Reclamación

Un jubilado se encierra en una tienda de telefonía tras 50 días esperando por su teléfono y surte efecto

Es fácil sentirse identificado con Mon Reirís. Tras casi dos meses de vueltas, llamadas y numerosas incidencias abiertas sin resultado, este vecino de Vilagarcía de Arousa por fin ha recibido su nuevo terminal, no sin antes poner a prueba su paciencia.

Un jubilado con su teléfono móvil

Un jubilado con su teléfono móvilIstock

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“¿Qué haría usted si paga por un teléfono, y después de entregarle uno defectuoso, pasa más de un mes y la compañía sólo le da largas?” El entrevistado pregunta al periodista en cuanto arrancamos la conversación.

"Es una pena que se tenga que recurrir a esto, a patalear para que te hagan caso, tienen que cambiar los protocolos”, nos cuenta Mon Reirís. El 22 de noviembre, este funcionario jubilado de Vilagarcía de Arousa compró un móvil para regalarle a su hermana, pero ambos notaron que el dispositivo no cargaba correctamente. “Lo conectaba y, al desenchufarlo, la batería se recalentaba y se agotaba rápidamente”, explica. En un principio, pensó que era un fallo puntual, así que el 25 de noviembre, tres días después de la compra, se presentó en la tienda de la compañía de Vilagarcía de Arousa para reclamar una solución. Allí le aseguraron que el problema se resolvería pronto, pero el proceso no fue tan rápido.

Hasta el 12 de diciembre no le entregaron un nuevo teléfono, pero, lamentablemente, el fallo persistió. “Lo probé en casa y, otra vez, el móvil no cargaba”, comenta Mon, visiblemente molesto por la situación. A pesar de la insistencia en la tienda, el problema seguía sin resolverse. “Llamé varias veces, volví a la tienda, les dije que simplemente me dieran un teléfono que funcionara pero lo único que me decían era que abrían más incidencias”, relata. A Mon ya le estaban cobrando el teléfono, y si dejaba de hacerlo, sería penalizado. “Era un sinsentido. Estaba pagando un teléfono que no podía usar”, explica.

La Policía tuvo que desalojarle

Con el paso de los días, las visitas a la tienda y las llamadas a la compañía se fueron acumulando, pero la solución seguía sin llegar. Ya agotado, Mon decidió tomar una medida más drástica.

Este miércoles, 8 de enero, a las 17:00 horas, se plantó en la tienda con la firme intención de no irse hasta que le diesen una solución. El horario de cierre llegó, pero él no se movió. “No me iba a marchar sin mi teléfono”, asegura.

Llegaron las 20:30 horas y la frase de las dependientas fue “No se puede quedar aquí”. A medida que el tiempo pasaba, las trabajadoras comenzaron a preocuparse y decidieron llamar a la Policía Local de Vilagarcía de Arousa.

Los agentes, al llegar, hablaron con Mon, quien les explicó pacíficamente su situación y el motivo de su protesta. “Yo soy un hombre tranquilo, pero ya no podía más”, dice. Los agentes lo disuadieron y no se quedó a dormir en el establecimiento, pero regresó al día siguiente. Los medios locales ya se habían hecho eco de su encierro y los vecinos ya estaban pendientes del final de la historia.

Este jueves Mon llegó a la tienda y su teléfono también. Finalmente, tras más de un mes de espera, pudo recibir el móvil que llevaba pagando desde noviembre. Sin embargo, su desconfianza sigue presente. “Todavía no estoy tranquilo. Lo voy a probar esta noche con mi hermana. Espero que no tengamos que volver a empezar”, concluye.

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