ACOMPAÑAMIENTO EMOCIONAL
El auge de la ansiedad infantil: ¿Qué podemos hacer las madres y padres para ayudar sin sobreproteger?
Cada vez más niños manifiestan síntomas de ansiedad y, aunque esto puede generar angustia en las familias, también es una oportunidad para revisar cómo acompañamos emocionalmente a la infancia.

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Miedos intensos, preocupaciones constantes, dificultades para dormir o para separarse de sus padres… Muchos niños y niñas sufren síntomas relacionados con la ansiedad. Te cuento por qué ha aumentado la ansiedad infantil, qué señales observar y cómo encontrar un equilibrio entre el acompañamiento y la sobreprotección.
Para criar niños y niñas fuertes podemos preguntarnos: ¿qué necesitan realmente los niños para crecer emocionalmente sanos? Más allá de juguetes o planes, regalémosles escucha, presencia, límites claros y confianza en sus recursos. Estar disponibles, sin resolverlo todo por ellos. Sostenerlos, sin atarlos. Amar, sin miedo.
¿Hay más ansiedad infantil ahora que antes?
No se trata de una moda ni de una exageración. Las cifras hablan por sí solas: según diversos estudios, los trastornos de ansiedad son ya uno de los principales motivos de consulta en salud mental infantil.

Algunas posibles causas de que haya más niños y niñas con ansiedad son las siguientes:
1. Estímulos constantes y poco tiempo para el descanso
Las agendas escolares, las pantallas y la sobre estimulación dificultan que los niños desconecten y escuchen su mundo interno.
Por ejemplo: Un niño que pasa del colegio a clases extraescolares, luego a hacer deberes, y al final del día se relaja con una tablet antes de dormir, puede tener dificultades para bajar el nivel de activación, lo que impacta en su sueño y estado emocional.
2. Modelos adultos ansiosos
Los niños son espejos emocionales: si los adultos viven en estado de alerta, miedo o urgencia, es probable que ellos también lo hagan.
Por ejemplo: Si mamá o papá reaccionan con nerviosismo ante cada cambio de planes o repiten frases como "¡cuidado, te vas a caer!", "¡hazlo rápido que llegamos tarde!", el niño puede interiorizar que el mundo es un lugar peligroso y que necesita estar alerta constantemente.
3. Alta exigencia y poca tolerancia al error
La presión por rendir, destacar o "portarse bien" puede hacer que incluso pequeños fracasos se vivan como catástrofes.
Por ejemplo: Cuando un niño llega a casa con un 8 en un examen y la respuesta es: "¿y por qué no sacaste un 10?", empieza a sentir que solo vale si es perfecto. Esto puede generar miedo al error y bloqueo ante los desafíos.
4. Falta de juego libre
El juego espontáneo es una vía natural para procesar emociones, desarrollar recursos internos y aprender a tolerar la frustración. Su ausencia empobrece la capacidad de autorregulación.
Por ejemplo: Niños que solo participan en actividades dirigidas (extraescolares, juegos organizados por adultos, pantallas) y no tienen tiempo para inventar, ensuciarse o aburrirse, suelen tener menos recursos para tolerar la frustración o la incertidumbre.

Señales de ansiedad en la infancia: ¿en qué debemos fijarnos?
Los síntomas de ansiedad en niños no siempre se expresan verbalmente. A menudo aparecen en forma de comportamientos o malestares físicos. Algunas señales frecuentes:
- Dolor de barriga o cabeza sin causa médica clara.
- Dificultad para separarse de sus figuras de apego (mamá, papá, cuidadores).
- Miedos excesivos (a la oscuridad, a quedarse solo, a que algo malo suceda).
- Irritabilidad, llanto fácil o enojo desproporcionado.
- Necesidad constante de aprobación o miedo a equivocarse.
- Problemas de sueño, terrores nocturnos o insomnio.
- Rechazo a ir al colegio o a participar en actividades nuevas.
¿Qué necesita un niño con ansiedad?
Cuando un niño experimenta ansiedad, necesita dos cosas fundamentales: seguridad emocional y validación de lo que siente. Acompañar no es lo mismo que evitarle todo malestar.
El equilibrio está en estar disponibles, sin invadir, y en enseñar a enfrentar las emociones difíciles sin negarlas ni exagerarlas.

Claves para acompañar a los niños sin sobreprotegerlos
1. Nombrar las emociones
En lugar de decir "no pasa nada", puedes decir: "Veo que estás nervioso, ¿quieres contarme qué te preocupa?"
2. Validar el miedo sin alimentar la evitación
Podemos expresarnos así: "Entiendo que te da miedo dormir solo, vamos a ir pasito a pasito para que puedas sentirte seguro".
3. Evitar anticiparse a todo
Si resolvemos cada pequeña incomodidad antes de que aparezca, impedimos que desarrollen estrategias propias.
4. Modelar calma, dar ejemplo
Si reaccionamos con angustia a su malestar, solo reforzamos el mensaje de que algo "grave" está pasando.
5. Fomentar la autonomía emocional
Enseñarles a respirar, dibujar lo que sienten o ponerle nombre a la emoción puede ser mucho más valioso que distraerlos o intentar que "se les pase rápido".
La sobreprotección no es más que el miedo adulto
Sobreproteger no es amar demasiado, es interferir con la capacidad del niño de aprender a manejar el mundo a su ritmo. Muchas veces, la sobreprotección nace del propio miedo adulto: miedo a que sufran, a que no puedan, a que nos necesiten menos.
Pero la autonomía no debilita el vínculo, lo transforma. Enseñarles a tolerar pequeñas frustraciones, a equivocarse, a esperar, a aburrirse… también es una forma de cuidar.
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