Cómo distinguir el bueno
10 señales de que un bocata de calamares es malo (huye mientras puedas)
La sustitución del calamar por pota, el uso de partes poco nobles, un pan que es puro chicle, un rebozado que es como hormigón armado... te contamos en qué debes fijarte para huir como la peste de ese bar o restaurante.
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Hay pocos placeres mayores que un bocata de calamares recién hecho, crujientito y calentito y acompañado de una buena caña de cerveza. Planazo. Sin embargo, en ocasiones hay veces que nos dan gato por liebre y, lo que pensábamos que iba a ser un manjar, acaba siendo una pieza de corchopán que no hay quién se coma. ¿Cómo distinguir la ambrosía de la, ejem, mediocridad?
Calamar que no es calamar. Ojo al dato: hay muchas, muchíiisimas ocasiones, en las que a nuestro amigo el calamar nos lo cambian por la pota, un cefalópodo similar, pero de carne más dura y sabor más fuerte. Como en todo, hay categorías y la pota argentina es un poco mejor, pero, en general, no alcance la calidad del calamar.
Ojo a los trozos que trae el bocadillo. No es lo mismo el cuerpo del calamar, que las patas, la cabeza o las aletas. Cuanto más porcentaje de estas partes traiga, de peor calidad será el bocata y más trozos duros encontraremos. Mejor que sean pedazos redondos.
Rebozados gruesos como abrigo de pana. Aunque no hay truco con esto (todos van rebozados en harina), sí que se puede poner más cuidado o menos en retirar el exceso antes de freirlos. Se trata de que el calamar lleve el toque de harina justo.
Aceite matador. Fíjate en dónde se están friendo los calamares rebozados. Si tiene pinta de que la última vez que se cambió fue cuando aún pagábamos en pesetas, cambia de bar. Los calamares rebozados manchan mucho y hay que cambiar el aceite cada poco tiempo.
Ni mucho tiempo en la freidora ni demasiado poco. El tempo de la fritura es clave: el calamar ha de estar en el aceite un minuto, si éste está bien caliente. Dejarlo más tiempo es arriesgarse a que la carne del cefalópodo se vuelva dura de nuevo. Sacarlo antes de tiempo equivale a comerlo crudo.
El pan también importa. En un buen bocadillo, tan importante es el pan como el relleno. Si se trata de un bollo chicloso, estaremos arruinando el bocata, aunque por dentro lleve maravillas rebozadas.
Que no estén hechos. Si cuando entramos en un bar nos damos cuenta de que ya hay varios bocadillos preparados esperándonos, mejor dar la vuelta. Aunque el camarero nos asegure que están "recién hechos", la cosa huele a chamusquina.
Calentados en el microondas, tampoco. Esto es un atentado en toda regla: ni el pan ni los calamares llevan nada bien eso de ser recalentados en el micro. Eso solo es aceptable a las cinco de la mañana y con unas cuantas copas encima, momento en el que ya comeríamos cualquier cosa.
Salsas como si no hubiera un mañana. Un bocadillo de calamares bueno admite poca cosa más: una alioli suavecita, un toque de salsa picante... Poco más. Si nos dan un bocata bañado en salsa, quizá nos están diciendo que es la única manera de comérnoslo.
Ni muy caro ni mu barato. Ni el más mínimo sentido tiene un bocata de calamares que cueste 10 euros ni uno que valga 1. Conviene desconfiar de los primeros, porque, al fin y al cabo, un bocadillo de calamares es lo que es, y también de los segundos, por demasiado justitos.
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