Por Betty M. Martínez
Silvia Navarro, Juan Soler y otras causas del éxito de 'Cuando me enamoro'
Sin hacer ruido, poco a poco, 'Cuando me enamoro' se ha convertido en uno de los grandes éxitos de esta temporada al alcanzar los primeros puestos de lo más visto por la audiencia. Tarde a tarde, los espectadores se han sentado ante su televisor para disfrutar de una historia de siempre que siempre convence. ¿Cuáles han sido las claves del éxito de 'Cuando me enamoro'?
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Silvia Navarro siempre convence
Renata ha sido la protagonista central de esta historia y ha sido un personaje que ha permitido que Silvia Navarro brille como siempre.
Renata tenía todo en su mano para recorrer un camino de rosas. Era una muchacha de buena familia, atractiva, con una buena formación académica, con buenos amigos. Sin embargo, ese camino ha resultado estar más lleno de espinas que de pétalos.
La primera espina la lleva clavada en el corazón desde su infancia. El desamor de su madre ha marcado a esta mujer que, pese a su enorme sonrisa, pese a su alegría contagiosa, pese a su energía desbordante, siempre arrastraba en la mirada la tristeza de no estar a la altura de lo que su madre esperaba de ella, de sentir que cada pequeño traspiés que cometía era elevado a la categoría de tragedia, que nada de cuanto hacía era suficiente. En definitiva, Renata creció sintiendo que su madre no sentía nada por ella.
Y era verdad. Fina, también conocida como Josefina o Pepa, no sentía absolutamente nada por Renata. Nada que no fuera odio, desprecio, rencor. ¿Por qué? Simplemente porque no era su hija. Y, lo que era peor, era la hija de la esposa de su amante. Y cada vez que veía a Renata veía su posición de plato de segunda mesa, de amante, de mujer en la sombra que solo tenía derecho a las migajas.
De ahí que esa espina estuviera tan clavada en el corazón, la vida y el alma de Renata. Fina no solo la apartó de su verdadera madre, sino que, además, la torturó a lo largo de toda su vida con su desamor.
Renata creyó poder huir de ese desamor al conocer a Jerónimo. Era el príncipe azul con el que toda mujer sueña, pero esa rosa también le clavó sus espinas en forma de venganza errada, de desconfianza ciega y de un sinfín de errores, malos entendidos y desencuentros.
Sin embargo, Renata siempre encontró la fuerza para soportar el dolor que le provocaban esas espinas. Aprendió a vivir con el desamor de esa madre fría y distante compensándolo con el cariño incondicional de su padre adoptivo y de esos tíos que siempre estuvieron a su lado para paliar las carencias de las que eran testigos.
Y, en cuanto a Jerónimo, consiguió hacerle ver la verdad y superar todas las zancadillas que la vida y los enemigos le iban poniendo.
Quizá el único pero que habría que ponerle a Renata era el exceso de confianza y el mal ojo para valorar a determinadas personas. En el peor momento de su relación con Jerónimo, eligió el peor camino: el que la llevaba a las proximidades de Agustín. Fue el gran error de Renata: confiar en quien menos debía, pero, afortunadamente, todo ese entorno que fue construyendo con amor y cariño respondió cuando más lo necesitaba.
Renata sufrió la ausencia de una madre. Por eso nos emocionó tanto su reencuentro con Regina y por eso sabemos que cumplirá a rajatabla su compromiso con Marina.
La conversión de Jerónimo
En cuanto a Jerónimo (Juan Soler), podría decirse que ha ido actuando en función de como se presentaban los acontecimientos. Él viajó para reencontrarse con su hermano y se encontró con su fallecimiento por mal de amores y con una hacienda en una situación complicada. Ante tal panorama, evidentemente tomó la peor de las decisiones: vengarse de esa “bonita” que había destrozado la vida de su hermano.
Y ahí el hombre inteligente y brillante perdió totalmente la capacidad de raciocinio gracias a una sucesión de desafortunadas casuales coincidencias: una foto, un nombre de mujer que empieza por R y un dije. Esos tres elementos apuntaban en dirección a Renata y él ya se obcecó, incapaz de ver que esos tres vectores también convergían en Roberta.
Fue su gran error y le costó asumirlo. Y en ese camino de la rectificación casi pierde aquello que más quería: Renata porque, por mucho que dudara de ella, sus sentimientos siempre fueron más poderosos que sus pensamientos
Fina vs Regina
Tanto Renata como Jerónimo siempre han tenido rondándoles a un ángel de la guarda y a un demonio.
