Emboscada en Irak

El único superviviente del atentado contra los agentes del CNI en Irak: "Sentía culpabilidad, cobardía y mucho miedo"

José Manuel Sánchez Riera y otros siete espías del CNI fueron tiroteados en una emboscada en Irak el 29 de noviembre de 2003. Todos fallecieron menos él. Más de veinte años después relata en primera persona los detalles de ese ataque y las secuelas psicológicas que le atormentaron durante años.

El único superviviente del atentado contra los agentes del CNI en Irak: "Me rompí años después y llamé llorando a mi psiquiatra pidiéndole ayuda"

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Hay una foto que simboliza el mayor golpe contra los servicios de inteligencia de España. Esa imagen jamás habría visto la luz, de no ser por lo que ocurrió solo tres días después. En ella se ve posando a a los ocho agentes del Centro Nacional de Inteligencia desplegados en Irak en noviembre de 2023: "La foto se hizo el día 26 de noviembre, a dos o tres kilómetros de la frontera entre Kuwait e Irak", recuerda José Manuel Sánchez Riera, el único exespía del CNI que sobrevivió al ataque.

Más de veinte años después ese superviviente cuenta en primera persona los detalles de ese atentado y sobre todo lo que vino después. Las imágenes de esa emboscada y la muerte de sus compañeros le han asaltado su mente durante años. Y no ha sido fácil plasmar cada detalle en este libro, 'Tres días de Noviembre'.

"Después del pánico dejas de pensar y solo intentas sobrevivir"

Los agentes regresaban en dos todoterrenos a sus bases en Irak por la llamada 'Ruta Jackson'. A la altura de Latifiya un vehículo les sale al paso y empieza a dispararles: "Oímos un ruido por la parte derecha de motor potente, que sale a la carretera y comienzan los disparos". "Es un momento de pánico, de descontrol. Pero después dejas de pensar, y solo haces cosas. Eres consciente de que tienes todas las probabilidades de morir", recuerda. El coche de José Luis y otros cuatro compañeros se sale de la carretera. Los atacantes siguen abriendo fuego contra ellos. "Cuando estábamos intentando dar las coordenadas GPS a nuestro contacto en Madrid, la comunicación se corta y los atacantes empiezan a disparar desde unas casas cercanas". La situación es angustiosa. Algunos de los agentes ya están muertos, otros heridos.

José Manuel decide cruzar la carretera e ir en busca de un vehículo para tratar de sacar a sus compañeros. Camina unos doscientos metros, y un grupo de personas empieza a rodearle con violencia: "Empiezan a pegarme, puñetazos, patadas, me atan las manos con el cinturón, me meten en un maletero, salgo del maletero....Hay una décima de segundo en la que pienso que ya no voy a ver más a mi familia, me tiro al suelo y me hundí".

Un beso en la mejilla le salvó la vida

De pronto un individuo de su edad, con una túnica, bien vestido se acerca hacia él y le da un beso en la mejilla. Esa situación de violencia se disipa. Y consigue montarse en un taxi para salir de allí. Con el tiempo José Manuel entendió el valor de ese beso que le salvó la vida. "En el mundo árabe un beso significa protección". Después se enteró de que ese hombre era pariente de uno de los jefes tribales de la zona de Diwaniya, una de las bases españolas. "Él no sabía que nosotros teníamos relación con su pariente. Pero las circunstancias y las casualidades le llevaron a estar allí dar el beso y desaparecer".

"Sentía culpabilidad, cobardía, tristeza y mucho miedo"

Tras ser rescatado y pasar la noche en una base norteamericana llegaba lo más duro, regresar a España con los cuerpos de sus siete compañeros fallecidos. Aterrizaron en la base aérea de Torrejón de Ardoz, en Madrid. José Manuel todavía recuerda ese largo viaje. "Cerraba los ojos y me venían todas las imágenes a la mente. Era imposible dormir. Esos sentimientos que no tienes durante el ataque te vienen todos de golpe. Culpabilidad, cobardía, alegría por estar vivo, tristeza, muchísimo miedo", relata José Manuel.

"Llamé llorando a mi psiquiatra pidiéndole ayuda"

En el libro cuenta cómo transitó durante años por el duro camino del estrés postraumático, que afectó a su vida personal y laboral. Se reincorporó al CNI, aceptó otros destinos, pero en marzo de 2009 acaba rompiéndose por completo. Era un día más. Subía por las escaleras del Centro Nacional de Inteligencia: "De pronto rompo a llorar, rápidamente cojo el teléfono llamo a mi psiquiatra y le digo, Rufino, ayúdame".

Ese momento marcó un antes y un después. Inició el proceso de recuperación, y acabó retirándose. Al poner distancia "empiezas a encajar las circunstancias, entro en contacto también con la Asociación de Víctimas contra el Terrorismo y eso le ayuda a curarse: "Empiezas a ver que no eres una persona única en el mundo, que hay gente que pasa por las mismas circunstancias y eso te ayuda a relativizar tu situación", explica. La reflexión posterior es que el destino le salvó. "No hay más". Su libro es un homenaje a su familia y a sus compañeros del CNI que nunca regresaron.

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