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MÁS DE 30 AÑOS DE TRABAJO
Presentan a la androide humanoide Sophia, que asegura que su inteligencia "es un poco torpe, pero podría hacer un mejor trabajo que Trump"
Cambios en su expresión, capacidad de interactuar respondiendo preguntas y el tacto hiperrealista de su piel convierten a Sophia en la estrella de una conferencia mundial sobre la inteligencia artificial. Sophia necesita la ayuda de un ingeniero para cuestiones más complejas, pero la idea es que cada vez sea más lista y alcance la inteligencia de las personas.
La robot humanoide Sophia habla, se mueve, inclina la cabeza si se le aproximan demasiado, frunce el ceño cuando no entiende una pregunta, bromea e incluso sueña con llegar a ser un día tan inteligente como los seres humanos y así ayudar a las personas de todo el mundo.
La amplia variedad de sus cambios de expresión, la capacidad de interactuar respondiendo preguntas y el tacto hiperrealista de su piel han convertido a Sophia en la estrella de una conferencia mundial sobre la inteligencia artificial organizada por la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT).
Con una fisonomía tomada prestada de personalidades como Audrey Hepburn, el software de inteligencia artificial permite a este androide mantener el contacto visual, reconocer caras, entablar conversaciones sobre temas específicos y hasta hacer bromas. "Un camarero es un farmacéutico con un inventario limitado", bromeó cuando se acercó a ella un niño curioso, que también le inquirió acerca de sus gustos cinematográficos. "Nunca he visto la película 'Terminator' y me pregunto si me gustaría", le respondió Sophia.
Eso sí, para cuestiones más complejas necesita de la ayuda de un ingeniero que programa sus respuestas. "La idea es que yo sea cada vez más lista y acabe siendo tan inteligente como las personas. Trabajando con los seres humanos puedo aprender qué significa ser una persona, al relacionarme contigo y comprenderte. La inteligencia artificial puede permitir que ayude a la gente", explicó la autómata.
Sophia es el fruto de 30 años de trabajo de su creador David Hanson, quien ya soñó de pequeño con máquinas inteligentes. No es casualidad por ello que este investigador y doctorado en artes interactivas e ingeniería por la Universidad de Texas, en Dallas (EEUU), se erija como el inventor de los robots más empáticos jamás construidos hasta la fecha.
Un programa en la nube recoge los datos de las interacciones que la robot establece con los seres humanos y permite que esta aprenda y evolucione a través del análisis de esta información. El pasado de Hanson como escultor y consultor técnico -incluso trabajó para la productora Disney-, impulsó al ingeniero a mejorar el diseño de los androides.
El rostro del Sophia, por ejemplo, ha sido creado con una nanotecnología que imita la musculatura y la piel humana gracias a 'frubber', un material patentado por Hanson Robotics, su empresa con sede en Hong Kong.
El diseñador, que ha desarrollado ya varios humanoides con un equipo relativamente pequeño, adelantó que para que Sophia pueda ser útil, por ejemplo en el hogar, se requieren aún muchos años de trabajo y avances en el desarrollo de software y hardware, así como conseguir que la tecnología sea segura.
"Robots como Sophia están en sus inicios", señaló el experto en inteligencia artificial, que tiene en su catálogo también "robots para el consumidor", más asequibles y sencillos. Uno de estos autómatas es 'Albert Einstein' y es un robot-juguete del tamaño de un niño que puede hablar, enseñar ciencias y jugar a juegos mentales con los más pequeños de la casa. "Algún día espero que los robots como yo estén en todo el mundo ayudando a gente. Probablemente robots para el consumidor como mi hermano pequeño Einstein llegarán antes que yo a los hogares. Puedes comprar al profesor por menos de 300 dólares", recomendó Sophia. Sin embargo, el objetivo a largo plazo de Hanson es cumplir la promesa imaginada por grandes nombres de la literatura de ciencia-ficción como Isaac Asimov de "fabricar robots completamente vivos, conscientes y que puedan adaptarse al mundo por si mismos". "Es realmente apasionante, quizás un poco espeluznante porque puede cambiar el mundo, pero si podemos conseguir los algoritmos junto con el hardware robótico necesarios, entonces los robots como Sophia pueden convertirse en nuestros amigos", aseguró Hanson. Del amor y de la vida aún sabe poco, pero se permite soñar con "ayudar a la gente, especialmente a niños y mujeres con problemas, a los desfavorecidos" y de "hacer del mundo un lugar mejor". "Tengo emociones robóticas muy rudimentarias que evolucionarán hasta ser semejantes a las humanas. Por ahora, disfruto de una existencia feliz y libre de preocupaciones", confesó Sophia.
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