Inmigración
Zakaria, Mohamed y Ousman, tres migrantes extutelados que sueñan con labrarse un futuro: "Quiero trabajar en lo que sea"
Sus historias son diferentes pero todas ellas tienen algo en común: llegaron a Canarias siendo menores y allí se han hecho adultos.

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Zakaria, Mohamed y Ousman son los protagonistas de tres historias diferentes que convergen en una realidad común: la de llegar a Canarias siendo menores y convertirse allí en adultos. Salieron de sus países con una maleta cargada de miedo y esperanza a partes iguales, y a los meses de alcanzar su objetivo, se vieron ante la situación de ser mayores de edad y no tener a dónde acudir.
Zakaria y Mohamed pasaron por experiencias similares cunado decidieron abandonar África. Ambos salieron desde Marruecos, su país de origen, siendo menores. Y tras dos y tres días de intensa travesía, alcanzaron la costa de Lanzarote, donde tuvieron una estancia corta hasta que fueron trasladados a Tenerife. Allí el Gobierno de Canarias los derivó a recursos de atendimiento de menores migrantes.
El viaje de Ousman fue algo más largo. Salió desde Gambia en una patera en la que iba acompañado de otras ciento cincuenta personas y llegó a El Hierro. Al igual que a sus compañeros, lo trasladaron a Tenerife.
"Cuando llegamos a tierra no podía mover las piernas"
Estas travesías para alcanzar España son un recuerdo que han intentado borrar. Al cuestionarles sobre el viaje, hablan del frío que pasaron y la falta de comida y agua, que incrementaba la dureza del recorrido. "Cuando llegamos a tierra no podía mover las piernas de haber estado dos días sentado en la misma posición, sin moverme", explica Zakaria.
Ousman recuerda el centro de menores en el que estuvo alojado como un lugar "duro", ya que se trataba de un recurso limitado que compartía con mucha gente. Misma opinión guarda del Campamento de Las Raíces, en Tenerife, donde también pasó una temporada.
Mohamed también estuvo en dos centros de menores, y aunque recuerda sus estancias con cariño, valora mucho más el lugar donde se encuentra ahora. "Aquí puedo estudiar y entrenar", dice, mientras rememora el proceso de entrevistas que tuvo que pasar hasta llegar, por fin, al piso.
"Cuando estás en el centro y ves que te quedan tres meses para salir piensas… ¿A dónde voy?", cuenta por su parte Zakaria, quien reconoce que en esa situación, sintió mucho miedo. "Pero por suerte llegué al piso".
Un recurso que los prepara para el trabajo y la vida
"El piso". Un pequeño espacio situado en la capital tinerfeña que para ellos se ha convertido en un refugio y en un lugar de posibilidades y sueños. La Asociación Nahia se hizo cargo de este inmueble el 2020, financiado por la Dirección General de Juventud del Gobierno de Canarias, con el objetivo de servir de ayuda a los extutelados del sistema de protección estatal.
"Cuando cumplen la mayoría de edad, tienen un gran riesgo de volver a los entornos donde estuvieron antes de ser tutelados", explica Laura Sosa, presidenta de la Asociación. Por ello, este piso sirve como red de apoyo para todos los mayores de edad que lo necesiten, sin importar de dónde vengan: "Ante la alta demanda, nos daba exactamente igual alojar a jóvenes de aquí o de otro país".
En este sentido, Laura quiere romper estigmas, destacando que con los chicos migrantes han tenido "muchos menos problemas" que con jóvenes extutelados canarios. Esto se explica en que "los que vienen de otros países tienen una necesidad, un mayor desarraigo", mientras que los locales, por norma general, tienen a sus familiares, lo que los coloca en una mejor posición. "Y esto se nota mucho en la forma de relacionarse conmigo y con los otros miembros de la Asociación", explica la presidenta.
Ganas, ilusión y sueños
A través del proyecto de Nahia han aprendido a desarrollarse profesionalmente y también, personalmente, lo que los ha llevado a establecer unas rutinas diarias claras. Y aunque ante ojos ajenos el día a día de Ousman, Zakaria y Mohamed puede parecer sencillo, para ellos resulta muy provechoso: estudian, entrenan, comparten su tiempo con las otras dos compañeras de piso que tienen y elaboran las tareas del hogar. Esta aparente sencillez, sin embargo, no se evidencia en sus sueños de cara al futuro, donde se despliegan todas las ansias que tienen por comenzar a labrar sus caminos.
"Yo quiero trabajar en lo que sea", comenta Zakaria sin dudar. Tiene varios cursos, entre ellos carretillero o mozo de almacén, pero se le ilumina la mirada al visualizarse ganándose la vida como futbolista.
Su compañero Ousman se decanta por la agricultura: "Yo quiero ser pescador". Cuenta que ya desde pequeño se encariñó con el oficio, puesto que con tan solo ocho años lo practicaba en Gambia.
Por su parte, a Mohamed le encantaría ser un gran jefe de cocina. Le apasiona el mundo culinario y sus compañeros confirman que es lo suyo: se ha convertido en el cocinillas de la casa. Y aunque el tajín marroquí es una de sus especialidades, sus horizontes son amplios. Alemania, Francia, España… Le da igual en qué país acabar mientras pueda dedicarse a lo que le gusta.
Sin lugar a dudas, todos ellos saben que están mucho mejor ahora de lo que estaban en sus países de origen. Y también, de lo que estaban cuando llegaron. Por eso lo agradecen cada día con las mejores armas que tienen: ilusión y ganas por “buscarnos la vida”, concluye Mohamed, haciendo de portavoz de sus compañeros.
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