Ocho cosas que deberías saber sobre las carnes blancas

1- Llamamos carnes blancas a las carnes de ave: pollo, ganso, pavo y pato, con excepción de la carne de avestruz, y también a la carne de conejo. El resto de carnes animales se consideran carnes rojas, y las autoridades sanitarias recomiendan limitar su consumo, dado que pueden dar lugar a diversas patologías, desde problemas cardiovasculares hasta incrementar el riesgo de determinados tipos de cáncer. Pese a que desde hace tiempo numerosas asociaciones de productores de porcino tratan de incluir al cerdo en esta tipología cárnica, la OMS continúa considerándola una carne roja, ya que contiene más mioglobina –una proteína que se encuentra en el músculo, de la cual nuestro organismo obtiene el hierro– que el pollo o el pescado. Sólo el lomo de este animal y el cordero en sus primeras semanas de vida se consideran también carnes blancas.

2- La carne blanca tiene menos hierro que la carne roja. Es una realidad que hace que muchos profesionales prescriban carnes rojas en caso de anemia, sin tener en cuenta que existen muchos otros alimentos que pueden incrementar nuestros niveles de hierro, y que sólo deberíamos consumir carne roja ocasionalmente. La carne blanca, por su parte, pese a contener una menor cantidad de hierro, tiene proteínas de mayor valor biológico, además de no contener apenas grasas saturadas y digerirse con más facilidad.

3- Tiene menos calorías que la carne roja. Además de tener mucha menos grasa, la carne blanca tiene pocas calorías, por lo que suele estar recomendada en casos de regímenes de adelgazamiento y para todas aquellas personas que cuiden su línea.

4- Contiene, además, menos purina. Las purinas son compuestos orgánicos que abundan en las carnes rojas y se transforman en ácido úrico en el organismo. De ahí los frecuentes ataques de gota cuando se consumen alimentos ricos en purinas. La carne blanca apenas contiene purina, de manera que se puede consumir más a menudo.

5- La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria recomienda consumir entre 3 y 4 raciones de carne a la semana, que debe ser roja entre 2 y 3 veces al mes, de manera que el grueso de carne que consumimos debería ser blanca.

6- Contiene numerosas vitaminas del grupo B. En líneas generales, las vitaminas de este grupo, pese a que cumplen diferentes funciones, nos ayudan a mantener a tono el metabolismo, nos dan energía, fortalecen nuestro sistema inmunológico y favorecen la regeneración celular, entre otras cosas. La carne blanca contiene una buena cantidad de estas vitaminas, que tienen además un papel fundamental en el desarrollo del sistema nervioso y en el correcto funcionamiento del tracto intestinal. La carne blanca es, además, una fuente fundamental de vitamina B12, un tipo de vitamina que hallamos en su mayor parte en productos de origen animal como carnes, huevos, derivados de la leche y pescados.

7- Aporta fósforo, potasio y zinc, que además del hierro son minerales esenciales para el funcionamiento de nuestro organismo. El fósforo ayuda a fortalecer nuestros huesos y prevenir enfermedades como la osteoporosis, mientras que el potasio es decisivo para regular el equilibrio de agua en nuestro organismo, además de regular el ritmo cardíaco, combatir la fatiga y actuar como diurético. Por su parte, el zinc es fundamental para el correcto funcionamiento del sistema inmunitario.

8- Disminuyen el colesterol LDL o “colesterol malo”. El Omega 3, presente también en pescados y mariscos, no sólo regula los niveles de colesterol LDL en sangre, sino que reduce el riesgo de trombosis, ya que disminuye la inflamación y la tendencia a la coagulación.