Por Betty M. Martínez
5 claves por las que 'Te doy la vida' convenció a la audiencia en Nova
Venía avalada con el hecho de haber sido el último gran fenómeno latino y las expectativas no defraudaron. 'Te doy la vida' consiguió capítulo a capítulo atrapar a una audiencia enternecida por la dulzura de Nico, emocionada por los sentimientos entre Pedro y Elena, indignada por las malas artes de Ernesto y Gina y admirada del buen hacer de esa generación de actores que nunca defrauda como César Evora o Erika Buenfil.
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Nico, el origen de todo
El pequeño Nico (Leo Herrera) ha sido el gran nexo de unión entre todos los personajes de esta historia. Nico era un niño feliz que tenía todo cuanto podía desear alguien de su edad: unos padres que lo adoraban, una familia unida y feliz, una casa bonita y agradable. Pero muy pronto todo ese entorno amable se convirtió en hostil, aunque él lo percibiese como alteraciones a veces incomprensibles.
Su primer gran golpe fue la enfermedad. Pasó de poder jugar por el jardín de su casa a vivir entrando y saliendo del hospital. Pasó de provocar las carcajadas de sus padres con sus ocurrencias a ver la preocupación en sus ojos, aunque ellos siempre intentaron mostrar una sonrisa.
Sin embargo, en medio de esa oscuridad llegó una luz inesperada. Y lo hizo por partida doble. Pedro entraba en su vida para salvársela. Y lo hizo textualmente con su médula y metafóricamente con su irrupción en su familia.
Pero Nico no solo tuvo que luchar contra su enfermedad. También tuvo que enfrentarse al desmoronamiento de su familia. Tuvo que vivir la tensión latente entre sus padres cuando estaban bajo el mismo techo y tuvo que lidiar con las insidias de Ernesto.
Sin embargo, Nico demostró que era mucho más fuerte de lo que creíamos. No solo superó su enfermedad, sino que, no sin esfuerzo, logró entender su condición de niño adoptado. Logró comprender que su madre no era la mala del cuento. Logró no guardar un mal recuerdo de Ernesto pese a las circunstancias. Y, sobre todo, logró querer (y ver) a ese amigo mecánico como su padre.
Un mecánico en la familia
Si bien Nico se ha llevado la parte más complicada de esta historia, Pedro (José Ron) también ha tenido una intensa colección de malos momentos.
Para empezar, se enteró de la noche a la mañana de que era padre y, además, de que era la única esperanza de supervivencia de ese hijo de cuya existencia no tenía ni idea. Para Pedro no fue fácil asumir tanta información, pero actuó como debía. No sólo fue generoso donando la médula para salvar al niño, sino que también lo fue comprometiéndose a guardar silencio sobre su verdadera identidad. Con ese gesto, Pedro salvaba la vida física de Nico y también la “emocional”.
Sin embargo, Pedro no contaba con la profunda conexión que estableció con el niño. Su intención era donar la médula y desaparecer de la vida del pequeño, pero ¿la sangre? ¿la genética? ¿el amor? Hicieron imposible ese objetivo. Entre Pedro y Nico se estableció un lazo muy sólido, muy firme, muy robusto. Un nexo que arrancó de la amistad, de la complicidad de compartir unas hamburguesas, de la devoción común por los coches y terminó consolidándose bajo ese concepto tan especial llamado familia.
Eso sí, esa relación tuvo una particular hada madrina. Nada de eso sería posible sin la cooperación necesaria de Elena. Porque Elena fue la primera que comprendió que a Nico le hacía feliz estar con Pedro y, seamos sinceros, ella también era feliz con él.
Quizá el único pero que se le puede poner al personaje interpretado por José Ron sea un exceso de bonhomía. Era casi perfecto. Era perfecto como padre de Nico. Era perfecto como enamorado de Elena, dispuesto a alejarse de ella incluso si era por su bien. Era perfecto como presunto padre del bebé de Gina. Era perfecto como hijo y hermano. Era perfecto como compañero de trabajo. Era perfecto como mecánico.
Elena, entre dos aguas
Si bien Pedro tuvo que procesar su paternidad, Elena (Eva Cedeño) tuvo que encajar las nuevas piezas en el puzle de su vida. En un principio todo parecía muy simple e inocente, el padre biológico de Nico formaría parte de su rutina como un amigo más. Sin embargo, muy pronto ese escenario idílico se iría complicando.
Es difícil saber cuándo surgió la “chispa” entre Elena y Pedro. Tal vez fue cuando Elena le suplicó ayuda para Nico. Tal vez fue cuando compartieron consultas médicas. Tal vez fue cuando se tomaron un refresco y una hamburguesa. Pero fuera donde y como cada uno crea, lo cierto es que Pedro se fue colando por las grietas que ya empezaban a aparecer en el matrimonio de Elena.
