¡Y QUE BRILLE!
Consejos útiles para blanquear tu ropa
Las prendas blancas suelen ser especialmente favorecedoras en verano, pues resaltan el bronceado y alegran el look.
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Lo que ocurre es que, salvo excepciones, nos toca renovarlas cada temporada, porque poco a poco van perdiendo el color, el blanco se va poniendo grisáceo o amarillento y, en muchas ocasiones, aparecen esas manchas oscuras en zonas como el cuello y las axilas. Esto ocurre porque a menudo no las lavamos correctamente y no las cuidamos como es debido, cosa que acorta notablemente la vida de nuestra ropa blanca. Para que nuestras camisetas y camisas preferidas estén siempre como nuevas, debemos seguir estos consejos:
La ropa blanca es blanca
Esto significa que no debe mezclarse bajo ningún concepto con la ropa de color, pero tampoco con prendas como sábanas, toallas o ropa interior de color gris o azul clarito. Blanco es solo blanco, y si no tenemos suficiente ropa para llenar la lavadora, lo mejor es que pongamos media carga o esperemos a tener ropa suficiente. Si empezamos a mezclar colores, el blanco se irá oscureciendo progresivamente hasta que nuestras prendas preferidas acaben siendo inservibles.
Ropa blanca dentro de la ropa blanca
Lo ideal es que separemos también la ropa blanca según el tipo de tejido y usemos el programa adecuado en función de las necesidades de cada colada. Por un lado, lo interesante es que hagamos una lavadora con la ropa blanca más delicada (ropa interior, prendas con encajes o bordados, etc.), otra con la ropa blanca de uso habitual de poliéster o algodón y otra más con la ropa de batalla, como toallas o sábanas, que podremos someter sin problemas a programas un poco más agresivos si están manchadas.
Siempre en agua fría
Aunque exista el mito de que la ropa de color debe lavarse con agua fría y la blanca con agua caliente, no es cierto: toda la ropa debería lavarse siempre con agua fría, pues la caliente penetra en los tejidos de manera diferente, y del mismo modo que el calor afecta a los colores puede afectar también a la tonalidad de blanco. Es mejor usar un programa más largo y emplear agua fría que apostar por programas cortos e intensos que no solo afectarán a la tonalidad de la ropa, sino también a los propios tejidos.
Lejía solo cuando sea necesario
No es conveniente usar lejía por definición, sino únicamente cuando exista una mancha que no salga solo con detergente y con el lavado convencional. La lejía hace que la ropa blanca se vuelva amarillenta con el paso del tiempo, de manera que si hay manchas lo mejor es frotar a mano con un detergente quitamanchas no demasiado agresivo y si es necesario dejar la prenda en remojo. Si después de este proceso y de lavar convenientemente en la lavadora la mancha no ha desaparecido, sí podemos considerar utilizar un poco de lejía, pero siempre en poca cantidad y en casos muy aislados.
Evita la secadora
En la medida de lo posible, trata de tender al sol tus prendas blancas, siempre inmediatamente después del lavado para que no cojan olor a humedad. La acción del sol sobre las prendas contribuirá a blanquearlas, así que lo mejor es que procures tender siempre de día, en el exterior y en días soleados.
Cuidado con la cal
Los depósitos de cal que pueden acumularse en la lavadora pueden hacer que tus prendas se tornen amarillentas. Es importante que evites que la cal se acumule en la lavadora, por lo que deberías limpiarla con productos antical específicos y aplicar tratamientos para descalcificar periódicamente.
Trata las manchas de inmediato
En la medida de lo posible, trata de eliminar las manchas cuando estén recientes, pues si se secan suele ser complicado acabar con ellas, lo que puede suponer prácticamente el fin de las prendas que tanto nos gustan. Para ello, si las manchas no salen con un simple frotado con detergente, sumérgelas durante al menos 2 horas en un líquido quitamanchas específico acompañado de 40 g de bórax por litro –en este caso sí– de agua caliente. Para acabar con la mancha, escurre la prenda y lávala con agua bien caliente. ¿Un truco de la abuela? Añade al barreño de remojo un tazón de leche: no hay mejor blanqueador.
Elige bien el desodorante
Existen algunos desodorantes o perfumes tan agresivos que estropean los tejidos al entrar en contacto con ellos. Asegúrate de que los productos que adquieres son suaves y no dañan la ropa y evita todos aquellos que puedan dejar manchas, especialmente en cuello y axilas.
Un producto específico para cuellos y puños
En el caso de las camisas blancas, lo mejor es que te acostumbres a poner puños y cuello en remojo desde el primer uso, en un barreño con un chorro de detergente y líquido quitamanchas en estas zonas. Déjalas en remojo al menos un par de horas antes de poner en marcha la lavadora y así alargarás su vida. Haz lo mismo con la ropa interior blanca para mantenerla en buen estado durante más tiempo.
Mucho cuidado con la plancha
Cuando vayas a planchar tus prendas blancas, asegúrate de que la plancha está limpia y no queda ningún resto. Si no las tienes todas contigo, lo mejor es que utilices un paño y lo pongas sobre la camisa para que el tejido no se dañe. Asegúrate de planchar bien el cuello y los puños, las zonas donde más suele acumularse la suciedad.
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