DIA DE LA FELICIDAD

¿Hay que hacer felices a los hijos? Una experta en educación tiene la respuesta

Cada 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad. Y en medio de tantos mensajes que nos empujan a hacer que nuestros hijos sean felices, vale la pena detenernos a reflexionar: ¿Realmente debemos centrarnos en eso como padres y madres?

Madre e hija

Madre e hijaPexels

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No nacimos para andar persiguiendo la felicidad como un destino, ni mucho menos para garantizarla a nuestros hijos como si fuera un producto que podemos entregarles envuelto y listo.

Nuestra tarea va más allá. No se trata de criar niños felices, sino de formar seres humanos con recursos internos para buscar, construir y sostener su felicidad a lo largo de la vida.

La felicidad no es un estado permanente

Una de las grandes trampas de nuestra época es pensar que la felicidad es constante o que todo lo que incomoda es señal de que algo anda mal. Y sin darnos cuenta, criamos con esa misma idea: evitamos frustraciones, amortiguamos caídas, rescatamos antes de tiempo... como si el dolor o el aburrimiento fueran enemigos.

Madre e hija pequeña
Madre e hija pequeña | Pexels

Pero la felicidad no crece en el terreno de la perfección. Se fortalece en quienes aprenden a tolerar la espera, a levantarse después de un mal día, a nombrar lo que sienten, y a pedir ayuda cuando la necesitan. Nuestros hijos necesitan vivir emociones incómodas sin que eso los etiquete como "infelices". Necesitan saber que sentirse mal a veces es parte de estar vivo.

Más que protegerlos de todo, enseñémosles a navegar por dentro

En lugar de correr a evitarles cada dolor, tenemos que ayudarles a desarrollar brújula interior. Eso incluye enseñarles a identificar lo que les hace bien, lo que no, y lo que sí pueden cambiar. Significa acompañarlos en el enojo sin reprimir, en la tristeza sin distraerlos, en la frustración sin resolverles la vida.

Los niños y adolescentes que aprenden a gestionarse por dentro tienen mucho más margen para construir una vida con sentido. Y ese, aunque no siempre parezca, es el camino más duradero hacia la felicidad.

Una madre y sus hijos felices
Una madre y sus hijos felices | Pexels

Criar desde el vínculo

A veces, sin querer, criamos desde la ansiedad de verlos contentos, y constantemente queremos evitar el llanto, que no se frustren, que no se enfaden. Pero cuando todo gira en torno a que estén felices, dejamos de verlos realmente.

Criar desde el vínculo significa acompañarlos incluso cuando no están bien, sin necesidad de cambiarles el estado emocional al instante. Significa sostener, escuchar, validar, estar. Esa presencia constante (no ansiosa ni invasiva) es la que verdaderamente los fortalece.

Ojo, querida mamá y papá, no estamos aquí para darles una vida sin tropiezos ni una infancia libre de emociones incómodas. Estamos aquí para ayudarles a desarrollar las herramientas que les permitan vivir con autenticidad, regularse, buscar relaciones sanas, tomar decisiones conscientes y adaptarse a la vida tal como es.

Porque la verdadera felicidad no se entrega: se construye desde adentro. Y eso sí es algo que, como madres y padres, podemos ayudar a sembrar cada día.

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