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Estas son las cosas que hacemos en casa los españoles que más sorprenden a los extranjeros
Cada uno en su casa hace lo que quiere, pero los españoles tenemos una serie de costumbres tan interiorizadas que ni nos planteamos que fuera de nuestras fronteras puedan llamar la atención. En este artículo explicamos qué objetos tenemos en casa y qué comportamientos caseros sorprenden más a los extranjeros.
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En España, ya sea por nuestro clima, por nuestras tradiciones o por nuestra cultura ancestral, tenemos una serie de costumbres que dejan con la boca abierta a las personas que son ajenas a nuestra manera de hacer.
¿Cuáles son las que más sorprenden a los extranjeros? ¿Qué es lo que más llama la atención de nuestras rutinas diarias? En este artículo te hacemos un listado de nuestras costumbres que causan más curiosidad.
Objetos que se encuentran en casa
Aunque por normativa en las construcciones nuevas ya no se instala y cuando se hacen reformas muchos propietarios deciden eliminarlo de su cuarto de baño, en muchas viviendas españolas el bidé todavía sigue teniendo protagonismo en los lavabos. Algo que, fuera de Francia, muchos extranjeros no entienden.
Pasa algo parecido con los teléfonos fijos, tanto en Europa como en Estados Unidos el porcentaje de familias que tienen suficiente con los teléfonos móviles oscila entre el 80% y el 90%. No es el caso de España, que se resiste a prescindir de este aparato.
Una cosa que no falla en todos los hogares españoles y que es un rara avis entre nuestros vecinos europeos son las persianas. Para nosotros son imprescindibles para combatir los rayos de sol en verano -abrir las ventanas y mantener nuestros hogares en penumbra mientras nos invade la calima estival- pero también son muy recurridas para evadirnos del ruido, evitar que entre el viento frío en invierno y preservar nuestra intimidad. Solo hace falta viajar un poco por el resto de Europa para darse cuenta de que en ningún sitio las tienen instaladas.
Costumbres relacionadas con la comida
A estas alturas a nadie le extrañan nuestros horarios tardíos, almorzamos, comemos, merendamos y cenamos tarde. Por lo que en nuestros hábitos encajan perfectamente la siesta y acostarnos a las tantas.
Por supuesto, no sabemos cocinar sin aceite de oliva. Lo tomamos crudo en ensaladas, lo utilizamos para elaborar diferentes aliños y cubrimos cazuelas, paellas y sartenes con el oro líquido para cualquier tipo de cocción. La mantequilla y los aceites vegetales, si podemos, los evitamos.
Además, no somos capaces de comer sin pan. En cualquier restaurante y bar de menús nos sirven una bandeja con rebanadas de pan. Acompañamos cualquier plato, frío o caliente, de cuchara, de verduras o de arroz, con un pellizco de pan, tostada o pico, según la ocasión.
Y no nos levantamos de la mesa después de comer, justo al contrario, solemos alargarnos durante horas acompañados de nuestros amigos o familiares con conversaciones de lo más variopintas mientras compartimos cafés, postres, copas y frutos secos. Nuestra amada sobremesa.
Además, solemos celebrar cualquier fecha señalada comiendo y, es más, según qué día señalado tiene su propio menú, plato o postre. Por ejemplo, para Navidad, en muchas cocinas de los hogares españoles luce un jamonero con una pata de jamón incrustada, lista y preparada para meterle el cuchillo a la primera de cambio. ¿Un elemento decorativo? Pues para nada estiloso, pero muy gustoso.
Rutinas hogareñas que llaman la atención
Cuando algún invitado llama a nuestra puerta -y nunca antes había estado en nuestra casa- tenemos la costumbre de enseñarle cada una de las estancias a modo de ruta turística. Es un hábito que hemos heredado de nuestros antepasados que simboliza hospitalidad y confianza.
Nos sentimos tan a gusto en nuestra propia casa que tardamos una media de 30 años en abandonar el hogar familiar. Y cuando nos decidimos a emprender el vuelo, lo que hacemos es volver a nuestro antiguo hogar para llevarnos fiambreras llenas de rica comida.
Aireamos nuestros trapos sin ningún miramiento. En otras culturas -y también otros climas- utilizan la secadora y la colada queda en la más estricta intimidad. En nuestro país solemos tender nuestras prendas al sol, ya sea en un tendedero fijo en la galería que da al patio de luces o en un tendedero portátil en el jardín o en el balcón. A la vista de todos los que pasen, sin problemas.
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