¿NO ESTAREMOS EXAGERANDO UN POCO?
Verdades y mentiras de la piña como quemagrasas
¿Sabes esas personas que tras comerse un cabrito acompañado de sus correspondientes kilos de patatas pone punto y final al ágape con dos rodajas de piña? En su cabeza siente que ese simple gesto va a conseguir eliminar de su aparato digestivo todas las calorías de más que ha ingerido, porque la piña es esa fruta que habita en nuestro imaginario colectivo como el más potente de los quemagrasas. Pero, ¿es eso cierto? ¿Nos redime la piña de los excesos? ¿Hay que ponerse manos a la obra a ingerir como locos esta fruta tropical? Pues claro que no.
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La piña es una fruta muy popular por sus efectos saciantes y diuréticos, dos cualidades fabulosas que a menudo se han confundido con un efecto quemagrasas que, lamentablemente, no es del todo real. Lo que sí es cierto es que la piña es un digestivo natural inigualable, perfecta, pues, para todos aquellos que tienes digestiones complicadas, y que sufren de problemas de náuseas, pesadez o reflujo gastrointestinal. Un par de rodajas de piña nada más acabar de comer van a ayudar a nuestro aparato digestivo a realizar su función, de manera que nos vamos a sentir más ligeros de forma prácticamente automática. Y no sólo eso: la piña nos ayudará a ir más al baño, de manera que se convierte en el postre ideal para todas aquellas personas que sufren de retención de líquidos.
Todos estos atributos hacen de la piña un aliado perfecto a la hora de mantener la línea, y también en el caso de dietas de adelgazamiento, pues no sólo nos va a saciar (es ideal como merienda o a media mañana), sino que además mejorará la función digestiva y nos aportará gran cantidad de fibra, que mejora el tránsito intestinal. Contiene, además, una sustancia llamada bromelina, que contribuye a la digestión de las proteínas y de las grasas. Sin olvidar, por supuesto, su gran cantidad de vitaminas, especialmente la B1 y la C, aunque también es una fuente más que interesante de potasio.
La vitamina B1, también conocida como tiamina, es la responsable de la metabolización de los hidratos de carbono, por lo tanto de mantener a raya los niveles de energía de nuestro cuerpo. Es por ello que muchos fans de la piña aseguran que el mejor momento del día para tomarla es en el desayuno, pues contribuye a metabolizar los hidratos que tomamos en forma de pan y cereales y nos proporciona energía para todo el día. La tiamina también contribuye a mantener la salud ocular y el equilibrio del sistema nervioso.
La vitamina C, por su parte, muy presente en esta fruta tropical, es un potente antioxidante, por lo tanto combate el envejecimiento celular, ayuda a regular el colesterol y previene de ciertas enfermedades degenerativas. Es importante consumir vitamina C a diario, pues el cuerpo no la genera por sí solo y hay que buscarla a través de los alimentos. Fresas, kiwi, tomates o cítricos también son fuentes importantes de vitamina C. Otra de las vitaminas que contiene la piña es la B6, también conocida como piridoxina, que incrementa el rendimiento muscular, ayuda al funcionamiento del metabolismo y es ideal para los transtornos menstruales, desde el dolor e hinchazón de senos a la depresión.
Si tenemos en cuenta que la piña es, junto al plátano, una de las frutas con más potasio, ya tendremos el cóctel perfecto de vitaminas y minerales para convertirla en un básico de nuestro día a día. Ni que decir tiene que es mejor tomarla natural, recién cortada, y que forme parte de una dieta rica en frutas, verduras y frutos secos y baja en grasas, especialmente saturadas. A ser posible, es mejor huir de zumos envasados y apostar por elaborarlos en casa, pues el sabor suave y dulce de la piña la convierte en un ingrediente absolutamente versátil para acompañar a otras frutas y hortalizas en nuestros batidos verdes caseros.
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