Eduardo empezó a cursar 1º de Primaria en el Colegio de Educación Especial Santiago Ramón y Cajal, en Getafe, sur de Madrid, hasta que sus padres notaron un cambio brusco en su conducta y el menor no quería ir a clase.
Entonces decidieron colocarle un dispositivo de grabación oculto en su ropa para conocer qué estaba pasando. Según recoge La Ser, tras cuatro días de grabaciones, la familia descubrió que su hijo estaba sufriendo malos tratos por parte del personal del centro.
Le amenazaban con pincharle en el culo si se portaba mal, con tirarle agua por encima, le inmovilizaban, se burlaban de su forma de comunicarse con los adultos y le castigaban solo en el pasillo.
Unos días antes de dejar de asistir a clase, un médico especialista en Psiquiatría certificó, siempre según La Ser, que Eduardo sufría desde hacía semanas "episodios recurrentes sin claro desencadenante de alteraciones del comportamiento con marcada inquietud y autolesiones".
La familia, tras escuchar las grabaciones, decide denunciar y un juez llama como investigadas a la tutora del menor, a otra profesora de apoyo y a una auxiliar de enfermería del centro escolar. Sin embargo, las tres niegan que haya existido ánimo de maltratar al menor y afirman que siguieron las técnicas indicadas en el protocolo elaborado por el colegio.
"A un niño no le puedes amenazar con que si se porta mal le vas a pinchar, o que le vas a echar agua por encima, o que si le calientas la comida y no se la come se la tiras por la cabeza", explica Montse, la madre del pequeño, que dice sentirse abandonada por la administración educativa y por la Comunidad de Madrid.
Desde febrero Eduardo acude a otro centro de educación especial y aunque va "poco a poco", ya ha superado el periodo de adaptación, pero ahora "para él el colegio es algo agresivo".