Sequía

El día a día con una agricultora al límite por la sequía y los precios: "El campo no es una máquina de hacer tornillos"

Nuestro compañero Raúl García ha comprobado de primera mano cuáles son los retos a los que se enfrentan los agricultores: aumento de precios, sequía y burocracia son los principales enemigos de la agricultura.

patata

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Adela se dedica al cultivo de patatas, frutas y hortalizas. Se levanta a las cinco y media de la mañana y dedica al trabajo unas 12 horas al día, que reparte entre el trabajo de campo y el de oficina. Sin embargo, cada día se le presentan más dificultades para sacar adelante su negocio. Se lamenta del aumento del precio de los costes de producción: “los fertilizantes, el riego por goteo, el agua, el gasóleo para la maquinaria, la electricidad… Ha subido todo un 100 %”.

La batalla con el mercado

Esta agricultora conoce bien los sinsabores del campo: el proceso para la producción de patatas no es nada sencillo. La maquinaria es capaz de sacar la patata de la tierra, pero hay que recogerlas a mano. “Antes de realizar la siembra he tenido que analizar la tierra”, señala Adela, y puntualiza además que “para realizar la recogida, antes tengo que llevar dos kilos del producto al laboratorio”.

Y el problema del agua y la sequía es uno de los más acuciantes: “las restricciones nos ahogan”. Y no solo eso, sino que el mercado es cada vez más exigente: “esta patata de pequeño tamaño no la quieren”, señala, y recuerda que “el campo no es una fábrica de tornillos, así que todos los productos no pueden ser iguales”. Esto supone para ella añadir un proceso más a la recogida, para descartar aquellas que no van a poder ser vendidas. “Las que no quieren, se quedan en el campo”.

Los precios y la burocracia, enemigos de la agricultura

“Los controles sanitarios de los productos que cultivo no son los mismos que los exigidos a los productos provenientes de fuera de la Unión Europea”, sostiene Adela. Pero su principal quebradero de cabeza son los precios, y para cuadrar las cuentas, “ahora tengo que dedicar más tiempo a la oficina que al campo”. En su pequeño despacho trabaja por las tardes e incluso por las noches para lidiar con la inflación y la burocracia.

Ante la delicada situación que atraviesa la agricultura, algunos de sus colegas de profesión han dejado el campo. “Muchas personas cambian el cultivo por placas solares, y de esa forma te olvidas del campo”. Sin embargo, ella ni se lo plantea y quiere seguir luchando por la supervivencia de su negocio.

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