Tomás Pardo, conocido como "el violador de Martorell", fue detenido el 31 de octubre de 2016 tras la llamada de emergencia que una víctima logró enviar, malherida, a los Mossos d'Esquadra, en un suceso que reabrió el debate sobre la rehabilitación de los agresores sexuales en los centros penitenciarios.
Pardo repitió -cuando disfrutaba de un permiso de tres días- un patrón similar a la doble violación e intento de homicidio de 2002, por los que fue condenado a 26 años de cárcel.
El violador, a su última víctima: "Te ha tocado"
La Fiscalía considera que el acusado cometió los hechos aprovechando un permiso penitenciario (había sido condenado anteriormente por robo violento, detención ilegal y agresión sexual) "motivado por su rabia contra las mujeres por el hecho de no poder ver a su hija debido a la oposición de su pareja".
Ese día abordó a la víctima cuando acababa de subir a su coche en un aparcamiento en Igualada (Barcelona) a primera hora de la mañana, y exhibiéndole una navaja le obligó a llevarle hasta Martorell (Barcelona), asegurando que solo quería ir a salvar a su hija de unos traficantes. En una urbanización de Castellbisbal, la obligó a bajar del coche y a adentrarse a pie en una zona boscosa por un camino forestal, y tras decirle "te ha tocado", la violó en varias ocasiones.
Después la obligó a adentrarse en una zona de difícil acceso, entregarle las llaves del coche y la tarjeta de crédito --además del código PIN-- y la puso de espaldas y le asestó siete puñaladas en el cuello y una en la zona lumbar "con ánimo de atentar contra su vida para evitar su identificación y detención".
La víctima cayó desplomada en el suelo, y entonces el acusado la arrastró y la lanzó por un barranco de cinco metros de altura, y creyendo que estaba muerta le tiró encima tierra y diversas ramas con la finalidad de ocultarla para que el cuerpo no fuera hallado, aunque la mujer sobrevivió, prosigue la fiscal.