Móviles
Un profesor reta a sus alumnos a pasar 7 días sin móvil: "Sentirme desconectado ha sido una liberación"
Alumnos del Colegio Maristas de Segovia se someten al reto de pasar una semana sin teléfono móvil. Aunque algunos reconocen que al principio sintieron cierta angustia o ansiedad, la mayoría coincide en que ha sido una experiencia positiva
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Muchos se negaron. La gran mayoría se lo pensó y dudó. Sólo 75 de los 280 alumnos seleccionados, es decir, el 27 por ciento de los adolescentes, decidieron separarse de su teléfono móvil. El experimento consistía en prescindir de él durante una semana. Meterlo siete días en una urna y dejarlo en un aula del Colegio Maristas de Segovia donde estudian. "Queríamos investigar qué pasaba en sus vidas. Si cambiaba su día a día, su ritmo de sueño, sus relaciones o la forma de comunicarse", explica Sergio Callejas, el profesor de Filosofía que impulsó esta iniciativa. "En definitiva, lo que queríamos demostrar es si existe o no una adicción al smartphone. Uno de los chicos me dijo que sentirse desconectado ha sido una liberación", aclara.
Los que se negaron a desprenderse de su móvil alegaron cuestiones de necesidad. "Lo uso para estudiar"; "En el móvil tengo la planificación de los entrenamientos"; "Lo necesito para preparar los exámenes, ver la plataforma del colegio o para acceder al gimnasio". Pero, lo cierto, es que según Callejas, lo que existe es "cierta angustia o preocupación por no tener a mano el teléfono".
Le preguntamos a Jorge López. Tiene 16 años. Asegura que la semana sin teléfono ha sido "curiosa y distinta". Reconoce que el móvil lo usa para entretenerse en los ratos libres y escuchar música, "para cosas poco necesarias", matiza. Él no llamaría ansiedad a lo que ha sentido pero "sí creo que a veces tenía la necesidad de estar con el móvil en la mano", precisa el joven,
A Héctor Bartolomé le ha parecido una experiencia dura, aunque "necesaria para conocerte y aprender" Cree que los adolescentes "tenemos una ligera adicción, una pequeña dependencia porque lo utilizamos para todo".
Este experimento no sólo ha sido una prueba de fuego para alumnos y profesores. Los padres también se han involucrado en esta iniciativa. María Pérez es madre de dos alumnos que introdujeron sus teléfonos en la urna. Asegura que ella lo ha llevado peor que sus hijos. "Todo el rato pensaba en cómo me iba a comunicar con ellos. No tenemos teléfono fijo, no hay cabinas de teléfono", explica. Pero ellos han sabido adaptarse. "Si no podían escuchar música, se ponían el tocadiscos. Yo creo que en el teléfono tienen muchísimas herramientas y han descubierto que esas herramientas están también fuera", señala.
Todos los alumnos que dejaron de lado sus teléfonos superaron el reto. "Eso sí, acabado el experimento, se lanzaron con emoción a recuperarlos de la urna". Las conclusiones de esta experiencia, las presentarán en los 'Premios de Innovación e Investigación de Castilla y León'.
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