La vida de Cati Pérez Alcaide ha cambiado radicalmente hace poco menos de un mes. Trabajaba en una cafetería y disfrutaba del cariño de su marido, Francisco Goicoechea Pino, y de sus dos hijos. Pero ahora lleva semanas aislada en una habitación. Su organismo presenta una excesiva sensibilidad a olores, alimentos, a múltiples elementos con los que es inevitable convivir en una sociedad como la actual.
En la Fundación Alborada de Madrid le han diagnosticado que sufre sensibilidad química múltiple (SQM), una enfermedad aún no reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero de la que podría haber unos 300.000 afectados en España en sus distintas fases de gravedad.
"A mi mujer le tuvieron que administrar en ocasiones anteriores Urbason porque parecía que se le bloqueaba la tráquea o al reaccionar ante algún producto, pero luego la molestia desaparecía. Pero esta situación fue empeorando. Se sentía mal ante cualquier olor (tabaco, perfumes, gasolina), ante cualquier sustancia química", señala Francisco.
Se complican los síntomas
Ahora también presenta sensibilidad extrema a las frecuencias electromagnéticas, como las redes WIFI o los móviles.
"Viendo que en el centro de salud o en el hospital Reina Sofía, a donde tuvo que acudir varias veces a Urgencias, no le diagnosticaban nada, empezamos a sospechar que mi mujer pudiera padecer sensibilidad química múltiple. Fuimos a una importante clínica privada de alergia que hay en Córdoba para ver qué le pasaba y nos dijeron que sus síntomas no cuadraban con esta patología. Nos recomendaron que la viera un psicólogo. Otros afectados por SQM con los que habíamos contactado antes en España ya nos habían advertido que seguramente nos dirían que la solución era someter a Cati a tratamiento psicológico", expone Francisco.
"Así que siguiendo buscando clínicas donde la pudieran tratar encontramos que en Madrid existe el único centro especializado en España en esta enfermedad, la Fundación Alborada, en la que desde el primer día confirmaron que Cati padece SQM", indica.
Fuentes de este centro apuntaron que por un problema jurídico la Comunidad de Madrid ha prohibido a esta fundación de forma cautelar que administre a Cati Pérez y a otros pacientes unos sueros que necesitan, a pesar de que sí se sigue ofertando en países como Estados Unidos y Gran Bretaña.
Por eso, Francisco quiere hacer un ruego a las autoridades sanitarias para que permitan de nuevo el empleo de estos sueros, para tratar de ayudar a que se cure su mujer. "Tienen que levantar esa prohibición, ya que no existen hospitales en España que traten este problema y es nuestra única vía de tratamiento", demanda.
A falta de esa medicación, en la Fundación Alborada han testado una vacuna para que Cati pueda tolerar en una primera fase 25 alimentos, pues a pesar de que ella come, su organismo rechaza los nutrientes y esto ha provocado que pierda peso y que se haya quedado por debajo de los 40 kilos.
Con posterioridad cuando esta vacuna esté lista se preparará una segunda para que su cuerpo pueda aceptar más alimentos y eliminar los metales pesados y le seguirá una tercera para aceptar algunos olores. Para evitar cualquier contacto, Cati, que según el diagnóstico que le han hecho en esta clínica, se encuentra en los niveles 3/4, que son los más graves de la misma, ha pasado las tres últimas semanas en una habitación que su familia ha aislado en casa de sus padres.
La madre de esta joven está totalmente dedicada a ella y tampoco sale al exterior. Todo lo que esté próximo a Cati debe haberse limpiado previamente con agua y bicarbonato, incluida la ropa que lleva su marido, hermanos o cualquier persona que simplemente hable con ella.
Colaboración médica y económica
Desde que a Cati le han diagnosticado SQM no ha visto a sus hijos y la situación para ella es angustiosa, de forma que el pasado lunes decidió volver a su piso, donde está recluida en una habitación sin contacto alguno, aunque no sabe cuánto tiempo podrá quedarse allí.
La familia de esta cordobesa necesita además de ayuda médica, que le gustaría existiera en Andalucía, alguna colaboración económica, pues nada más que el tratamiento inicial y los análisis que le han hecho en Madrid para fabricarle las vacunas han supuesto un coste de unos 6.000 euros, "los ahorros que teníamos", dice Francisco, sin olvidar el importe de acondicionar la casa, el coche, las mascarillas, una batería de cocina que he encargado, que es la única que no desprende metales al usarla, un pedido de productos de limpieza y aseo que le llegará de Alemania por valor de 1.500 euros o los artículos de alimentación, que tienen que ser todos ecológicos, por lo que son bastante más caros.
Francisco, que es trabajador de Aucorsa, se siente muy agradecido cuando algunos compañeros de empresa lo paran en los trayectos diarios y le dan dinero y mucho ánimo. "Incluso me han dicho que organizarán una rifa. Por otro lado, los compañeros de trabajo de mi mujer, en la cafetería Peter Pan, de avenida del Aeropuerto, también querían poner una hucha en los otros centros de esta firma.
Ella me dice que mande "un besito" a sus clientes, a falta de poder hacerlo en persona", comenta. Esta familia tiene una cuenta en Cajasol para quien les quiera ayudar 2106 - 0178 - 22 - 2259686224.