Valderrebollo, es un pequeño pueblo de Guadalajara con muy poca gente, a penas 25 habitantes, pero ahora hay unas criaturas muy escurridizas que están revitalizando la actividad en la localidad. Aunque las calles del pueblo están vacías, muy cerca ellas las truchas de una piscifactoría provocan una actividad frenética.
Unas truchas que también que se crían para su consumo. Un ejemplo es Manuel Antonio. Él estaba en paro en Cádiz y se vino a Guadalajara y ahora asegurar estar allí para formar una vida y echar raíces.
Otras personas vienen de Perú, de Ecuador. No les importa vivir en una zona despoblada. Quieren trabajo. “Muchas veces estamos reciclando a gente de más de 45 años que para la hostelería o la pesca son perfectamente válidos. Además les gusta mucho el mundo rural y es algo que hay que tener en cuenta”, asegura uno de los encargados del lugar.
En España hay unas 100 piscifactorías como estas abandonadas. La idea es recuperarlas porque están cercanas a pueblos como este en los que se puede recuperar la vida en la zona como se está haciendo con este proyecto.
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