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NÚMERO DE SERIE

‘Snowpiercer' ('Rompenieves’): Así es la película de Bong Joon-ho ('Parásitos') convertida en serie

La adaptación televisiva de 'Snowpiercer' añade a la lucha de clases que ya vimos en la película de Bong Joon-ho, director de la aclamada 'Parásitos', la investigación de un crimen.

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El anuncio de la adaptación televisiva de 'Snowpiercer' ('Rompenieves'), película del coreano Bong Joon-ho, ganador del Oscar por'Parásitos', llegó con disparidad de opiniones (inspirada a su vez en la novela gráfica 'Le Transperceneige', de Jean-Marc Rochette y Jacques Lob).

El desarrollo de esos personajes encerrados en un tren podría ser más profundo en una serie, pero al mismo tiempo qué necesidad había de reproducir la misma historia protagonizada por Chris Evansen 2013. El director es productor ejecutivo aunque ha dejado claro en las entrevistas que no se ha involucrado realmente en el proyecto. Ahora está liado con el spin-off para HBO de 'Parásitos', que protagonizaría Mark Ruffalo. ¿Que es el momento idóneo para estrenar esta fábula? Podría decirse que sí, porque nos ha pillado a todos confinados, a unos mejor que otros, como en el maldito tren.

En 'Snowpiercer' la Tierra se convierte en un desierto de nieve tras un experimento fallido en el que sus únicos supervivientes viven a bordo de un larguísimo tren autosuficiente, dividido por 1.001 vagones que representan las clases sociales. Este tren arca recorre el mismo trayecto sobre el hielo durante años, sin hacer paradas. En el filme la simbología era sencilla y efectiva. A diferencia de los ricos, que vivían a todo tren (nunca mejor dicho), los menos afortunados, los que malviven en la cola lucharán por sus derechos porque si no tomas partido, si no te mueves y avanzas, no saldrás de ese círculo vicioso.

Esa idea original de avance se desvanece en la serie. En el filme, el espectador iba conociendo la desigualdad y los diferentes compartimentos gracias a esos rebeldes que luchan por sus derechos, por llegar a la cabeza del tren. Como si fuéramos uno de ellos, pasábamos de la oscuridad a la luz, de la absoluta pobreza al lujo vergonzante. El espectador conocía el tren a medida que los insurrectos avanzaban, lo que lograba que empatizáramos con su particular guerra contra las jerarquías. La brutalidad para mantener el status quo de los poderosos resultaba aún más intolerable. En este cruel escenario, la película contaba con escenas de acción alucinantes en espacios muy reducidos y violentas situaciones protagonizadas por unos personajes muy bien construidos.

En la serie, de primeras, se sacan de la manga una subtrama que, sinceramente, choca con lo que uno espera de 'Snowpiercer' y que, de hecho, desaparece avanzados unos episodios pero que ralentiza la historia principal, la que nos interesa. Uno de los residentes de esa cola donde las mujeres son esterilizadas y sobreviven comiendo bloques de gelatina (y alguna que otra rata) resulta ser un ex detective de homicidios, así que le fichan para que investigue un caso de asesinato (¿Asesinato en el Orient Express?).

El hecho de acceder sin más a los vagones de primera hace que toda esa magia del avance no exista. La serie intenta compensar la falta de empatía con este personaje a base de flashbacks, como también ocurre con la relaciones públicas del tren, que representa al creador del invento, el misterioso señor Wilford. Los protagonistas son Daveed Diggs (‘Black-ish’) y Jennifer Connelly (‘Una mente maravillosa’) y, sin embargo, merece mucho más la pena Alison Wright (‘The Americans’), siempre tan estupenda como secundaria, que aquí debe hacernos olvidar a la estrambótica Tilda Swinton del filme, toda una proeza. Para curiosos: en la intro el tren cruza la península ibérica de norte a sur pasando por Madrid.

Siete años después del estreno del filme y de que la Tierra se haya convertido en un paisaje nevado, nos encontramos con una rebelión en la cola que tarda más de la cuenta en aparecer (se suponen que son precavidos ya que hubo un intento fallido anteriormente), con juegos políticos representados por una élite que son un poco de cartón piedra, con el abuso de diálogos rimbombantes sobre la acción palomitera. Esta ‘Snowpiercer’ no arrancó bien. Cambió de showrunner –de Josh Friedman (‘Terminator: Las crónicas de Sarah Connor’) al creador de ‘Orphan Black’, Graeme Manson– y de director del piloto – James Hawes (‘Doctor Who’) relevó a Scott Derrickson (‘Doctor Strange’)– por diferencias creativas. El resultado no es el esperado ni visualmente ni en sus tramas y personajes. Aún así antes de su estreno ya confirmó segunda temporada (el cliffhanger al final de esta primera entrega deja el terreno abonado).

Lo mejor de ‘Snowpiercer’ son las escenas de acción de los colistas, ciertos decorados (el acuario, entre ellos) y detalles de la supervivencia en el tren (como esa cárcel con los reos en suspensión). Lo peor: la trama dispersa, algunos diálogos insustanciales y los efectos especiales, detalles todos ellos que podían haberle dado un punto de excelencia.

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