Adictos al porno
Adicción al porno: parejas rotas y vidas destruidas
La adicción a la pornografía es un problema silencioso que afecta a muchas personas, destruyendo sus relaciones y distorsionando su percepción del sexo y la intimidad. Hemos hablado con dos hombres que han luchado durante años contra esta dependencia invisible.

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Juan (nombre ficticio) tiene 43 años y es adicto al sexo y a la pornografía. Su historia con el porno comenzó a los 10 años, cuando vio su primera película para adultos. Desde entonces, el consumo se convirtió en un hábito diario. Cualquier momento a solas era una excusa para ver pornografía. Era su manera de evadirse de los problemas de la realidad.
El primer contacto con la palabra ‘adicción’ fue a través de su expareja, quien le trasladó que posiblemente tenía un problema. Su reacción fue negarlo y tratarla de loca. Durante 30 años Juan se autoconvenció de que su consumo no era un problema, aunque en el fondo sabía que algo no iba bien. Podía tener épocas en las que no consumía, y le hacían pensar que no era un ’adicto al porno’. Sin embargo, en momentos puntuales, el consumo se convertía en una rutina: veía porno varias veces al día y se acostaba con muchas mujeres.
El porno afectó profundamente su vida de pareja. Sus relaciones sexuales se volvieron “aburridas” e insatisfactorias. "Buscaba cada vez mayores estímulos. Las relaciones normales me parecían insípidas e incluso las evitaba", explica. Sus parejas notaban su distancia emocional y su frialdad en la intimidad. "Ellas lloraban, yo también, pero no podía parar", recuerda con dolor y tras un tembloroso silencio.
Tras varios intentos fallidos de dejar el porno por su cuenta y acudir sin éxito a terapia, encontró ayuda en la asociación de Adictos al Sexo Anónimos (ASA España). Siguiendo un programa de 12 pasos, que imita al de alcohólicos anónimos, ha logrado avances significativos. "Estoy a mitad de camino, pero sé que esto me acompañará toda la vida”. Ahora, al menos, nos reconoce que no se siente solo, sino que tiene un grupo de personas que le entienden y que están para él las 24 horas del día.
Pablo: la pornografía como vía de escape y el deterioro de su vida sexual
La de Pablo es otra realidad escondida bajo un nombre ficticio. Comenzó a consumir revistas pornográficas a los 15 años, también como una vía de escape ante problemas familiares.
Con la llegada de Internet su consumo se volvió incontrolable. A los 25 años se dio cuenta de que no podía frenar sus impulsos: se prometía no volver a ver porno, pero siempre recaía.
El porno moldeó su percepción del sexo. "Mi educación sexual fue el porno. Creía que lo que veía en la pantalla era la realidad", admite. Como resultado, las relaciones reales le resultaban insatisfactorias. "Nada se asemejaba a lo que consumía. Todo lo medía según los esquemas del porno".
Cuando comenzó a salir con su pareja, su relación se vio profundamente afectada. Su novia sentía que no era suficiente para él. "Para complacerme, ella intentaba imitar las prácticas que veía en el porno", cuenta Pablo. Con el tiempo, perdió el deseo por el sexo real, sumido en la culpa y la insatisfacción.
Tras intentos fallidos de terapia, Pablo encontró apoyo en un grupo de rehabilitación. "Llevo un año de sobriedad y ahora lo veo todo desde otra perspectiva. Antes, todo lo miraba con el filtro del porno, pero la realidad es diferente. La adicción no se cura, se aprende a gestionar", concluye con esperanza.
Un problema que necesita visibilización y un mensaje de esperanza
Las historias de Juan y Pablo reflejan una problemática creciente, y que va a ir en aumento entre los más jóvenes, que afecta a muchas parejas y personas en silencio. La adicción a la pornografía no solo deteriora la vida sexual, sino que también genera aislamiento, culpa y daño emocional. Sin embargo, la recuperación es posible con el apoyo adecuado y la concienciación sobre este problema.
A pesar de lo devastador de esta adicción, hay esperanza. Con terapia, apoyo mutuo y programas de recuperación, muchas personas han logrado retomar el control de sus vidas y reconstruir sus relaciones. Para aquellos que sienten que no pueden salir de este ciclo, existen recursos, comunidades y profesionales dispuestos a ayudar. La clave está en dar el primer paso hacia la recuperación.
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