RADIOLOGÍA PEDIÁTRICA

Radiografías en niños: Peligros reales de la radiación en la infancia

El personal sanitario suele valorar muy bien la necesidad o no de someter a un menor a una radiografía. Te cuento como pediatra los riesgos de esta prueba y en qué casos no es tan necesaria.

Un nuño sujeta una radiografía de torax

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El avance en radiología pediátrica ha permitido que el diagnóstico y manejo de algunas enfermedades haya mejorado enormemente en los últimos años. Sin embargo, un uso excesivo e inapropiado de estas técnicas puede dar lugar a exposiciones innecesarias que aumentan los riesgos y no aportan beneficios adicionales a los niños.

Es labor del pediatra informar a la familia de estos riesgos y de optimizar el uso de las pruebas disponibles según el caso.

¿Qué es la radiación?

La radiación es energía emitida en forma de ondas o partículas y propagada a través de un medio o un espacio. La radiación con suficiente energía para extraer electrones durante su interacción con los átomos se conoce como "radiación ionizante". Los rayos X y la tomografía axial computerizada (TAC) utilizan este tipo de radiación.

A pesar de que el cuerpo cuenta con mecanismos de reparación del ADN muy potentes, la exposición a la radiación puede provocar la transformación no letal de las células. Si no se retiran las células transformadas, después de un periodo de latencia considerable (varios años o incluso varias décadas) pueden volverse malignas, provocando cáncer.

Radiación en en niños

Los niños tienen una sensibilidad especial a las radiaciones por diferentes razones:

  • Sus tejidos están en crecimiento y replicación constante por lo que son más vulnerables que los adultos para sufrir ciertos tipos de cáncer.
  • Tienen una mayor esperanza de vida, lo que implica un mayor periodo temporal para manifestar problemas de salud radioinducidos a largo plazo.
  • Son el transporte de material genético a las futuras generaciones.

Dosis de radiación según la prueba

No todas las pruebas emiten la misma radiación. La dosis de radiación de una radiografía simple de tórax se corresponde con la que aportan las fuentes naturales en tres días (escasa). En el otro extremo, una TAC abdominal en un niño de 1 año supone 1,8 años de radiación natural, equivalente a 500 radiografías.

A efectos de protección radiológica, se da por hecho que existe una relación lineal entre la exposición a la radiación y el riesgo a desarrollar cáncer, sin que exista un valor umbral por debajo del cual el riesgo sea cero, por lo que la Sociedad Española de Radiología Médica (SERAM) ha recogido una serie de medidas para intentar reducir la dosis de radiación recibida:

1. No hacer la prueba si el beneficio no supera al riesgo. Realizar sólo las pruebas imprescindibles.

2. Evitar en la medida de lo posible utilizar radiación ionizante (rayos X) evitando la realización de radiografías y tomografia axial computerizada (TAC) y priorizar la realización de pruebas inocuas como la ecografía (ultrasonidos) o la RMN (radiación electromagnética no ionizante).

3. No hacer más proyecciones de las imprescidibles. Si con una proyección frontal obtenemos la información no realizar la proyección lateral.

4. Reducir la superficie irradiada al mínimo imprescindible.

5. Evitar las repeticiones por movimiento del niño: sujección adecuada o sedación…

6. Reducir parametros para evitar al máximo el tiempo de radiación.

7. Usar métodos de protección para las zonas más radiosensibles: tiroides, genitales o médula ósea utilizando bandas de goma plomadas

8. Reducir el número de controles o espaciarlos lo máximo posible en pacientes cronicos.

Recordar también descartar siempre embarazo antes de realizar una prueba radiológica a una adolescente mayor de 12 años por el riesgo de daño al feto.

Casos en los que una radiografía no es necesaria

Debido a estos potenciales riesgos, parece razonable aplicar la lógica y el sentido común y no solicitar exploraciones radiológicas por capricho sino cuando son realmente necesarias.

Por poner algunos ejemplos:

  • Ante un dolor abdominal, la prueba de elección para descartar una apendicitis sería la ecografía en lugar de realizar una radiografía o un TAC abdominal.
  • Ante un traumatismo craneoencefálico leve una radiografia de cráneo no aportaría información acerca de sangrados intracraneales por lo que no se debe realizar de rutina. La prueba de elección en el caso de que hayan alteraciones neurológicas o traumatismos graves sería un TAC cerebral porque en este caso el beneficio de una alteración intracraneal precoz superaría al riesgo de la radiación.
  • Ante un cuadro de fiebre y tos, el pediatra debe indicar cuándo solicitar una radiografía puesto que la imagen de neumonía puede no aparecer hasta pasados unos días de la clínica. Si se realiza en los primeros días del cuadro es posible que haya que repetirla posteriormente, aumentado así la radiación.
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