Violencia de género
Iria Miguéns, urgencióloga: "Se estima que 7 de cada 10 casos de violencia de género pasan desapercibidos en nuestro servicio"
Desde la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) trabajan para hacerle frente a estas cifras y poder llegar a todas las mujeres que acuden a los hospitales ocultando el motivo real de su consulta. "Nuestro reto es la detección".
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Sabemos que la parte más difícil para salir de la violencia de género es la denuncia, y que muchas veces ni los propios familiares o amigos de las víctimas son conscientes de la situación de maltrato que está viviendo, ya sea físico, psicológico, económico… En esta línea, es habitual que las mujeres víctimas de maltrato acudan a los servicios de urgencias cuando necesitan asistencia médica pero sin decir la verdad sobre lo que les ha ocurrido.
Iria Miguéns es urgencióloga y coordinadora de MUEjeres, un grupo de trabajo formado dentro de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias. (SEMES) para trabajar sobre este tema. "Las mujeres lo suelen ocultar, hacen motivos de consulta muy bizarros, muy inespecíficos. Desde una lumbalgia, múltiples asistencias, ansiedad". Por ello los profesionales tienen que leer entre líneas, "hay que estar en alerta".
Además de atender las necesidades físicas de estas pacientes, para los sanitarios se abre un importante reto cada vez que hay una sospecha. "Las preguntas de cómo están las cosas en casa, si hay alguna relación que las está dañando de cualquier forma, en todo eso es donde tenemos que incidir más si cabe".
Agresiones sexuales
La violencia de género es un proceso largo, crónico, con mujeres que han sido anuladas por completo y que ocultan su situación. Sin embargo, en cuanto a las agresiones sexuales sí se pide ayuda dentro de los servicios de urgencias. "Las víctimas llegan en un contexto de ‘me acaba de ocurrir esto", explica Miguéns.
Ahí se abre otro análisis, el que se está desarrollando dentro del XXXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias que tiene lugar esta semana, que es la formación específica para los profesionales de urgencias ante este tipo de situaciones. "La formación es fundamental en cualquier estamento, tenemos que estar preparados y eso implica una esfera psicológica".
La urgencióloga nos explica que desde SEMES se está haciendo una importante apuesta por todo esto. "Es cierto que yo creo que queda un largo camino pero no hay que bajar la guardia". Uno de los puntos clave, asegura, es la formación para mejorar en la entrevista clínica y saber cómo tratar a estas pacientes para darles la mayor seguridad posible.
La sumisión química y su difícil detección
La droga más habitualmente utilizada para llevar a cabo una agresión sexual es el alcohol. En algunos casos los agresores se aprovechan de la embriaguez de su víctima, y en otros son ellos los que fomentan o incitan al consumo con el fin de someterla después. "A veces el alcohol se usa como mediador de otras drogas que son ideales para someter ya que son muy difíciles de detectar. Tienen vidas muy cortas, son inoloras, incoloras e insaboras y se hace muy difícil reconocerlo". Drogas que analíticamente no suelen aparecer y que “en la mayor parte de los casos no somos capaces de detectarlas”.
"Esto hace que la situación sea muy complicada". Aún así, desde los servicios de urgencias se guardan muestran, se recoge el testimonio de la víctima y se presta ayuda a todos los niveles, no solo la parte propiamente médica, se pone en conocimiento de la justicia y se inician todos los trámites.
Agresiones múltiples en aumento
"Nos encontramos con algo nuevo. Se estima que el número de delitos sexuales en grupo se ha incrementado un 50% desde el 2016 y además se habla de agresores muy jóvenes", explica Iria Miguéns. Hay diferentes elementos que pueden haber condicionado este aumento; el fácil acceso a la pornografía, el ambiente educacional, las redes sociales…
El alcohol y las drogas están también muy vinculados a este tipo de acciones ya que muchas veces se utilizan con la intención de anular la voluntad de la víctima e, incluso, de presentar las agresiones como relaciones consentidas. "Ese estigma de he salido, he bebido y ahora como puedo reconocer que por ello ha acabado con una agresión sexual o algún tipo de violencia". Un estigma sin base alguna y contra el que se trabaja también desde la educación sexual. Tal y como explica Miguéns, "Hay que concienciar de que cuando pase algo así ese estigma se quede a un lado porque las implicaciones suelen ser tiempo dependientes, por no hablar de las muestras judiciales que canalizamos a través de los servicios de urgencias y que necesitamos recoger lo antes posible".
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