BETTY VE TELENOVELAS

Todas las razones por las que nunca olvidaremos a los 'Inocentes' de Antena 3

La serie 'Inocentes' se despide de Antena 3 con un inesperado final tras varios meses siendo una de las series más seguidas conquistando la pequeña pantalla en el Prime Time.

Así ha sido el gran final de 'Inocentes': Los Derenoğlu cumplen el último deseo de su padre sintiéndose por fin libres y felices

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Lejía. Basura. Miedo. Desesperación. Amor. Son cinco de las palabras que resumen 'Inocentes', una serie diferente que nos ha hecho llorar, reír y, sobre todo, reflexionar.

Los expresivos ojos de Ezgi Mola. La mandíbula contraída de Birkan Sokullu. Las manos crispadas de Merve Dizdar. Son algunas de las imágenes que nunca podremos borrar de nuestra retina por la intensa carga interpretativa y emocional que llevan aparejadas. Ellos tres, junto con el resto de un magnífico elenco, nos han sumergido en el aún demasiado desconocido mundo de la salud mental para alejarnos de los prejuicios.

Safiye, la columna vertebral de los Derenoglu

Nuestra visión de Safiye ha dado un giro de 180 grados, al igual que su vida. Cuando la conocimos, automáticamente la incluimos en la lista de personajes odiosos. Era soberbia, egocéntrica, maniática, controladora… Nunca olvidaremos aquellas primeras imágenes llevando las bolsas de basura al piso de arriba, ni su ordenada colección de productos de limpieza, ni su meticulosidad lavando cada garbanzo cuatro veces…

Pero poco a poco fuimos descubriendo que Safiye era mucho más que una persona afectada por un trastorno obsesivo compulsivo. Safiye era una persona que sufría intensamente.

Sufría por el miedo a que algo les pasara a los suyos, es decir, porque los gérmenes invadieran su casa y enfermaran a su familia. Sufría por el miedo a la soledad, es decir, porque sus hermanos se fueran de la casa familiar. Sufría por la culpabilidad, es decir, porque todos los males que aquejaran a los que quería fuesen culpa suya.

Safiye ha sido el resultado de una combinación de miedo y desesperación. Tenía miedo a todo porque había perdido toda esperanza de ser feliz. Le arrebataron sus sueños de adolescente y, desde entonces, vio el mundo exterior como una amenaza para la burbuja protectora que ella había logrado crear en su casa. Entre esas cuatro paredes todo estaba controlado. Todos estaban a salvo. Aunque todos eran infelices.

Pero, a pesar de todos los traumas con los que vivía, Safiye ha sido la auténtica columna vertebral de los Derenoglu. Aun con quejas, reproches y reticencias, Safiye siempre ha sido el regazo (aunque fuera en la distancia) en el que han buscado consuelo sus hermanos. Safiye fue el abrazo maternal que les faltó cuando eran niños y Safiye, a su manera, siempre ha intentado que sus hermanos fueran felices.

Si hiciéramos un repaso, eran muchas más las veces que se dirigían a ella como hermana que como Safiye. porque cada vez que Gülben, Han o Neriman llamaban a su "hermana", en realidad estaban llamando a su madre. Y, como todas las madres, creyendo hacer lo mejor para sus hijos, a veces comete errores por sobreprotección. Pero, también como todas las madres, sabe identificar el dolor de sus hijos e intenta ponerle remedio. Por eso aceptó a Inci en su casa y en su cocina, aunque fuese con condiciones. Por eso fue a buscarla cuando quería divorciarse. Por eso se esforzó para ayudar a Gülben en su pedida de mano. Por eso recuperó la amistad de Ceylan.

Pero, sin duda, Safiye ha sido un ejemplo de superación. A todos se nos paró el corazón el primer día que puso los pies en la calle. Aquellos segundos fueron eternos, pero seguro que muchos aplaudimos ese pequeño gran paso para ella. Fue un primer paso, pero después vinieron muchos más gracias a la comprensión infinita de Naci y al buen hacer profesional de Manolya. Y justo es reconocer que no nos han mostrado ningún camino de rosas. Safiye tuvo que recorrer un largo camino plagado de baches antes de poder tomarse un refresco frente al mar junto a los suyos.

De Safiye recordaremos muchas cosas, pero, sobre todo, el impecable trabajo de Ezgi Mola. Cada mirada, cada gesto, cada sonrisa, cada lágrima, cada expresión. Todo en ella transmitía el miedo, la angustia, la desesperación, la felicidad de este personaje tan complejo y tan completo.