Es lógico que Elena se sintiera culpable por romper su familia. Eran lógicas sus dudas de dejar atrás su matrimonio por ese hombre al que acababa de conocer. Era lógico que sucumbiera al chantaje de Ernesto porque siempre ha tenido muy claro que por encima de todo era madre.
Sin embargo, Elena logró sobreponerse a las dudas, los miedos, las angustias y, sobre todo, logró superar el chantaje emocional al que la sometía su marido.
Ernesto y Gina, del todo a la nada
Porque si Pedro ha sido la luz que iluminó la vida de Nico y Elena, Ernesto (Jorge Salinas) ha sido la oscuridad. Pero lo más curioso es que en un principio nada hacía imaginar la deriva posterior de los acontecimientos. En una primera impresión Ernesto era un marido cariñoso, un padre ejemplar, un brillante empresario.
Aunque en un principio las apariencias nos engañaron, pronto vimos las primeras señales de alarma. Ernesto no quería ni oír la posibilidad de que Pedro formase parte de la vida de su hijo. ¿Por qué? Haría falta un título de psicología para hacer un buen análisis, pero como meros espectadores podríamos hablar de un grave problema de inseguridad. Ernesto siempre tuvo miedo de perder a Nico por no ser su padre biológico. Y, además, siempre tuvo miedo de perder a Elena.
Lo paradójico es que cuantos más esfuerzos hacía para no perderlos, más los alejaba.
Pero Ernesto no era solo un hombre inseguro. Entre sus múltiples defectos se incluían también la ambición, el egoísmo y la avaricia. Ernesto tenía una cómoda posición en la empresa de su suegro, pero no era suficiente para él. Quería más y tanto estiró las cuentas, que le estallaron en la cara. Ernesto decía amar con locura a Elena, pero no tenía demasiados remordimientos cada vez que se metía en la cama con su cuñada.
Para completar el perfil de este individuo no podemos olvidar el detalle de su identidad. Ernesto ha maldecido mil y una veces al mecánico que le destrozó la vida, pero habría que preguntarle a quién le destrozó la vida Pedro. ¿A Ernesto o a Miguel? ¿Cómo no iba a comportarse como un miserable en el presente si en el pasado ya dio muestras de su preocupante personalidad?
Si bien Ernesto tuvo actitudes bastante egocéntricas, la palma en egoísmo se la lleva Gina.
Podemos llegar a entender todo cuanto hizo por retener a Pedro a su lado: el viejo y ruin truco del embarazo, la alianza con Ernesto para alejar a Elena, una boda que parecía un funeral. Todo eso entra dentro del manual de la perfecta tercera en discordia y Gina lo ha seguido a rajatabla sin saltarse ni un solo apartado.
Pero lo inexplicable es su actitud con María. Vale que no fuera hija de su gran amor, pero ¿cómo es posible que una madre ni siquiera se capaz de coger en brazos a su hija? ¿Cómo es posible que se vaya sin mirar atrás?
Y, desde luego, lo que nunca le perdonaremos es que traicionase a su padre. A pesar de todo, Nelson siempre estuvo a su lado y solo le negó su apoyo cuando la situación ya era insostenible e indefendible. No se merecía que lo golpease en su punto más débil.
El buen hacer de los veteranos
Sin duda Nelson ha sido uno de esos personajes que no por secundario tiene menor relevancia. Nos ha hecho enfadar, nos ha hecho reír, nos ha hecho emocionarnos. Y, una vez más, César Évora ha vuelto a hacer lo que mejor sabe hacer: cumplir con creces las expectativas creadas.
Y, junto a él, otros dos grandes actores imprescindibles para completar esta historia. Omar Fierro (Horario), que ha dividido su tiempo entre un complicado divorcio, una casi quiebra empresarial, una nueva tardía paternidad y la defensa a ultranza de sus hijas. Óscar Bonfiglio (Domingo) que consiguió formar el equipo perfecto tanto con Nelson como con Horacio
A su lado, Erika Buenfil y Nuria Bages interpretaron a las madres de familia con dos percepciones completamente distintas. Esther se desvivía por la felicidad de sus hijos, algo que también ansiaba Andrea para sus hijas, aunque en su caso tardó bastante más tiempo en comprender dónde y con quién estaba.
Al margen de todo esto, habría también mucho que decir de esas subtramas que podrían ser perfectamente el eje central de otras tramas: el romance juvenil de Gabriela y Samuel, la relación con aires detectivescos entre el comandante y la novicia o incluso esa nueva oportunidad que se dan Nelson y Andrea.
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