Red de prostitución desarticulada

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CAPTADAS EN NIGERIA

Liberadas 15 mujeres, cinco de ellas menores, explotadas sexualmente en España y captadas con ritos de vudú

La red, liderada por una nigeriana de 40 años que captaba a las jóvenes, tenía infraestructura en otros tres países europeos.

Agentes de la Policía Nacional ha detenido a 18 personas al desarticular una organización criminal de origen nigeriano dedicada a la trata de seres humanos con fines de explotación sexual y al favorecimiento de la inmigración ilegal. Gracias a la operación policial, han sido liberadas 15 mujeres, cinco de ellas menores de edad.

Según ha informado en un comunicado la Policía Nacional, el operativo fue desplegado en Málaga, Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y en las localidades madrileñas de Fuenlabrada y Leganés y culminó con la práctica de nueve registros.

Entre los integrantes arrestados se encuentra la cabecilla de la organización, una mujer nacida en Nigeria hace 30 años que desempeñaba tanto el papel de captadora como el de explotadora. Así, aprovechaba sus frecuentes viajes al continente africano para captar a sus víctimas y posteriormente explotarlas sexualmente en España.

Denuncia anónima

Los 18 detenidos han sido acusados de delitos de trata de seres humanos, relativos a la prostitución y corrupción de menores, contra el derecho de los ciudadanos extranjeros, y relativos a la prostitución y pertenencia a grupo criminal.

La investigación se inició hace un año gracias a dos denuncias anónimas recibidas el mismo día en el teléfono de lucha contra la trata, 900 105 090, en las que dos ciudadanos manifestaban que varias menores de edad estaban ejerciendo la prostitución en las inmediaciones del polígono industrial de Guadalhorce en Málaga.

Rituales de brujería

La trama captaba a sus víctimas entre potenciales inmigrantes de los estratos sociales y económicos más bajos en Nigeria. Una vez seleccionadas y reclutadas, antes de emprender el viaje y con el fin de doblegar por completo la voluntad, las mujeres eran sometidas a rituales de vudú, 'yuyu' o 'magia negra': prácticas supuestamente mágicas o de brujería en las que se sacrifican animales y que se realizan a modo de pacto entre la organización y la víctima.

El proxeneta se comprometía a organizar el viaje y financiar los gastos derivados del mismo y las mujeres prometían obediencia bajo la amenaza de su muerte o la de sus familiares, así como pagar la deuda y no acudir a la policía ni delatar a los tratantes.

A continuación, la organización trasladaba a las mujeres desde Nigeria hasta su destino final; para ello utilizaba distintas vías --principalmente la aérea-- haciendo escala en otros países europeos como Italia, Alemania o Austria. Utilizaban indistintamente documentación falsa o indebidamente expedida y en algún caso perteneciente a una tercera persona que residía legalmente en algún país de la Unión Europea a la que usurpaban la identidad.

Una vez en España, las víctimas eran informadas del total de la deuda contraída con la organización y sometidas al ejercicio coactivo de la prostitución hasta saldarla por completo, siendo obligadas a ejercerla durante interminables jornadas de trabajo en la vía pública.

Durante el viaje eran acompañadas en todo momento por integrantes de la red que, además de facilitarles la documentación necesaria y ejercer todo el tiempo un control total sobre ellas, las aleccionaban sobre cómo debían actuar a su llegada a los puestos fronterizos para conseguir entrar en el país.

Situación de dependencia que les permitía actuar

Según las pesquisas, cuando llegaban a España las víctimas se encontraban en una situación de absoluta dependencia de los explotadores al carecer de cualquier documentación válida, desconocer el idioma, la cultura, la legislación y además de desconfiar de la policía. Todo esto unido al miedo a represalias por parte de los explotadores y a ser expulsadas a su país de origen, les impedía denunciar su situación a las autoridades, continuando así en el ejercicio de la prostitución como única forma de ganarse la vida.

Las víctimas eran vigiladas permanentemente por un controlador: la persona encargada de ejercer el control directo sobre las victimas durante su explotación, trabajando para el explotador a sueldo o mediante comisión a cuenta de las ganancias obtenidas por los servicios sexuales. El explotador era el responsable de recaudar diariamente todo el dinero obtenido por cada una de ellas, llegando a amenazarlas e incluso a agredirlas físicamente si algún día no conseguían dinero.

En el transcurso de las investigaciones, los agentes constataron que la red investigada era una organización criminal perfectamente estructurada con un reparto de papeles claramente definido. Así, mientras unos se dedicaban a la captación y reclutamiento de las mujeres en el país de origen, otros, conocidos como 'conection man', se hacían cargo de las victimas en los países intermedios.

Además, la red contaba con una fuerte infraestructura en Europa por los países por los que transitaban las mujeres --Italia, Alemania, Austria-- así como en Nigeria, que le permitía captar a las mujeres en el país africano y trasladarlas hasta su destino final en España para ser explotadas sexualmente.

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