Hay muchas veces en las que uno se piensa muy mucho eso de introducirse en la segunda parte de algo. ¿Qué me puede ofrecer? ¿Más de lo mismo? ¿De verdad no se puede quedar algo con éxito dentro de los márgenes de seguridad de su propio argumento?
En el cine, la mayor parte de las veces, bueno, nos vemos en historias con las misma pautas, los mismos elementos, pero, en casi todos los casos con nuevos villanos o nuevos planes de los mismos. En los videojuegos, en muchas ocasiones, ni siquiera eso.
En el mundo del ocio electrónico no hace falta esforzarse. Sí, puedes poner más malos, puedes poner hasta otro decorado. Lo que importa, realmente, es que te dejen jugar más rato. Y para que no te digan nada luego por vender un juego y no una actualización y otros tópicos del ayer y del hoy, pues modificas el número de armas que poder usar, le das una nueva capa de texturas para que se vea diferente y algún personaje más que elegir.
¿Parece simplista? ¿Nos timan? No, porque es lo que queremos.
Con Borderlands, hace unos años, comencé con algo de reticencia… La historia no era demasiado interesante, el aspecto visual era chulo, pero no lo nunca visto… El argumento general, bueno, era otra pesadilla post-apocalíptica con punkis con máscaras de cuero, a lo Mad Max… No, no me gustó nada.
Sin embargo, hay veces que estas cosas cambian… El juego comienza a llamarte, a decirte, “Eh, tú, ¿qué tienes mejor que hacer que darme una segunda oportunidad?”. Muchas veces esa segunda oportunidad viene acompañada de una tercera. Y muchas más, se queda en el mundo de los: “Si ya sabía yo que esto no merecía la pena”. Sin embargo, a Borderlands, a mi Borderlands, no le hizo falta una tercera oportunidad. A la segunda ya bastó para que me sintiese más indentificado con sus personajes más que con los de “Historias del Kronen”.
De repente, me daba igual que lo que me contasen tuviese sentido o no, que fuese original o no… ¡Por favor, pero si hasta podías asistir atónito a unos audiodiarios de una mujer que se había enamorado de su tostadora! Borderlands rezumaba mala leche, mucha mala leche, y un humor que hacía muchos años que no disfrutábamos en un videojuego. Cada frase de los enemigos o de los fabulosos Claptrap eran mejores que las anteriores. Y, poco a poco, con un poco de jugabilidad, unas cuantas opciones de personalización y mucho ritmo, Borderlands se convirtió en uno de esos juegos de los que poder presumir que disfrutaste.
¿Una secuela es necesaria? Volvemos a la primera parte de este artículo. ¿Es necesaria? Con unas cuantas horas de juego a mis espaldas de Bordelands debo decir que sí. No, ninguna de las novedades que ofrece es lo suficientemente grande como para justificar el lanzamiento por si mismo. Es un Borderlands 1.5 con nuevos mapas, esta vez con un poco menos de desierto y un algo más de nieve. Sin embargo, todo vuelve a denotar un gran sentido del humor, mucha mala leche y ganas de pasar de la seriedad absurda y profundidad mal elaborada con la que intentan hacernos creer que algunos videojuegos son buenos…
Es especialmente notable, como lo fue en la primera entrega, el esmero que se ha puesto para conseguir que el doblaje y la localización al castellano de este juego sea especialmente espectacular. Es imposible no encontrar cientos de frases absolutamente geniales repartidas por cada minuto. Las líneas de los histriónicos Calptrap con los que nos encontraremos, las del villano Jack, el Guapo, las frases que tendremos que oír cada vez que resucitemos… Todos son chistes originales, buenísimos, capaces de hacernos soltar más de una carcajada en medio del constante fuego cruzado.
Por lo tanto, ¿Borderlands 2 es original? En el sentido más puro, no. Tampoco lo era el primero, cargado de los mismos clichés. Pero, vaya, ya me gustaría a mí que todas las cosas no originales de este mundo estuviesen tocadas tan bien por la musa del humor constante. Y, cómo dice una buena amiga mía ¡Happy Borderlands 2 Day!