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'Mad Men': el final que tenía que ser
El fin de una era, el fin de una gran serie. 'Mad Men' ha dicho adiós después de 92 episodios y siete fantásticas temporadas que han servido para hacer no sólo un retrato de los Estados Unidos durante las décadas de los 50, 60 y 70, sino como un auténtico ensayo sobre la psicología de personajes. El final, tan inesperado como coherente, cierra de un modo magistral el relato de una de las mejores ficciones de la historia.
¡CUIDADO! Contiene spoilers del final de la serie.
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Sin grandes aspavientos, con tranquilidad y sin un solo golpe de giro, 'Mad Men' ha dicho adiós a los espectadores con una Series Finale que posiblemente no guste a todo el mundo pero que sin duda responde al discurso narrativo de toda la serie. Don Draper no encuentra salida en ninguno de los callejones en los que se va adentrando durante su particular viaje tras abandonar la sala de reuniones de McCann. Sólo cuando se ve a sí mismo solo y cayendo al vacío (como lleva enunciando el opening desde el primer episodio), es capaz de recomponerse y aceptarse a sí mismo.
Que Don finalice su recorrido como personaje en una especie de campamento espiritual y de meditación no es casualidad. ¿Qué ha querido contarnos Matthew Weiner –escritor y director del episodio- con esto? Que Don Draper debe aceptar definitivamente que está perdido y que sólo puede encontrarse alejándose de todo aquello en lo que se convirtió Dick cuando adoptó la personalidad de Don. La escena final, dirigida con deleite, deja a Don con una media sonrisa y un último recuerdo de su faceta como publicista: un conocidísimo (y real) anuncio de Coca Cola titulado "Hilltop" y creado por McCann en 1971.
A lo largo del episodio mantiene cuatro despedidas, todas ellas fundamentales. Se despide de Sally, su hija, a la que cree haber decepcionado. También le dice adiós a Betty, admitiendo su derrota como padre y marido, lamentando que la primera señora Draper esté a punto de morir. Tampoco podía faltar su última conversación con Peggy, en una llamada en la que acaba confesando sin censura: "le robé el nombre a otro hombre y no hice nada con él".
Sin embargo, su despedida más rotunda es la de Stephanie, quién acaba abandonándolo y a la vez llevándose los últimos resquicios de Dick. Don es Don, aunque no quiera serlo. No puede escapar de él y acaba aceptándolo, aunque para ello haya tenido que asistir a una terapia de un grupo en la que un hombre gris cualquiera confiesa sentirse encerrado y perdido en su propia vida. Don frente a otro Don.
El resto de personajes cierran su apasionante viaje. En contra de lo que parecía, Peggy elige el amor y a Stan antes que el trabajo y evita así convertirse en la versión femenina de Don Draper. En cambio, Joan opta por abrazar su faceta profesional y convertirse en su propia jefa. La escena del ascensor que comparten ambas al principio de la temporada cobra ahora una fuerza espectacular.
Después de cumplir con su deber (como siempre ha hecho) como padre del hijo que comparte con Joan, Roger Sterling decide casarse con la madre de Megan, dejando atrás su deseo de perseguir a secretarias a las que dobla la edad. Por su parte, Pete Campbell se muda hasta Wichita para intentar, por enésima vez, convertirse en un adinerado padre de familia y ser todo aquello que ha envidiado desde que comenzó 'Mad Men'.
La que más sola acaba y la que genera a la vez más tristeza es Betty Draper, que consigue acabar de un solo golpe con el odio que le han profesado los fans de 'Mad Men' a lo largo de las siete temporadas. Betty se va dejándolo todo bien atado, sin necesitar a Don a su lado y deseando que su hija tenga una vida llena de aventuras, todas las que ella no ha tenido. Su escena final, fumando y leyendo el periódico, mientras Sally adopta el papel de madre fregando los platos, es magistral. Después de todo, Betty siempre ha sido más infantil que su propia hija.
Quién esperase una despedida de impacto es que no ha entendido demasiado sobre qué va 'Mad Men', reacia siempre a pegar golpes encima de la mesa. Ha terminado de forma elegante, soberbia, conclusiva y, sobre todo, con una gran sensación de que termina una era pero empieza otra para los personajes; una que ya no veremos los espectadores pero que sabemos que está ahí, porque sabemos que la historia continúa. Una serie como 'Mad Men' no acaba nunca.
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