ENTREVISTA
¿Los niños realmente necesitan rutinas? Esto es lo que opina una experta
Charlamos con Bei, experta en educación consciente, Montessori, inteligencia emocional y disciplina positiva, para saber más sobre cómo afectan las rutinas a los niños y hasta qué punto son recomendables.
Publicidad
"Los niños necesitan rutinas", es una frase que habremos escuchado muchas veces en conversaciones sobre educación infantil, sugerida como la solución para garantizar estabilidad y seguridad en los más pequeños. Sin embargo, Bei, la creadora de contenido experta en educación consciente, Montessori, inteligencia emocional y disciplina positiva (@educandoenconexion.es), nos invita a reflexionar sobre esta creencia.
En una reciente entrevista con NovaMás, Bei ha compartido su perspectiva sobre el papel de las rutinas en la infancia y ha explicado por qué cree que no son imprescindibles para el desarrollo de los niños.
Siempre se ha dicho que los niños y niñas necesitan rutinas. ¿Por qué defiendes, en cambio, que eso no es así?
Creo que en muchas familias las rutinas pueden ser una estrategia que ayude mucho a satisfacer las necesidades de figuras parentales e infancias. Sin embargo, creo que la frase "los niños necesitan rutinas" es adultocéntrica y, a veces, no siempre, tiene un marcado carácter peyorativo.
Las niñas y niños necesitan, especialmente en los primeros años de vida, vivir espacios de seguridad, comprensión y afecto. Necesitan poder explorar y desarrollar su autonomía, al tiempo que necesitan acompañamiento de sus figuras parentales (o docentes), esto implica cuidar los límites para que permanezcan seguros y también cuidar sus emociones para que se sientan sentidos y aprendan a regular sus emociones junto a sus figuras de referencia.
Esto es lo que realmente necesitan las criaturas; las rutinas son una estrategia para cubrir una necesidad, no una necesidad per se. Confundir ambas cosas nos puede llevar a situaciones de desconexión. Por ejemplo, podemos decidir que a esta hora tienes que bañarte; a esta hora, ponerte el pijama; a esta hora, cenar; a esta, lavarte los dientes y a esta otra, leer un cuento. Esto da a los infantes seguridad y estructura, y es algo que favorece también su autonomía.
Sin embargo, a menudo, las rutinas impuestas de manera estricta pueden generar estrés en días ya de por sí cargados, y no siempre adaptados a las necesidades de juego libre y calma de los infantes. Quizás, por establecer rutinas fijas, no nos damos cuenta de que este día necesita más tiempo; este, más escucha; este, más validación emocional…
¿Qué pasa si, como adultos, no escuchamos esas necesidades de la infancia?
Cuando ponemos demasiado foco en el reloj y no el niño que tenemos delante, cuando no contamos con ellos a la hora de acordar, por ejemplo, el orden, o imponemos las rutinas desde el autoritarismo, estamos perdiendo conexión con ellos. Esto se va a traducir en luchas de poder o en gritos, que además van a depender mucho de cómo sea mi día, lo cansada que estoy, la paciencia que me quede… Esto va en detrimento de la necesidad de seguridad.
¿La propuesta, entonces, es ir hablando y negociando con ellos?
Si en familia hablamos sobre las cosas que debemos hacer antes de dormir y la hora a la que necesitamos estar acostados para tener un sueño reparador; si los adultos cuidamos los límites y los niños pueden escoger, desde su autonomía, dentro de las opciones que los adultos hemos considerado seguras, y además lo plasmamos por escrito o con dibujos para recordarlo, será mucho más fácil lograr su implicación y, sobre todo, fortaleceremos la conexión.
En definitiva, aunque las rutinas pueden ofrecer cierta seguridad y previsibilidad a la infancia, no considero que sean imprescindibles ni que deban imponerse de manera rígida. Defiendo que lo más importante es la flexibilidad y la capacidad de adaptación y que lo que permanezca lo más estable posible sea la capacidad de respuesta y regulación de la persona adulta.
Si las rutinas favorecen esto, bienvenidas sean; si todo lo contrario, será necesario buscar soluciones diferentes encaminadas a crear un entorno donde ellos y ellas se sientan seguros y acompañados, sin necesidad de depender de una rutina tan fija.
No obstante, en algunos casos concretos, las rutinas son imprescindibles…
Al mismo tiempo, algunas personas, adultas y menores, con diferentes modos de procesar la información, por ejemplo dentro del espectro autista, van a tener una mayor necesidad de seguridad y estructura y de que su ritmo diario permanezca lo más estable posible. Una rutina más fija puede ser algo positivo para ellos, pero, del mismo modo, la necesidad en este caso no es la rutina, sigue siendo la seguridad.
Publicidad