Han, los hombros de los Derenoglu

Si Safiye ha sido la columna vertebral que ha conseguido mantener en pie y unidos a los Derenoglu, los de Han han sido los hombros que han sostenido todo el peso de la familia. Cada vez que había un problema, Han era la solución. Cada vez que Safiye tenía un brote, Han era quien la calmaba. Cada vez que Gülben tenía una crisis, Han era quien la arropaba y eliminaba las pruebas. Cada vez que un vecino preguntaba por el piso de arriba, Han era quien encontraba la excusa.

Han siempre estaba para sus hermanas. Estuviera donde estuviera siempre corría raudo y veloz al rescate. Era tal el peso y la responsabilidad que soportaba en el día a día, que su único consuelo era su propio secreto. Sus salidas nocturnas a rebuscar entre la basura aquello que perdió durante su infancia. Y no era un soldadito de plomo. Era su propia autoestima. Porque Han entendió cuando era un niño que nadie lo quería y que no era merecedor de que nadie lo quisiera. Han estaba cómodo en la basura porque él se sentía basura.

Han estaba tan enfermo con sus hermanas o quizá, aún más, porque él lo ocultaba. Él tenía que ser el cuerdo de la familia porque si él también estaba enfermo, ¿a quién iban a llamar sus hermanas? Quizá de ahí viniese su negación de su situación. Quizá por eso fuese tan reacio a recibir tratamiento. Porque reconocerlo significaba que él necesitaba ayuda y no podía ayudar a sus hermanas.

Con Han nos ha pasado un poco como con Safiye. Nuestra relación ha sido tormentosa. Exactamente igual que la que mantuvo con Inci y Ceylan. Por momentos también nos hubiéramos lanzado a los brazos de ese dios griego atractivo, educado, detallista y encantador. Por momentos también hubiéramos salido corriendo de ese hombre celoso, controlador, sobreprotector y violento. Por momentos también hubiéramos abrazado a ese niño grande solitario, frágil y temeroso.

Birkan Sokullu ha interpretado magistralmente todas las facetas de este personaje tan luminoso como oscuro. Ha sido el príncipe azul del cuento y el villano por antonomasia y solo necesitaba un primer plano de sus ojos o de su mandíbula para que supiéramos ante cuál estábamos. Pero, al final, solo era un hombre con un arraigado miedo al abandono y con tal ansia de proteger a los suyos que perdía el control por completo ante la más mínima amenaza.

Solo cuando se atrevió a confiar. Solo cuando se liberó de sus secretos. Sólo cuando se sintió querido fue capaz de abandonar el negro que lo acompañaba en su traje de día y en su look nocturno para dar paso al blanco de una nueva vida.

Gülben, el corazón de los Derenoglu

Si Safiye era la médula espinal y Han, los hombros, Gülben ha sido el corazón de esta familia. Ha sido la que más intensamente ha vivido, no solo sus propios traumas, sino también los de sus hermanos. Casi no ha habido un capítulo en el que no hayamos visto llorar a una Merve Dizdar, que ha sido ejemplar a la hora de dotar de sensibilidad, emotividad y expresividad a Gülben.

Gülben ha llorado de vergüenza cada vez que tenía que cambiar las sábanas. Gülben ha llorado de desesperación al comprender que nunca tendría un Carlos como lo tenía María. Gülben ha llorado de dolor al ver el sufrimiento de su hermano. Gülben ha llorado de impotencia al ver la infelicidad de su hermana.

Pero pese a todos estos dramas, Gülben también nos ha hecho reír. Antes de ponerse a escribir el libro de su vida, ya nos había demostrado sus buenas dotes de guionista de comedias románticas. La imaginación y la fantasía de Gülben nos ha regalado momentos inolvidables.

Al igual que su fuerza de voluntad. Ninguno dábamos ni una lira por su relación con Esat y ahora son los felices padres de una niña. Ninguno dábamos ni una lira porque podría despertarse sin miedo a tocar las sábanas y ahora solo le preocupa que Esat sepa poner la lavadora. Ninguno dábamos una lira porque pudiera soltar las faldas de su hermana y ahora tiene en su suegra a una madre más.

