Ahogamiento
Salva la vida de su hija de 3 años tras sufrir una parada cardiorespiratoria: "Era una toalla mojada, un cuerpo muerto"
El conocimiento y la templanza permiten a un padre salvar la vida de su hija de tres años que sufrió una parada cardiorespiratoria.
Publicidad
Miguel Castro es policía nacional en la comisaría de Viveiro (Lugo) desde hace 17 años. Hace unos días, Miguel pasó del peor al mejor momento de su vida en unos minutos. "Estamos superando el susto", dice emocionado. La semana pasada, su hija mayor, Valeria, de tres años, acudía a una clase de natación. En la piscina, pequeña, de unos 5 metros de largo por 15 de ancho, había 12 niños y tres monitores.
"Algunos padres esperamos fuera y miramos a nuestros hijos a través de unas ventanitas que hay". Llevaban sólo 15 minutos de práctica cuando Miguel decide buscar con la mirada a Valeria, pero no la ve. "No le di importancia porque desde el cristal no alcanzamos a verlo todo, así que pensé que estaría en algún punto ciego".
"La vi violeta, con los ojos cerrados, la boca oscura"
El corazón le dio un vuelco cuando, de repente, vio que una de las monitoras cargaba "un cuerpo inerte. En décimas de segundo pensé que no diga el nombre de mi hija y entonces sonó un grito desesperado de la monitora: ¡Valeria, Valeria!", relata. "En ese momento, arranqué lo más rápido posible al interior de la piscina y vi que mi hija era una toalla mojada, un cuerpo muerto, y eso que aún no le había visto la cara. Había silencio. Le arrebaté la niña a la monitora y al coger el cuerpo supe que no iba a estar bien. le di cuatro golpes escapulares y no reaccionaba. Entonces le di la vuelta y se me cayó la vida. La vi violeta, con los ojos cerrados, la boca oscura, no había vida, no respiraba, estaba recogiendo a mi hija muerta y lo único que me preguntaba era ¿qué ha pasado en 15 minutos?", nos cuenta angustiado.
Así logró salvarle la vida
Su mujer, que estaba allí con su bebé de cuatro meses, lloraba. Entonces Miguel reaccionó con rapidez y templanza: "empecé a echarle aire por la boca, le hice compresiones, insuflé y, a la tercera, respondió: el pecho se movía, empezó a parpadear, respiraba y de pronto rompió en llanto y decía ¡papi, mami!". Miguel reconoce, una semana después, que todavía tiene pesadillas. Sueña que no es capaz de llevar a cabo la RCP. Lo cierto es que, a pesar de sus conocimientos y experiencia profesional, nunca había hecho una RCP real. "Nunca pensé que la primera iba a ser a mi hija".
Orgulloso de haber salvado la vida de su pequeña, Miguel cree que su profesión fue determinante a la hora de activarse, aislar los sentimientos y tomar decisiones rápidas y por eso fue capaz de sobrellevar la situación. Ser policía le ha preparado para reaccionar ante una situación de "estrés extremo", como él la califica, porque "el componente afectivo te deja fuera de sitio".
Desconocen cuánto tiempo estuvo hundida su hija, aunque piensan que no fue mucho porque porque la pequeña respondió al tercer ciclo de RCP y no tiene ninguna secuela. Ni miedo. "Ella sólo recuerda que se hundió, pero en el mismo hospital, viendo una piscina en los dibujos de la tele, ya nos decía que ella también quería ir a nadar". Un miedo que, sí tienen, en cambio, Miguel y su mujer: "nuestros sensores de alarma están disparados, pero tengo clara una cosa: no quiero que mis miedos no se conviertan en sus traumas", sentencia.
Publicidad