Los tenemos normalizados
Estos son los micromachismos que vas a vivir hoy (tú y todas nosotras)
Los micromachismos son aquellas acciones sexistas que tenemos tan normalizadas que ni siquiera nos damos cuenta de cómo nos afectan. Desde que salimos a la calle por la mañana hasta que volvemos vamos recibiendo raciones de discriminación sin que nos percatemos muchas veces de ello. ¿No te lo crees? Vamos a hacer una prueba.
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El otro día me propuse abrir la mirada e identificar todos los micromachismos que iba recibiendo a lo largo del día. ¿Empezamos?
8:00 Salgo de casa y al bajar al portal me cruzo con un vecino que, él muy madrugador ya viene con el periódico en la mano y me da los buenos días con eso de “¿ya vas a trabajar guapa?”. Primer tanto del día. ¿Es necesario terminar esa pregunta con un guapa? No, respuesta rotunda. Los piropos, aunque no vayan acompañados siempre de alguna palabra que identifiquemos con un significado sexual, son ofensivos y es una manera sutil de objetivizarnos. ¿Me hubiera dicho lo mismo si yo fuera un hombre?
8:15 Cojo el transporte público para ir al trabajo y nada más montarme me fijo en los asientos reservados para colectivos especiales. Es decir, personas mayores, con diversidades y... madres. En el caso de mujeres embarazadas está claro que el icono no puede variar mucho, aunque si nos ponemos integradoras podríamos usar muñequitos sin género y simplemente añadirles una barriga. Pero hay algo particular que he observado y es que cuando estos asientos o huecos están reservados a personas que van acompañadas por cochecitos de bebé o niños, ¿cómo es la figura del adulto? Una mujer. Tal vez no sería mala idea poner dibujos sin género y así cabemos todos.
Ahora voy a sentarme, pero antes voy a jugar al juego del cascanueces. ¿No sabes cuál es? Es ese en el que tienes que ir obligando a que tu compañero de asiento cierre las piernas mientras su cara se va convirtiendo en un poema creyendo que sus nueces van a hacer crack en cualquier momento. Fuera bromas, el espacio público es el paraíso de los micromachismos, ellos se extienden y toman todo el espacio que necesitan mientras nosotras cruzamos las piernas, nos sentamos en la esquina del asiento o casi ni apoyamos el culo. 30 minutos de viaje cómodo para él frente a tu comienzo incómodo de la mañana.
9:00 Estoy en el trabajo y leo los comentarios que recibo en las redes sociales relacionado a mi faceta profesional. Cada mensaje recibido incluye una palabra que alude a mi físico, algunos se han tomado la molestia de añadir un comentario relacionado con lo que hago, pero así como algo secundario. Comentarios gratuitos que más que micromachismos son machismo puro y duro. Seguro que tú, si trabajas en algo diferente a mí, puedes identificar otros muchos comentarios dirigidos a ti personalmente y no siempre ligados con tu carrera, cosa que a ellos no les sucede con tanta asiduidad. A ellos no se les comenta la camisa nueva que llevan o si tienen el humor un poco cambiado por esas cosas que nos pasan a la mujeres.
11:00 Durante mi descanso en la cafetería voy al baño y ¿qué veo? El cartel indicativo de que la zona para cambiar a los bebés está ubicada en el baño de mujeres, así como el baño adaptado. De nuevo es algo que tenemos totalmente interiorizado y que asumimos. Nosotras cuidamos, portamos, cambiamos y... cedemos espacios. ¿Por qué este espacio nunca está en sus baños? Cada vez hay más locales que ponen otro rincón donde poner el cambiador, se crea un espacio nuevo para calmar esta irritación que nos da porque lo pongan siempre en el baño de señoras, pero ¿habéis visto alguno que se haya cambiado y puesto en el de caballeros? Aún lo estoy buscando... No se trata de crear un espacio aparte, sino que en este espacio entremos sin distinciones de género.
19:00 Sentada en la barra de un bar junto con un compañero pedimos las bebidas. Yo un vino, él una infusión. En este caso el micromachismo no estuvo enfocado en las bebidas, sino que fue todavía más directo. Yo saqué la cartera para pagar y él insistía en invitarme. Llegamos al acuerdo de que yo pagaba las bebidas y él la cena. Ante nuestra conversación el camarero, muy gracioso él, añadió que yo era muy lista porque así él era el que pagaba la cena, que seguramente, sería más cara. Vamos que, como quien no quiere la cosa, convirtió nuestra charla de trabajo en una cita, claro como éramos de género opuesto no cabía duda, y además me iba a invitar. ¡¿Cómo osaríamos no seguir las normas sociales?!
Los micromachismos tienen la gran habilidad de ir mutando y cambiando para pasar cada vez más desapercibidos. Cuando pensamos en cualquiera de las situaciones que os he contado, nos saltan las alarmas y hemos aprendido a reaccionar, esto es un gran paso. Pero tienen la habilidad de cambiar en algo, aunque sea un detalle minúsculo, para que de nuevo se naturalice y volvamos a empezar el juego de identificar, concienciar y actuar. Esto es un círculo chicas del que nos va a costar salir, pero si cada vez que nos atacan con uno de ellos no reaccionamos, se hará una bola indestructible.
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