Volcán La Palma
El suministro eléctrico y las telecomunicaciones se salvan de la destrucción generada por la colada de lava
Tras dos semanas de erupción, el volcán ha destruido casi 1.000 edificaciones y en algunas zonas hay problemas de abastecimiento de agua. Afortunadamente, en la isla no hay incidencias en el suministro eléctrico.
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Tras 15 días de erupción del volcán de La Palma, algunos han perdido su casa, otros su plantación y otros ambas cosas. La colada de lava ha dejado sin hogar, sin trabajo y sin recuerdos a miles de palmeros.
Son ya casi 1.000 las edificaciones destrozadas por el volcán y, de ellas, 900 han sido totalmente arrasadas. Además, hay problemas de abastecimiento de agua en varios municipios como El Paso y Los Llanos. Está afectando sobre todo a la zona sur de la intersección de la colada y las zonas como Puerto Naos, El Remo y Las Manchas. Afortunadamente, no hay incidencias de corte de suministro eléctrico ni de telecomunicaciones.
Tras producirse la erupción, por su parte, Endesa lanzó un comunicado por el que reforzaba el personal y los materiales y ponía en marcha un plan urgente para que los palmeros tuviesen garantizado el suministro. En el plan, se realizaron cortes preventivos en las zonas más afectadas por la lava con el objetivo de que afectara al menor número posible de suministros.
Por el problema del agua, mañana llegarán a La Palma dos desaladoras portátiles adquiridas por el Gobierno de Canarias. También llegará un buque cisterna portátil desde la península con una capacidad de 30.000 metros cúbicos de agua, así como helicópteros Kamov para transportar agua desde los embalses.
Los vecinos de Todoque tratan de recuperar sus cosas
Los alrededores de Todoque se convirtieron en un ir y venir de camiones y furgonetas. Los vecinos tuvieron que abandonar sus casas ante el peligro de la colada y algunos han podido volver por un rato después de dos semanas. Es el caso de Jose, que ha utilizado su camión para ayudar a su cuñado y con él han conseguido sacar la mitad de una vida.
Las fuerzas de seguridad les han escoltado en todo momento, pero el aire cambia y hay peligro por lo que se cierra el acceso. A Juan no le queda nada y tiene que vivir con una de sus hijas. "Tenemos que luchar porque va a ser ahora nuestro futuro, aunque el de algunos como yo menos", dice.
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Otros ya empiezan a coordinarse para hablar de las ayudas y volver a construir vida en mitad de la ceniza.
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