Evidentemente el ángel de la guarda ha sido Regina (Julieta Rosen), que siempre intentó que la pareja superara sus diferencias. Ha sido interesante ver la forma en la que interactuaban ella y Renata antes de conocer su parentesco real. Desde el primer momento hubo una conexión, una sintonía y una complicidad que hizo mucho menos traumática la revelación de la gran verdad.
El lado del demonio está indiscutiblemente ocupado por Fina (Rocío Banquells), capaz de todo con tal de salirse con la suya. Su primer gran delito fue el secuestro de Renata, pero ese solo fue el inicio de un perverso trayecto en el que solo pensaba en ella y en su propio beneficio.
Si no era suficiente con torturar a Regina apartándola de su hija, también se encargó de amargarle la vida a Renata. Como Rafael no estaba a la altura de su adorada Roberta, lo quitó de su camino. Como Jerónimo se enamoró sinceramente de Renata, le ayudó a encajar mal las piezas del puzle para que la odiase. Como su matrimonio con Gonzalo hace aguas, casó a Roberta con Matías para asegurarnos una buena cuenta corriente. Como los planes van dejando un rastro demasiado evidente, se alió con otra delincuente para seguir destruyendo a la que fue su familia.
En definitiva, todos y cada uno de los pasos de Fina iban en una única dirección. Quedarse con la mayor parte del botín y, de paso, destrozar a todos cuantos se le pusieran por delante.
Es curioso, Fina es quizá un buen ejemplo de lo que significa el karma. Siempre quiso quedarse con el marido de Regina y al final Gonzalo la dejó precisamente por Regina. Y siempre quiso destruir a Renata y nunca se dio cuenta de que cuanto más atacaba a Renata más destruía a Roberta.
Roberta, la gran víctima
Roberta (Jessica Coch) siempre fue la gran aliada de Fina. Siempre apoyó todos y cada uno de sus planes, sobre todo en lo que se refería a lastimar a Renata. ¿Por qué? Porque Roberta siempre sintió una envidia enfermiza por su hermana. Porque Renata tenía el cariño incondicional de Gonzalo. Porque Matías quería a Renata. Porque Jerónimo se casó con Renata. Porque hasta Agustín quería conquistar a Renata. Roberta siempre sintió que Renata era como una especie de piedra en el zapato que le impedía caminar bien.
Sin embargo, Roberta nunca fue capaz de ver que su madre, lejos de ayudarla, solo conseguía aislarla de todos cuantos la rodeaban. Eran las intrigas de Fina las que hacían que todos desconfiaran de Roberta y, al final, que todos se fueran alejando de ella.
Y fue entonces cuando conocimos a la verdadera Roberta. No a la millonaria frívola, ni a la hermana maquiavélica. No. A la mujer que sentía auténtico pavor a la soledad. Y quizá eso fuera lo que siempre envidió de su hermana. Que Renata nunca estaba sola, siempre tenía a alguien a su lado para apoyarla, ayudarla o consolarla. Pero Roberta solo tenía a Fina… y eso cuando la tenía.
Lo que Roberta tardó demasiado en comprender es que para que estén a tu lado, tú también debes estar al lado de los demás, que el cariño es bidireccional.
Finalmente logró comprenderlo, pero su arrepentimiento llegó tarde a su cita con el destino. Fina había convertido a Roberta en su mejor arma y al final esa relación tóxica las destruyó a las dos.
Como en todas las historias de Televisa, hay un buen número de subtramas de las que habría que hablar.
De Agustín (Lisardo), probablemente la peor plaga que amenazó tanto La Bonita como la relación de Renata y Jerónimo. Su ego fue siempre incapaz de reconocer que su lugar era el de un simple secundario tanto en el corazón de Renata como en los estantes de las vinotecas más prestigiosas.
De Matías (José Ron), que empezó enamorado hasta los huesos de Renata, pasó por un breve matrimonio con Roberta y terminó feliz junto a una Adriana que empezó siendo simplemente la mejor amiga de Renata y terminó no solo casada con su ex pretendiente sino convertida en la hija perdida de su tío Honorio.
Aunque para el recuerdo siempre quedará ese pequeño guiño a los aficionados al género con la aparición de Arturo Peniche como el obispo Juan Cristóbal Gamboa. Un guiño muy similar al que en su momento se dio en ‘Amor bravío’ cuando Camila (Silvia Navarro) recuerda la historia de ese vino tan especial que se dio en un lugar tan especial en medio de una historia tan especial.
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