DÍA DE LA MUJER
Seis micromaltratos que estás aguantando sin darte cuenta
La ‘violencia simbólica’ que ejerce el patriarcado, de la que hablaba el sociólogo Pierre Bordieu, se manifiesta en una serie de micro maltratos y gestos cotidianos que no son más que manifestaciones de los roles machistas imperantes.
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Un 14% de adolescentes aseguran haberse sentido presionadas para mantener relaciones sexuales, una presión ejercida en un 55,7% de los casos por el chico con el que salen. Un 17,3% asegura haber sufrido abuso emocional, un 17,1% control abusivo en general y un 14,9% control a través del móvil.
Son cifras extraídas del estudio La situación de la violencia contra las mujeres en la adolescencia en España, elaborado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad, publicado el pasado mes de febrero y realizado sobre una muestra de más de 13.000 adolescentes de entre 14 y 20 años. El estudio concluye, además, que las chicas sufren un estrés derivado del rol de género sexista, “correlacionado con problemas de salud y falta de autoestima”. Se destaca, además, que “los roles de género sexistas persisten y la violencia sexual y el acoso sexual on-line aumentan significativamente, por lo que es esencial continuar con el trabajo destinado a la erradicación de la violencia machista”.
Esto significa que, más allá de las situaciones evidentes de violencia física y psicológica hacia las mujeres reconocibles para todo el mundo, existen micromaltratos que a menudo pasamos por alto y que no son más que una consecuencia de los roles de género imperantes a lo largo de la Historia. Tal vez muchas de nosotras hayamos padecido alguno de ellos y, aunque puede que no los detectásemos en su momento, nunca es tarde para erradicarlos y así, poco a poco, ir aportando nuestro granito de arena para allanar el camino a las generaciones venideras. ¡Feliz Día de la Mujer!
Te interrumpe
Según un estudio de la Universidad de Pennsylvania, los hombres interrumpen a las mujeres tres veces más que a otro hombre, cosa que ocurre en todos los ámbitos: evidentemente en el laboral, pero también en el familiar y en el doméstico. El clásico mansplaining, al que estamos tan acostumbradas que en muchas ocasiones ya ni reparamos en él, no es más que una reproducción en diferentes contextos del “tú calla, que no sabes”, o del clásico gesto condescendiente que pretende dejar claro que no estás al nivel de la conversación. Si te interrumpe, si no te escucha cuando hablas, si no es capaz de seguir el hilo de lo que explicas, es que no le interesas. Toma nota.
No te habla
Todos conocemos a alguna de esas parejas que apenas si se dirige la palabra. Esto nos invita a pensar sobre lo agresivo que puede ser el silencio, la indiferencia de una de las partes ante los deseos de comunicación de la otra. Lo explica bien el psicoterapeuta experto en las problemáticas de la condición masculina, Luis Bonino, en 'Micromachismos: el poder masculino en la pareja moderna'. “Independientemente de las dificultades de los varones para hablar (especialmente de su mundo emocional), el silencio es una maniobra de imposición de los propios intereses, porque callar lleva a imponer el silencio al que está con uno. Permanecer en silencio no es solo no hablar, sino no sentirse obligado a hablar”. En ese sentido, Bonino explica que muchos hombres van un paso más allá y entran en una condición de “aislamiento y mal humor manipulativo”, que suele utilizarse cuando “ella quiere intimidad, respuestas o conexión y se impone a la mujer el no acercamiento”.
No se encarga de las tareas domésticas al 50%
Cualquier cosa que no sea un reparto equitativo de las tareas domésticas descansa en la idea tradicional de que el hombre debe ocuparse de la esfera pública, para la que se le presupone mayor capacidad, y que la mujer se encarga de lo privado. Es lo que el sociólogo Pierre Bordieu denomina “violencia simbólica”, un término que se refiere a la relación en que el dominador ejerce la violencia indirecta –nunca física y directa– en contra del dominado, el cual no es consciente de dichas prácticas y se convierte en “cómplice de la dominación a la que está sometido”. En el caso de las tareas domésticas, Bonino habla del “aprovechamiento y abuso de la capacidad ‘femenina’ de servicio” por parte de muchos hombres, que delegan a sus mujeres “el trabajo de cuidado de los vínculos y las personas”. Así pues, si bien es complicado luchar contra el hecho de que nos nazca realizar ciertas tareas vinculadas a los cuidados y a lo doméstico, así como es probable que a nuestras parejas no, es necesario replantear urgentemente estos roles para poder redireccionar la situación cuando se produzcan desequilibrios.
Apela a la superioridad de la lógica masculina
Este micromachismo está tan arraigado que no solo es que no nos demos cuenta, sino que nosotras mismas lo reforzamos en numerosas ocasiones. Se trata de dar por bueno el enfoque de la realidad que se basa en la razón o la lógica y de considerar menores o menos válidas otras aproximaciones, generalmente femeninas, que se sustentan en la emoción o la intuición. Un ejemplo, según Bonino, es “la monopolización de la definición de la seriedad o no de los temas de discusión por parte del varón: ¡lo que dices son tonterías! es una frase que lo sintetiza”.
Se “refugia en el estilo”
El concepto “refugiarse en el estilo” acuñado por Bonino se refiere a una práctica habitual masculina a la hora de enfrentarse a las discrepancias. “Es una maniobra muy eficaz de paralizar un reclamo apelando que no fue dicho de la manera correcta (según él y según lo que se espera socialmente de una buena mujer). ‘Si me lo pidieses de otra manera’ o ‘No sabes más que chillar’ son otras de las frases”.
Insiste hasta conseguir lo que quiere
No es no. Es más: no es no a la primera. No hace falta repetirlo, porque entonces ese no que hemos pronunciado convencidas empieza a desvirtuarse. La historia del cine y la televisión está plagada de esos chavales bonachones y poco carismáticos que a golpe de insistir acaban ligándose a esa chica que desde el minuto uno ha dejado clara su falta de interés en él, desde Leonard de The Big Bang Theory a Rafa de Ocho apellidos vascos, por poner solo un par de ejemplos de masculinidades tóxicas lacerantes. El mensaje es que si persistes puedes conseguirlo, además de que se presenta a la mujer como alguien volátil e inseguro a quien se puede convencer de cualquier cosa a base de machacar.
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