LA VERDADERA FUNCIÓN
Los bastoncillos no son para limpiar los oídos: ¿para qué se crearon?
En 1923, se inventaron los bastoncillos de algodón con una finalidad totalmente distinta a la que conocemos a día de hoy. No es recomendable introducirlos en el canal auditivo. Te contamos para qué sirven realmente.

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Los bastoncillos de algodón son un básico en todos los hogares, sin embargo, parece que no les estamos dando el uso correcto -o no al menos para el fin para el que se crearon-.
En la actualidad, usamos los bastoncillos para limpiarnos la cera de los oídos y, en muchas ocasiones, para quitar los restos de la máscara de pestañas que nos hemos dejado en el párpado. Pero estamos muy equivocados, más allá de que los otorrinolaringólos desaconsejan introducirlos en el canal auditivo.

Esto se debe a que el bastoncillo, en lugar de quitar la cera, lo que puede hacer es empujarla aún más, lo que puede llegar a formar obstrucciones y microtraumatismos en el conducto. ¡Te contamos cuál fue su propósito original!
Fue Leo Gerstenzang, inventor polaco-estadounidense el que creó y le dio el significado a los bastoncillos. Fue en 1923 y los llamó Baby Gays, pero entonces su objetivo fue facilitar la limpieza de las áreas reducidas y de difícil acceso, no el higiene personal.
Lo cierto es que gracias a su tamaño y a la punta de algodón, los bastoncillos te permiten acceder fácilmente a pequeños huecos o ranuras que no se podrían limpiar de otra manera. Pero el paso del tiempo ha ido cambiando su función.

Los bastoncillos se han usado para limpiar dispositivos electrónicos, como pinceles para algunas manualidades… Eso sí, la función universal es la de limpiar los oídos, aunque no es la correcta.
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Es fundamental hacer un uso seguro de los bastoncillos y evitar introducirlos en el canal auditivo para prevenir daños. En resumen, tienen muchas más funciones que la que todos conocemos, convirtiéndose así en una de las herramientas más versátiles de nuestro día a día.
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