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HAN EXPOLIADO 11 YACIMIENTOS ARCOLÓGICOS
El "kit del expoliador", una seria amenaza para el patrimonio de todos
La Guardia Civil ha detectado a un grupo de coleccionistas en Extremadura que se dedican a expoliar en su tiempo libre para aumentar su patrimonio y sacar un dinero extra. Han sido arrestados y condenados a una pena de prisión por formar una banda organizada.
Un detector de metales, una azada, mapas y equipos informáticos de localización de piezas conforman el llamado "kit básico del expoliador", cuyas instrucciones de uso exigen al usuario carecer de sensibilidad hacia un patrimonio que es de todos.
Aunque por regla general este instrumental suelen utilizarlo "los profesionales" que actúan en grupos organizados, la Guardia Civil ha "detectado" su uso entre pequeños coleccionistas que se dedican a expoliar en su tiempo libre para incrementar su patrimonio y entre personas que únicamente pretenden sacar un dinero extra.
Los usuarios de este "kit" no tienen conciencia del valor de las piezas arqueológicas sustraídas ni de los daños inferidos a los yacimientos, como así lo entiende el Grupo de Patrimonio de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Sus responsables y los efectivos que día a día trabajan para evitar expolios y resolver actos delictivos relacionados con este ámbito han logrado desmantelar recientemente un grupo organizado, formado por 10 personas, que habían expoliado 11 yacimientos arqueológicos en Extremadura.
Sobre los arrestados ha recaído una sentencia pionera en España al condenarlos a penas de prisión por conformar un grupo organizado. Si bien es cierto que ya existen fallos condenatorios de penas de prisión a título individual, la decisión del Juzgado de lo Penal 2 de Cáceres hace referencia por vez primera a banda organizada, en la que existían tres escalones: los "piteros", los intermediadores y los compradores. También conocidos como "detectoristas" o buscadores, los piteros son los principales usuarios del "kit del expoliador".
Su "modus operandi", según la Guardia Civil, comienza recopilando datos en documentos y textos, consultando la cartografía oficial y, a poder ser, recabando información a través de profesionales e incluso de personas relacionadas con el ámbito rural. Localizado el yacimiento, los piteros se desplazan hasta el lugar elegido, preferiblemente en horario nocturno, y encienden el detector de metales. Mientras uno da largos paseos rastreando cada palmo de terreno, otro vigila los alrededores para evitar sorpresas.
Según la Guardia Civil, la introducción de los detectores de metales en España, allá por la década de los 70, fomentó la afición por la búsqueda de monedas y objetos de interés arqueológico (cerámica, esculturas clásicas, ajuares funerarios...).
Estima el instituto armado que en torno al 80% de los usuarios de estos dispositivos restringen su ámbito de actuación a zonas costeras, en primera línea de playa. El problema es que existen otros aficionados que sobrepasan "la línea roja de la afición" y, animados por la concurrencia de anticuarios, coleccionistas y grupos museísticos, "despliegan su actividad ilícita en yacimientos arqueológicos terrestres".
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