali que trabaja junto a Mohammed en el hotel Bohemia Suites, él es camarero y lleva pocos meses trabajando. Llegó en cayuco en 2019. Cinco meses después se embarcó de nuevo y consiguió llegar a Gran Canaria: "El mar no estaba bien pero aguanté hasta llegar, llegamos todos bien gracias a dios. En mi país es complicado, estamos en guerra". En el caso de Diarra, tenía derecho a asilo político, por lo que no tardó mucho en conseguir los papeles.
Estudió restauración durante un año en el centro de acogida e hizo prácticas en un restaurante y al terminar comenzó como camarero: "Tengo que dar gracias de corazón a mis compañeros por su apoyo", cuenta. Ahora está buscando piso de alquiler cerca del trabajo porque tarda mucho en llegar desde su casa en la otra punta de la isla, pero ha conseguido su sueño: "Estoy en contacto con mis padres en Mali, y con mi hermana en Mauritania, todos los finales de mes mando dinero".
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