PANDEMIA
Vacuna de AstraZeneca y trombos, ¿qué sabemos realmente?
No hay duda de que esta pandemia ha sido una revolución en muchos aspectos, entre ellos, está el hacer común en la población palabras que antes estaban reservadas a públicos más específicos. Entre ellas, PCR, ARNm… que no son nuevas, ni mucho menos, pero ahora están naturalizadas en el lenguaje habitual.
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Casi cada semana incorporamos una nueva, dependiendo de cómo sea, se genera una alarma social o no, y las palabras nuevas de esta semana se han llevado los titulares de todos los medios de comunicación. No son otras que “evento tromboembólico” o “trombosis de senos venosos” y “trombosis venosa profunda”.
Cuando aprendemos una nueva palabra, lo primero que debemos hacer es buscar información para ver de qué estamos hablando.
¿Qué es una trombosis de senos venosos?
Cualquier situación en la que un paciente presenta un trombo o coagulo sanguíneo que impide o dificulta la circulación sanguínea, se llama trombosis. Si este trombo se localiza en el sistema venoso del cerebro, se llaman trombosis de senos venosos cerebrales, pero puede darse en otras zonas del cuerpo.
La incidencia en España es en torno a 1-1.3 casos/100 000 habitantes al año y representa un 0,5% de las enfermedades cerebro-vasculares. Este tipo de evento tromboembólico en concreto es más frecuente en mujeres en torno a los 40 años.
¿Qué síntomas presenta?
El más frecuente es la cefalea intensa y, en ocasiones, se acompaña de síntomas similares a un ictus (pérdida de fuerza, alteración del lenguaje o de la marcha, pérdida de visión) con vómitos, rigidez cervical… el diagnóstico se confirma con pruebas como la resonancia magnética o un TAC.
¿Qué pronóstico tiene?
En general, cuando se trata a tiempo, tiene un pronóstico favorable. En otro caso, puede dejar secuelas. Alrededor del 80% de los casos tienen este pronóstico favorable y un 5% desarrolla alguna secuela severa.
Ahora que ya sabemos de qué estamos hablando, se hace necesario introducir una nueva palabra que necesitamos estos días: sistema de farmacovigilancia. Es un sistema de notificación de eventos adversos de fármacos (de todos) en los que se analiza si tienen una relación directa con la administración del mismo y se realizan las actuaciones necesarias según se requiera. Todos los fármacos están sujetos a este sistema durante toda su vida comercial. A esto se le llama “fase IV”. Si presentáis una reacción (no tiene que ser grave) que consideráis relacionada directamente con un fármaco, se lo podéis comunicar al médico o farmacéutico y ellos disponen de medios para comunicarlo a los centros de farmacovigilancia que lo estudiarán.
Bien, con esta información ya disponemos de un contexto para hablar de lo que está sucediendo con la vacuna AstraZeneca-Oxford.
El sistema de farmacovigilancia funciona, y más aún en estas vacunas que tienen una autorización especial en la que se revisa lote a lote. Todo el mundo tiene mil ojos puestos en ellas. Hablo de “ellas” porque están puestos en todas, no sólo en esta.
Se han comunicado once casos de trombosis de senos venosos cerebrales que presentaron síntomas entre 3 y 14 días después la vacuna. Si hablamos de episodios tromboembólicos la cifra llega a los treinta en diecisiete millones de personas vacunadas en Europa.
Una vez se da la alerta, es posible que se una algún caso no notificado previamente. En España se están estudiando tres casos.
¿Y ahora?
Ahora hay que relacionar esos casos con la vacuna y descartar que sean los mismos casos que sucederían sin vacuna. No es plan de asustar, pero hay gente tenía trombos antes de la vacuna, tendrá trombos después de la vacuna, exactamente igual que antes de la pandemia. La cuestión es que esos trombos no estén relacionados con la vacuna. Lo que se intenta evitar son las posibilidades de tener un trombo porque nos hemos contagiado COVID 19 (que, además, es frecuente). En todo caso, esta semana ya se retoma la vacunación tras el parón.
“Pero si yo nunca había oído eso de la trombosis venosa profunda”. ¿No? Pues deberías, porque mira los factores de riesgo.
- Factores hereditarios
- Estancia hospitalaria larga (por eso nos pinchan heparina)
- Embarazo
- Anticonceptivos orales
- Sobrepeso u obesidad
- Tabaquismo
- COVID 19
- Algunos tipos de cáncer
- Insuficiencia cardíaca
- Enfermedad inflamatoria intestinal
- Edad
- Permanecer sentado, sin movimiento de extremidades durante más de 5 horas (por ejemplo, en vuelos largos, el llamado: síndrome de clase turista).
Muchos de estos factores de riesgo están en nuestra mano, por si queréis revisar algunos.
“¿Me va a pasar algo si me pongo la vacuna?”
Pero, ¿qué pregunta es esa? Estamos hablando de medicamentos. Los medicamentos son compuestos que se autorizan porque tienen efectos favorables en un positivo balance beneficio-riesgo.
Sé que queremos una respuesta de “sí” o “no” pero esto no funciona así, si no… podéis leer los efectos adversos notificados en medicamentos que tomamos habitualmente (los del alcohol y tabaco ya tal). Las vacunas mueren de éxito, como funcionan, os creéis que no valen para nada. Siempre cuesta más asumir unos efectos secundarios cuando no tienes la enfermedad que tomarte 3 ibuprofenos de 600 porque “te duele un poco la garganta”. Es un poco como el seguro del coche, si no arranca, los llevas al taller y pagas lo que sea, pero pagar un seguro por si acaso… ¿Cuántas veces habéis dicho: “menos mal que tenemos seguro”? pues igual con las vacunas, sólo que como no ves enfermedad en tu entorno, crees que no hacía falta.
¿Cuáles son los posibles escenarios?
Salgo que salga negativo el balance beneficio-riesgo, en cuyo caso se retirarán del mercado, nos encontraremos con dos posibles situaciones:
- Que se demuestre que no hay relación y se continúe la vacunación
- Que se incluya en el grupo de efectos adversos y se continúe la vacunación con más atención a esto.
Porque hay que continuar vacunándose. Porque necesitamos vacunarnos. Porque los miedos sin contexto matan más que las vacunas. Mientras: confiemos en los sistemas de control.
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