Jonathan y Miguel Ángel Moñiz, los hermanos que se fugaron de la cárcel de Valdemoro (Madrid), expertos en butrones y alunizajes, tenían muy preparado su plan de huida para burlar todos los sistemas de seguridad, hasta el punto de que las alarmas no sonaron ni cuando lograron alcanzar la zona perimetral. Fuentes próximas a la investigación han explicado que los reclusos lograron fabricar una llave (aún no se ha podido determinar cómo lo hicieron) del denominado "cuarto de maletas", una especie de almacén donde se guardan pertenencias de los presos que no pueden tener en la celda.
¿La clave es el cuarto de maletas?
Se sospecha que alguno de ellos pidió un día poder acceder a ese cuarto para recoger alguna prenda y aprovechó para hacerse con la forma de la llave, si bien todavía no se sabe cómo pudo hacerlo. Este "cuarto de maletas" se abre en muy pocas ocasiones, por lo que los hermanos tuvieron ocasión, ya con la copia de la llave en su poder, de entrar varias veces e ir serrando poco a poco los barrotes de la ventana del almacén. Muy "profesionales" del butrón -no en vano las bandas se rifaban a Jonathan-, los hermanos y otro recluso más llevaban tiempo preparando la fuga y pusieron día a su plan: el 5 de diciembre.
La fuga
Los tres entraron en el cuarto, seguramente cerraron con llave, retiraron los barrotes que habían serrado y saltaron a un tejadillo que da a una zona de celdas de aislamiento donde no había ningún preso, lo que probablemente también sabían. De ahí saltan la valla perimetral que circunda la prisión, anterior al muro que da a la calle. Un ancho pasillo que vigila la Guardia Civil, pero los presos lograron con mucha pericia, y probablemente arrastrándose, que al paso de lo que llaman "microondas" no saltara la alarma, una señal acústica que, además, se puede escuchar desde los monitores de televisión de vigilancia. Las fuentes han precisado que este sistema funciona perfectamente, por lo que el hecho de que no sonara no puede atribuirse a un fallo técnico. Ya sobrepasado el perímetro, los reclusos tuvieron que saltar el muro de siete metros de alto, coronado por una concertina, que da a la calle. La concertina no estaba rota, por lo que los fugados se las ingeniaron también para que no les dañara con algo que las amortiguara.
El tercero de la fuga no lo logró
Los hermanos Moñiz lograron con éxito su objetivo. No así el tercer preso, cuya silueta fue avistada en el perímetro por el funcionario de prisiones que se encontraba en la torre y que avisó a la Guardia Civil, que logró interceptarle. Fuentes penitenciarias han dicho, por su parte, que inspectores de Instituciones Penitenciarias se encuentran en la cárcel de Valdemoro para investigar lo sucedido, visionar las cámaras e interrogar a presos y trabajadores.
Pocas fugas
No es habitual que se produzcan fugas en las cárceles españolas. De hecho, la última fue el año pasado en la prisión de Melilla, pero desde 2015 no había habido ninguna. La de "el Piojo" y su hermano es una fuga de película, pero es también la de dos expertos delincuentes dedicados al robo, pero que en su mochila delictiva no hay delitos de sangre. Ya en 2012 la Guardia Civil les atribuyó más de 50 delitos de robos, muchos de ellos en concesionarios de coches. "El Piojo", líder de la banda desarticulada ese año, tenía entonces 25 años y era un "cotizado" experto en alunizajes y robos a mazazos y por el método del butrón, hasta el punto de que trabajaba para otros grupos. Ni la "milla de oro" de la capital se le resistió, con golpes a tiendas de lujo como la de Loewe. Jonathan Moñiz Alcaide comenzó a conducir e incluso a delinquir con siete años y cuando en 2012 fue arrestado, tenía en vigor ocho órdenes de búsqueda, seis por las fuerzas de seguridad y dos judiciales.