NÚMERO DE SERIE
'Los Bridgerton', o la reinvención de Shonda Rhimes de la comedia de época romántica
Jóvenes casaderas, madres ambiciosas, galantes pretendientes… La creadora de 'Anatomía de Grey', Shonda Rhimes, viaja al siglo XIX, mezclando Jane Austen con 'Gossip Girl' en 'Los Bridgerton'.
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Pomposos bailes, copiosos banquetes, fastuosas fiestas. ¿Es esto la felicidad para el que lo tiene todo? ‘Los Bridgerton’ pone la lupa en la clase aristocrática inglesa de la década de 1800. Un grupo de privilegiados que, sin embargo, convive con el qué dirán, los matrimonios de conveniencia y las falsas apariencias. No hay peor corsé que el de la hipocresía y la nueva serie de Shonda Rhimes viene a ponerle salseo a esta gente elegante que triunfa entre mentiras. Para ello, la creadora de pelotazos como ‘Anatomía de Grey’, ‘Scandal’ o ‘Cómo defender a un asesino’ recurre a lo que mejor conoce: múltiples personajes con los que el espectador se puede identificar; tramas llenas de intrigas, sospechas y maledicencias, y una buena ración de suspense, de preguntas sin responder, de cliffhangers o ganchos que provocan el maratón en vena.
A diferencia de sus otras ficciones, Shonda Rhimes viaja al pasado y adopta las maneras irónicas de Jane Austen, aunque se permite un buen puñado de licencias más acordes a los tiempos que vivimos. No es nada nuevo. Ya lo vimos en la María Antonieta, de Sofia Coppola. Pero ‘Los Bridgerton’ va mucho más allá. La familia Bridgerton es como los Bennet de ‘Orgullo y prejuicio’, con varias hijas casaderas, entre ellas la ingenua protagonista –aquí Elizabeth Bennet se llama Daphne Bridgerton– y el amigo orgulloso Darcy es en esta nueva ficción el duque de Hastings, un guaperas alérgico al matrimonio. Obviamente estos dos iniciarán una relación que vertebra toda la primera temporada, desde el rechazo mutuo al interés, pasando por la amistad y el enamoramiento. La novedad reside en que ella está harta de los encuentros obligados para buscar marido, en el cortejo impuesto, así que le viene de perlas la actitud de él, y la serie pronto pasa a convertirse en una suerte de ‘Matrimonio de conveniencia’, aunque la atracción sexual es tal que pronto uno se imagina a la Anastasia Steele de ’50 sombras de Grey’ en el siglo XIX pues el duque, aunque galante y cortés, es un Christian Grey a su manera.
El sexo es un personaje más, y la búsqueda del amor verdadero en una sociedad que lo desprecia. Aunque bebe de la novela romántica de toda la vida, la serie se ve moderna. No solo por la música y los diálogos, también por el aspecto físico de los personajes, estereotipos que sirven de caricatura, con esas pelucas abigarradas y vestidos de colores chillones. Hay tres hijas de otra familia que parecen las hermanastras de Cenicienta, es decir, las feas que no se comen un colín. Daphne tiene tres hermanos mayores que parecen los Jonas Brothers, con sus cortes de pelo repeinados hacía delante. La reina de la corte es negra pues impera la mezcla de razas y lleva pelucas afro, por no hablar de su aparente desdén hacía casi todo que solo le falta gritar: “¡Que le corten la cabeza!” (este personaje tendría que haber sido un pelín malvado, hubiera ganado).
También cuenta la serie con las mujeres que trabajan, pero que son consideradas casquivanas, como una cantante o la dueña de una tienda de moda. Porque en ‘Los Bridgerton’, comedia romántica de época dirigida a las mujeres, las que mandan son ellas. Lo que no significa que no haya una dura crítica al machismo inculcado por esas madres que no confían en sus hijas y no las educan en igualdad. De ahí qua una chavala esté embarazada en secreto o que otra quiera estudiar, algo impensable. Dos casos muy diferentes pero que encuentran la misma respuesta: el silencio. Porque esta es una serie en la que los hombres no saben lo que significa ser una mujer, y en la que las mujeres deben disimular sus anhelos. “Se necesita valor para vivir fuera de las expectativas tradicionales”, dice un homosexual como gran reflexión casi a
final. Hasta el duque aprende: “¿Es que nunca os cansáis de ser tan perfectos?”. El acicate que pone patas arribas la hipocresía es uno de los elementos más adictivos de la trama, una chismosa al estilo ‘Gossip Girl’ que, desde al anonimato, escribe unos boletines donde no deja títere con cabeza. Saber quién es la reina cotilla engancha. Al igual que descubrir otros muchos entuertos, como saber quién es el padre del hijo de la embarazada que lucha en la guerra contra España.
En definitiva, ‘Los Bridgerton’ es ideal para estas fechas navideñas. Aporta luminosidad, diversión y un toque fresco a las comedias románticas de época, y nos recuerda que los que parecen privilegiados no lo son tanto y que, sí, los ricos también lloran. Ahora habrá que esperar a la gran otra serie ambientada en la misma época que se estrenará en los próximos meses, ‘Belgravia’, firmada por Julian Fellowes, creador de ‘Downton Abbey’, que arranca en la víspera de la batalla de Waterloo y cuenta también con los mimbres suficientes como para engancharnos a este espléndido y ostentoso periodo de la Historia (eso sí, reimaginada al antojo de los creadores).
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