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Las seis claves que necesitas saber de 'El cuento de la criada', la serie del momento
Antena 3 emite en abierto 'El cuento de la criada' ('The Handmaid's Tale'), basada en la novela de Margaret Atwoody con Elisabeth Moss ('Mad Men') como protagonista. Analizamos las diferencias con el libro y otras claves para entender esta distopía no tan alejada de la realidad actual.
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Las criadas, mujeres útero
Defred (Elisabeth Moss) se llama así porque es propiedad "de Fred", el Comandante (Joseph Fiennes) que, amparado por la ley, la obliga a mantener relaciones sexuales, en presencia de su propia mujer (Yvonne Strahovski), para engendrar hijos. Durante lo que se conoce como "la Ceremonia" las criadas se limitan a ser sujetos pasivos, en una sociedad que ha normalizado la violación sistemática porque el nivel de fertilidad ha disminuido de forma alarmante. Según confesaba Elisabeth Moss lo más complejo de su personaje fue interpretar a Defred sin apenas diálogos, pues le está prohibido hablar y mostrar sus sentimientos.
Un estilo visual impactante
Las criadas se diferencian de las mujeres casadas porque, al contrario que aquéllas que visten de verde, ellas llevan túnicas rojas con tocados blancos. Estas cofias gigantes les impiden, además, levantar la mirada del suelo, obligándolas a caminar torpemente y en silencio. La serie explota esta insólita circunstancia a nivel visual, con planos cenitales (desde arriba) en los que las mujeres se agrupan, forman filas o se sientan en círculo, siendo todas ellas poco más que un número, un rebaño que sigue las normas sin protestar.
Heroínas a la fuerza
Las criadas como Defred son mujeres normales a las que se les ha arrebatado su pasado. Defred no es una heroína al uso, no sabe usar un arma ni posee una habilidad especial. Pero sí es una mujer inteligente, una superviviente, algo que resulta inspirador para el espectador. Nos identificamos con Defred porque conocemos algo más de su vida real gracias a los flashbacks: se llamaba June, atrás ha dejado a su marido y a su hija, sin saber qué ha sido de ellos. Su decisión de rebelarse contra un sistema opresor le podría costar la vida, pero ella asumirá el riesgo.
La religión como arma de represión
La escritora Margaret Atwoodhabía estudiado el Puritanismo americano del siglo XVII, había vivido varios totalitarismos y nunca ha creído aquello de que "esto no volverá a pasar". Con abundantes referencias bíblicas y simbolismos, 'El cuento de la criada' habla de una sociedad distópica, la República de Galaad, anclada en el fundamentalismo religioso, pero no muy alejada de la nuestra, que protege desde el conservadurismo los valores tradicionales y la familia. Las mujeres siguen un destino bíblico y los homosexuales deben de ser eliminados para proteger el futuro de la Humanidad.
La realidad supera a la ficción
Atwood escribió la novela en plena era Reagan con una única premisa: que todo lo que contase hubiese ocurrido en algún momento de la historia. Que las mujeres no puedan leer tiene su precedente en la misma prohibición que sufrieron los esclavos en América, por ejemplo. No hay que alejarse mucho para comprobar que algunas de las situaciones que describe la serie no son tan descabelladas. Joseph Fiennes recordaba en una entrevista, cómo Mike Pence, vicepresidente de Donald Trump, no se sentaba en una mesa con otras mujeres si no estaba la suya presente. Valores tradicionales arraigados, que perduran aunque sean machistas y retrógrados. Las torturas a homosexuales en Chechenia o las niñas violadas de Boko Haram son claros ejemplos de sistemas totalitarios.
Diferencias entre la serie y la novela
La ficción televisiva se ha tomado algunas licencias con respecto al libro para darle mayor tensión. En la serie algunos personajes se tratan con mayor profundidad, como Deglen (Alexis Bledel), cuya peripecia personal, de hecho, continúa en la segunda temporada. El Comandante y su mujer eran en realidad más mayores. Y es que, en general, el cásting es más joven, lo que provoca una mayor tensión sexual. También se han introducido relaciones interraciales y una mayor diversidad en las clases sociales, algo que nada tiene que ver con el libro publicado en los años 80, pero que concuerda con la época actual.
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