CADA VEZ TENEMOS MENOS HIJOS
¿De verdad es tan malo ser hijo único?
Quién no ha escuchado alguna vez a unos padres yendo a buscar un segundo embarazo con el argumento de “dar un hermanito” al hijo mayor? ¿De verdad un niño necesita tener un hermano o hermana para que su vida sea mejor? ¿Cuántas parejas con el instinto paternal aniquilado han buscado un segundo hijo solo para huir de la maldición del hijo único? ¿Hay algo de verdad en ello o es un mito más de los tantos que rodean el mundo de la maternidad?
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“Existe muy poca investigación sobre el tema, y la que hay suele coincidir en que no se puede hablar de un síndrome del hijo único”, explica la psicóloga y terapeuta familiar Nicoletta Roncalli. “No se ha demostrado desde un punto de vista científico que los hijos únicos sean más narcisistas, solitarios o responsables que aquellos que tienen hermanos”, pese a que sí que existen ciertas corrientes no científicas que consideran fundamental en el desarrollo de la personalidad la posición de cada miembro del núcleo familiar.
Para Roncalli, “pese a que no hay un camino determinado que te lleve a desarrollar una personalidad por el hecho de ser el único hijo”, sí que es cierto que los padres de estos niños deberían vigilar especialmente ciertos aspectos tanto de la educación como del vínculo que crean con ellos. Estos son algunos consejos que deberían seguir, en realidad, todos los padres, pero especialmente los que tienen hijos únicos.
No dejes que se haga mayor demasiado pronto. Pese a que no es exclusivo de los padres de hijos únicos, es cierto que estos últimos podrían tener una mayor tendencia a provocar “un proceso temprano de adultización del niño”, en palabras de Roncalli, lo que supone “una carga de preocupaciones y compromisos que no son adecuadas para su edad”. Roncalli asegura que es fundamental mantener un límite generacional férreo entre padres e hijos para que no se produzca una inversión de roles. “Cuando estos límites se vuelven porosos, un término que empleamos en psicología, es cuando empiezan los problemas”. Esto no significa, sin embargo, no dar responsabilidades a los niños “siempre que sean explícitas”.
Procura que se relacione con otros niños. “Hay que ayudar a la sociabilización de los niños que no tienen hermanos, y para eso es importante que los padres favorezcan el contacto entre iguales”, algo fundamental para que el niño desarrolle seguridad y autonomía fuera del contexto familiar y aprenda “a compartir y a competir”. La psicóloga asegura, sin embargo, que no existen estudios que certifiquen que, una vez alcanzada la edad adulta, los hijos únicos se muestran menos cooperativos que los que tienen hermanos.
Cuidado con tus expectativas. En ocasiones, los padres de hijos únicos pueden volcar todas sus expectativas en sus hijos “para tratar de convertirles en la persona que ellos no fueron”. Craso error. Es conveniente incidir desde pequeños “en la diferenciación”. Si el vínculo es demasiado estrecho, al final el niño no será capaz de diferenciarse emocionalmente de los padres, lo que comúnmente conocemos como “cortar el cordón” y vivir la propia vida.
Ojo con los triángulos. En una relación a tres, es más que habitual que el hijo se convierta en el eje que vertebra los conflictos entre los padres, algo que conviene evitar a toda costa. “Pasa con frecuencia que los padres tratan de buscar un aliado en el niño, que siente que tiene que posicionarse con uno de los dos, que tiene que decidir”, explica la psicóloga. Este fenómeno se conoce como triangulación y no es exclusivo de los padres separados, sino que se da también de manera mucho más sutil entre muchos padres que conviven.
Sobre todo, relájate. No intentes “divertir” constantemente al niño para compensar cierto sentimiento de culpa porque no haya tenido hermanos. “No existe ninguna relación directa entre la soledad y la felicidad, más bien todo lo contrario. La soledad y el aburrimiento estimulan la creatividad, y precisamente el problema de los niños de hoy en día es que están sobreestimulados”, explica Roncalli. “Puedes sentirte terriblemente solo en una familia numerosa y feliz y acompañado siendo hijo único”. Para la psicóloga, conviene acabar con esa “demonización de la soledad” tan propia de las sociedades contemporáneas y entender que “la felicidad de un niño siempre dependerá de los vínculos de seguridad y afecto que se creen con los padres. Estos, por un lado, deben acogerle, consolarle y protegerle cuando lo necesite, pero a su vez animarle a buscar su propio espacio fuera del círculo familiar”, concluye Roncalli.
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