URGENCIA PEDIÁRICA
Convulsiones en niños: ¿Cómo actuar ante una situación de extrema gravedad?
Qué hay que hacer y qué debemos evitar a toda costa para empeorar una situación de urgencia como la de las convulsiones en niños.
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Presenciar una convulsión en un niño puede suponer un momento de gran angustia y miedo para sus padres o cuidadores, puesto que la sensación es de riesgo vital y extrema gravedad.
En estos casos se debe actuar con calma y serenidad, puesto que llevar a cabo acciones indebida pueden empeorar la situación.
¿Qué son las convulsiones?
Las más frecuentes en la infancia son las convulsiones tónico-clónicas generalizadas.
Se trata de un episodio repentino en el que el niño se desconecta del medio (no responde a estímulos), presenta mirada fija o desviación de la mirada (mirando a un punto fijo o con los ojos en blanco), su cuerpo suele estar rígido (contractura muscular generalizada) y comienza a realizar temblores o sacudidas de las cuatro extremidades.
Suele asociar sialorrea (salivación excesiva), ruidos respiratorios, secreciones y mandíbula apretada. Este tipo de convulsiones pueden ir acompañadas de movimientos de chupeteo, coloración azulada de los labios y pérdida del control de esfínteres (micción o defecación involuntaria).
Suelen ser episodios de pocos minutos de duración (o incluso segundos) que, en la mayoría de ocasiones, ceden sin precisar ninguna medicación.
Posteriormente a una convulsión es frecuente que el niño se quede dormido con dificultad para responder a estímulos durante algunos minutos más.
Cómo actuar ante una convusión
Lo más importante y difícil es mantener la calma. Recordad que la mayoría de crisis ceden por sí solas en pocos minutos.
- Es importante tumbar al niño sobre el suelo en una zona segura o en algún lugar donde no pueda hacerse daño para evitar golpes con objetos o caídas. También se puede colocar bajo su cabeza y nuca alguna prenda a modo de almohada para evitar que se golpee contra el suelo.
- Hay que colocarlo preferiblemente sobre el lado derecho por si vomita.
- Aflojarle la ropa.
- Es muy importante no introducir nada en la boca del niño. No hay que meter ningún objeto dentro de la boca, ni los propios dedos, para intentar que el niño no se ahogue. Muchas veces hemos escuchado que hay que meter un objeto para evitar "que se le vaya la lengua hacia atrás”. Esto es un mito, ya que podríamos provocar el atragantamiento del niño con un trozo de objeto o que nos hiciera daño en los dedos de forma inconsciente debido a la contractura mandibular.
- No hay que sujetar al niño ni intentar parar los movimientos.
- Hay que solicitar ayuda inmediata y avisar al servicio de emergencias sanitarias (112).
Si esto ya ha sucedido previamente, es posible que su pediatra haya recomendando la administración de algún medicamento por vía rectal (diazepam) o por vía oral (introduciendo una jeringuilla entre los dientes y la mejilla, en este caso midazolam) en el caso de sufrir una nueva convulsión.
Causas de convulsiones en niños
La causa más frecuente de convulsiones en los niños es la fiebre,lo que conocemos como convulsiones febriles. Suelen coincidir con el ascenso de temperatura en niños entre los 6 meses y los 5 años.
Se relacionan con una falta de maduración neuronal (por eso tienden a desaparecer con la edad) y con una predisposición genética (más frecuentes si alguno de los padres sufrieron convulsiones febriles en su infancia). Son benignas y no presentan secuelas a largo plazo.
Otras causas de las convulsiones pueden ser:
- Infección del sistema nervioso central (meningitis y encefalitis...): son debidas a la inflamación del cerebro o de las membranas que lo envuelven. Pueden ser causadas por virus o bacterias. Para su diagnóstico se suele hacer una punción lumbar. Las secuelas y gravedad de estos cuadros dependen de la causa de la infección.
- Debut de epilepsia: Hay muchos tipos de epilepsia en función del tipo de crisis que asocie, la edad, las pruebas complementarias...
- Alteraciones metabólicas agudas: hipoglucemia (bajada de azúcar).
- Intoxicaciones: accidentales, intencionales o por drogas (más frecuentes en adolescentes).
Como causas mucho menos frecuentes encontramos: traumatismo craneoencefálico, malformaciones arteriovenosas del sistema nervioso central, metabolopatías o tumores cerebrales.
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