A diferencia de sus hermanos, que siempre han vivido en la sombra, Gülben siempre tuvo sueños, aunque el miedo formase parte de su ADN. Y esa capacidad de soñar y de creer que todo es posible la ha llevado a ser la primera en buscar ayuda especializada y la primera en recuperarse. Parecía la más frágil de la familia y les ha dado a todos una lección de fortaleza al enfrentarse sola a todos sus miedos para ir superándolos uno a uno.

El amor, la esperanza de los Derenoglu

Los Derenoglu han estado mucho tiempo solos. Durante mucho tiempo han creído que merecían estar solos. Durante mucho tiempo han pensado que nunca serían amados.

Pero el destino no entiende de traumas, dramas o maldiciones. Han se cruzó en su vida con dos mujeres que lo quisieron con todos y cada uno de sus problemas. A la primera se la arrebató un accidente, pero la vida le regaló una segunda oportunidad con la segunda. Tanto Inci como Ceylan han tenido que adaptarse a las normas Derenoglu, pero, sobre todo, han tenido que lidiar con el lado oscuro del hombre que amaban. Han tenido que luchar contra sus miedos, contra sus inseguridades, contra

su desconfianza, contra su pavor al abandono. Es curioso, además, que ellas aceptaron mucho mejor los hábitos nocturnos de Han que sus propias hermanas.

En cuanto a Gülben, siempre fue la soñadora de la familia. Siempre soñó con formar una familia con el hombre del que lleva enamorada toda la vida. Y durante mucho tiempo fue solo un sueño. Es más, para Esat fue una pesadilla cuando Gülben confundió la realidad con la fantasía. Pero Gülben ha demostrado que no hay imposibles, que, a veces, querer es poder. Ella quiso con tal intensidad a Esat que ha conseguido lo imposible: su fantasía se ha hecho realidad.

Y si Han tuvo una segunda oportunidad, Safiye también la tuvo. Naci fue su esperanza adolescente y también una de las causas de los traumas de su juventud. Por eso su regreso supuso un terremoto emocional.

Fue una catarsis tal que la sola presencia de ese hombre del pasado hizo más que todos los esfuerzos de toda su familia. Por él salió a tomar el té fuera de su casa, aunque fuera al rellano. Por él salió de su casa por primera vez en años. Por él se sentó en una sala de cine. Y también por él vivió su mayor crisis cuando hasta su gran amiga, el agua, se convirtió en su peor enemiga: la suciedad.

Y si para los Derenoglu el amor ha supuesto la esperanza de una nueva vida, para Inci, Ceylan, Esat y Naci ha sido toda una aventura. No solo han tenido que lidiar con los problemas de cualquier relación convencional, sino que tenían que adaptarse a situaciones nada habituales.

Incluso Ege ha sido la mejor puerta de entrada de Neriman al mundo real. No solo le descubrió los sabrosos profiteroles, sino que le mostró una vida en libertad a la que la pequeña de los Derenoglu se ha aferrado con la misma fuerza con la que antes rascaba sus brazos.

Y todos ellos han coincidido en amar sinceramente a los hermanos, pero también todos ellos han coincidido en luchar contra los traumas de sus parejas. Y, de hecho, han sido fundamentales en su recuperación por su ejercicio de comprensión, paciencia y apoyo constante.

Y algo parecido puede decirse de todos esos amigos que han ido encontrando por el camino. Todos coinciden en su rechazo inicial, pero con el tiempo se han convertido en los mejores aliados de esos hermanos que siempre han estado muy solos. Esra vivió con miedo hasta que se convirtió en una hermana más. Anil pasó de acosador a consejero de cabecera. Memduh pasó de ser un fósil a ser el gran patriarca del edificio. Bayran ha sido un ejemplo de lealtad y Oksan ha llenado de calor de hogar todos los apartamentos.

Habría mucho más que decir, pero ese es uno de los grandes encantos de esta serie. Todos los detalles son importantes: cada plano, cada secuencia, cada melodía, cada canción, cada silencio. Todo es relevante para hacernos comprender que en los casos de enfermedades mentales sufren tanto los pacientes como su entorno.

Hace falta mucho tiempo, mucha comprensión, mucha fuerza de voluntad, mucha ayuda profesional y mucho amor para salir de la oscuridad y caminar hacia la libertad.

Tal y como han hecho ante nuestros atentos y emocionados ojos los hermanos Derenoglu.

Nunca olvidaremos la atmósfera asfixiante que nos embargó el primer día que entramos en su casa. Y nunca olvidaremos la felicidad que sentimos al verlos disfrutar de su ansiada libertad en el mar.

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