Inmigración

La inmigración en Canarias deja historias dramáticas pero también de solidaridad

Teseida y Gilberto llevan una década acogiendo a menores migrantes que llegan solos a las islas. Por su familia han pasado en estos diez años 12 niños a los que les han dado una segunda vida.

Imagen de archivo de migrantes en Gran Canaria

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En una nueva semana dramática en la crisis migratoria de Canarias con al menos cuatro fallecidos entre las embarcaciones que han llegado a las islas, también hay historias cargadas de emoción y solidaridad.

Baye y Adama son dos hermanos de 9 y 12 años, nacieron en Senegal pero en agosto del año pasado llegaron a bordo de un cayuco a la isla de Tenerife. Venían solos y pasaron los primeros meses en un centro de acogida con otros niños también africanos. Hasta que Teseida y Gilberto se cruzaron en su camino, un matrimonio herreño con hijos ya mayores que llevan una década ampliando su familia con menores que llegan en cayuco y que necesitan de un hogar. Han hecho de la solidaridad su forma de vida.

"Una de las cosas que más nos preocupaba era el idioma, por poder comunicarnos bien con ellos y responder así a sus necesidades", nos cuenta Gilberto con una sonrisa ya que asegura que se llevaron una sorpresa muy agradable ya que, aunque pasaron apenas tres meses en el centro de acogida, habían aprendido mucho de nuestro idioma.

"Son niños muy cariñosos y muy activos, les encanta hacer cosas nuevas y aprender", nos cuenta Teseida que asegura que cada semana hablan con sus madres en su país, ya que son hermanos solo de padre. A sus familias las que tienen al tanto de cómo es su vida aquí. "A pesar de su corta edad se han adaptado muy bien al colegio, al entorno y a nuestras costumbres. También nosotros hemos tenido que adaptarnos y aprender de las suyas, de hecho en casa se respeta que no coman cerdo y sus momentos de rezo", asegura.

Procuran proporcionarles una vida feliz y no preguntarles mucho por la experiencia traumática del cayuco pero los niños les han contado cómo fue ese viaje. "Un día fuimos al muelle y vieron un cayuco y nos contaron cómo lo vivieron. Baye lo pasó peor porque vomitaba mucho y lloraba. Nos contaban cómo iban colocados, dónde estaban sentados, qué comían,… fue una vivencia que les ha marcado sin duda", cuenta esta madre de acogida.

No son los primeros niños africanos llegados en cayuco que pasan por las vidas de Teseida y Gilberto, desde que conocieron el programa de acogida, no se lo pensaron dos veces y quisieron participar. De eso hace ya diez años y desde entonces han tenido en acogida a 12 menores. Los últimos Baye y Adama. "Se trata de un acogimiento temporal, estarán con nosotros un máximo de 2 años aunque podríamos solicitar ampliar el periodo de acogida hasta que ellos cumplan la mayoría de edad", nos cuenta Gilberto.

Para estos padres de acogida, tener su casa llena de niños es una experiencia enriquecedora porque saben que para los pequeños es una oportunidad de seguir vivos y de tener un futuro Los niños responden con el mejor regalo: su cariño.

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