RUIDOS EN EL SEXO
¿Se pueden controlar los gemidos y jadeos en la cama?
Los gemidos en la cama pueden ser una fuente de liberación o comunicación, pero existen más formas de expresarse.
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Cuando en una película se quiere hacer ver que una mujer está disfrutando mucho de una sesión de sexo, el recurso siempre es el mismo: hacer que grite mucho en la cama. Lo vemos en el porno y, por desgracia, lo hemos vivido con algunos vecinos.
La realidad es que, en el sexo, como en la vida, hay mucha diversidad y no todas las mujeres tienen la necesidad de gritar y jadear muy alto para mostrar su satisfacción sexual. Pero algunas sí. Y cuando no se sabe cómo modular el entusiasmo la situación puede volverse algo más problemática. No es lo mismo hacerlo en un hotel o en una casa apartada de personas conocidas, que hacerlo en una casa rural compartida o en un apartamento de vacaciones con tus padres. O sin ir más lejos, hacerlo en tu casa con hijos pequeños.
“Los gemidos pueden ser una forma de liberación, de conexión con nuestro propio cuerpo y nuestro placer, de comunicación con la otra persona… y todo esto nos ayuda a alcanzar el clímax”, aclara la sexóloga Ester Álvarez.
Por eso, cuando hemos vinculado esa sensación de liberación que produce el sexo con la capacidad de gritar, silenciar los gemidos puede un corte de rollo. O incluso suponer una dificultad para llegar al orgasmo, si estamos más centradas en no gritar que en disfrutar. “Es cierto que cuando estás acostumbrada a ser un poco escandalosa en tus relaciones sexuales y te toca cohibir tus gemidos por cualquier motivo, esto suele dificultar que puedas sentirte cómoda y desinhibirte como de costumbre”.
No se trata de renunciar a esa forma de liberación, sino de saber modularla o de ser capaz de liberarse de más maneras. Al final el orgasmo es uno y los caminos que nos conducen a él pueden ser muchos. Por eso es importante tener más recursos por si falla alguno de nuestros habituales.
Así, al igual que cuando no podemos tener un coito disfrutamos igualmente del sexo oral, si no podemos gritar como locas, podemos sentir la excitación de morder el hombro de nuestro amante, o de gemir sobre la almohada. O de disfrutar del morbo de gemidos silenciosos.
“Podemos expresar nuestra excitación de muchas maneras: con la mirada, por ejemplo, mirando fijamente a nuestro amante; con las manos, agarrando fuertemente sus manos, las sábanas, o alguna parte de su cuerpo, o tal vez clavando las uñas en la otra persona; a través de la respiración, con inhalaciones y exhalaciones intensas”, apunta por su parte la sexóloga.
Otra cuestión es que los gemidos no solo sean una forma de liberación, sino una forma de comunicarnos con nuestra pareja. A veces es más sencillo aumentar la intensidad de los gemidos para mostrar que algo nos gusta, o disminuirla si no, y que la otra persona se guíe por los sonidos (si tenemos ese código como clave) que ponernos a explicar nada en ese momento de excitación.
En estos casos puede ser importante no renunciar del todo a los gemidos y simplemente aprender a modularlos o cambiar nuestra forma de expresarlos. “Siempre queda la opción de hacerlo bajito, pero al oído de nuestra pareja. Gemir a modo de susurros en el oído de nuestro amante puede ser muy excitante para ambos”, concluye Álvarez.
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