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'Soy Georgina', cuatro detalles sorprendentes del reality más esperado

De no tener nada a tenerlo todo. La novia de Cristiano Ronaldo cumple 28 años mostrando todo su poderío en un documental lleno de sorpresas que se estrena el 27 de enero.

Georgina Rodriguez en 'Soy Georgina'

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Es la novia del hombre más seguido del mundo en Instagram, el futbolista Cristiano Ronaldo, cinco veces ganador del Balón de Oro. Como ella misma insiste varias veces, Georgina Rodriguez pasó de vender marcas de lujo a poder permitírselas. No oculta que se considera una mujer afortunada, “no un fenómeno”, algo que le une a su pareja, ya que provienen de familias parecidas. De no tener nada a tenerlo todo. La modelo y empresaria, con más de 29 millones de seguidores en Instagram, presume de hijos, de amigos (de esos que conocía antes de ser famosa), de hermana, de pareja y, cómo no, de su ascenso a la fama. Estos son cuatro detalles sorprendentes del reality de Netflix ‘Soy Georgina’ vistas las dos primeras entregas.

Iba en bus al trabajo y volvía en cochazo con Ronaldo

Lo recuerda como si fuera ayer, pero fue en 2016. Un jueves de verano, tuvo que quedarse un rato en la tienda de Gucci donde trabajaba como dependienta. La argentina Georgina Rodríguez se cruzó con un tipo alto al salir. Casualidades de la vida. Era Ronaldo. Sintió, dice, “cosquillitas en el estómago”. Ronaldo cuenta que fue como “un click”. La segunda vez brindaron con champán en un evento de la firma al que le invitaron, aunque la velada no se alargó porque ella tenía que irse a la cena de empresa (algo que no le apetecía nada, murmura). Positiva, confiesa, “nos dejó con las ganas”. Así que pasaron dos meses separados, entre unas cosas y otras. Hasta que coincidieron en otro evento y Ronaldo la invitó a cenar. “Las manos se chocaron y sentí como si

hubieran estado conmigo mucho rato”, rememora la empresaria. Y se cogieron de las manos, como dos adolescentes. “Unas manos familiares, encajaban a la perfección”, asegura. Gio, como la llaman, esperaba al lado del teléfono a que él la llamara. Llegó a quedar con el futbolista para cenar aunque ya hubiese cenado. Empezaron a salir y ahí se inició el gran cambio para la hasta entonces desconocida empleada. Giorgina iba en autobús a la tienda de Serrano, pero volvía a casa en el Bugatti de Ronaldo.

Su comida favorita: los ibéricos de su jet privado

Mientras el futbolista entrena y juega en el Manchester United, Georgina se mueve en su jet privado. “Estar con Ronaldo en el aeropuerto dos horas me volvería loca, preferiría no viajar”, reconoce. En una de estas escapadas a Paris, Gio asegura que lo mejor es la tripulación del avión. Y lo segundo mejor, el catering. Si tuviera que elegir se queda con la tortilla de patatas y sobre todo “los ibéricos”. Lo dice mientras saborea jamón del bueno. Con ella, siempre alguna de sus amigas, porque le gusta compartir lo que ella vive. Ellas le ayudan, le aconsejan y le hacen las fotos, eso sí, siempre sin editar, tal cual las sube a Instagram. Se acuerda de los ibéricos de camino al atelier de Jean Paul Gaultier, porque le podía haber llevado un detalle ya que es el cumpleaños del modisto. Pero Gaultier no está cuando ella se prueba el vestido de cuero que lucirá en el Festival de Cannes. “No me fio de la gente que no come”, explica. “La comida me da la energía que necesito”. También recuerda Paris con nostalgia porque la ciudad del amor fue su primer destino junto a Ronaldo. Huyeron de romanticismo y se fueron a Eurodisney. Cristiano se disfrazó con una peluca para pasar desapercibido. Imposible. Georgina descubrió ahí los flashes de los fotógrafos. “No sabia ni que había paparazzi en el mundo”, se ríe.

La Georgiología: los superpoderes de Georgina

Ronaldo. La moda. Sus hijos. Y también están sus amigos. Esos a los que llama de madrugada y los invita a ir a Mónaco a la mañana siguiente. Van en yate con los niños para acudir a una carrera de Fórmula 1 invitados por Ferrari. Georgina recuerda la sandía que comían cuando veraneaba con su madre e iban en coche a la playa. Ahora no tiene que preocuparse de pagar las vacaciones a plazo, explica. Su grupo de amigos, junto a su hermana, se hacen llamar “las queridas Team”. La hermana da la gran noticia: está embarazada y Gio predice si será niño o niña. ¿Cómo? Mirándole las manos. Luego, hace un segundo “ritual” con una cadena que lleva una pequeña bota de Ronaldo colgada. La empresaria dice sin parpadear que adivina con facilidad el sexo de los futuros bebés, que tiene el don de la Georgiología. Arropada con un abrigo de pieles y rodeada de sus amigos tapados con mantas de Hermés, Gio recuerda cómo fueron sus inicios en Madrid, cómo se perdía en el metro al ir a la tienda de Massimo Dutti donde trabajaba. Recuerda que un “viejo” se tiró un pedo en la cara de su hermana. “Cómprese un tapaculo”, estuvo a punto de gritarle. Todo son risas porque ella sigue siendo la misma de siempre aseguran sus amigos. “Una amiga con superpoderes”, dicen. Y no hablan de la Georgiología sino de que “sigue siendo la misma pero tiene posibilidades que no tiene el resto de gente”. Por eso Gio no duda en afirmar que le encantan las firmas de alta costura, peror también Inditex o Decathlon.

Lo tiene todo, pero el wifi de casa no funciona

Además de modelo y amiga de sus amigos, Georgina se reconoce ama de casa y, sobre todo, madraza. Lo que más le gusta es estar en casa con sus hijos. Unos niños que lo tienen todo pero que se emocionan y gritan cuando abren el Hermés de Georgina y encuentran un huevo Kinder. Cuenta Giorgina que la primera vez que entró en la casa de Ronaldo se perdió. Y lo dice mientras nos muestran su colección de coches de lujo y sus zapatillas de fútbol colocadas en una gran vitrina. Gio tardó medio año en ubicar los salones y todas las habitaciones. “Estaba acostumbrada a vivir en pisos pequeños”, dice. Asistimos a una mudanza. A la interiorista le pide aligerar el salón, que no haya ni mucho libro, ni flores de plástico, ni mezcle leopardo con mármol… cuantas menos cosas mejor porque así no tiene que limpiar el polvo. Sorprende ver una gigantesca mesa de Versace negra de 3,20 metros de diámetro. Muebles gigantes hechos a medida. Piensa en venderlos por internet. “Pero no puedo meter esto en Wallapop”, comenta. Mientras decide qué ponerse en su vestidor, muestra los posibles outfits a una amiga a través del Facetime. El problema es que la conexión va a pedales. “Cuatro routers en casa y el wifi de los cojones va mal”, exclama desesperada. Luego se le olvida. Y elige para la habitación de matrimonio un color granate porque “es muy sensual”. Soñaba con tener hijos y un príncipe azul, y ella es la prueba de que los sueños se cumplen. “A veces digo: ‘Jolín, qué feliz soy”.

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