Trastornos alimentarios

La anorexia y la bulimia se ceban con los menores de 12 años: las hospitalizaciones suben a un 22%

Manuela y Laura nos cuentan cómo llegaron a sentir rechazo por la comida hasta llegar a la extrema delgadez y enfermar. Los psicólogos ponen el foco de las causas de este incremento en el adelanto de la pubertad y en la influencia negativa de las redes sociales en los menores.

Laura cuenta su lucha contra un trastorno alimentario

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Laura tenía solo trece años. La tristeza inundó sus días. Coincidieron varias pérdidas. Fallecieron su tío y su mejor amigo. Además, se quebró la relación con su grupo de compañeras al pasar del colegio al instituto. Su respuesta fue dejar de comer. Se obsesionó con perder peso, con mejorar su imagen. Apenas comía. Solo tomaba ensaladas y pollo a la plancha en cantidades mínimas. Se aficionó además al deporte sin control. Su objetivo era llegar a una malentendida "dieta sana".

Laura tocó fondo en un viaje de estudios a Australia. Se desmayó y se golpeó. Hasta entonces había convivido con los efectos de la anorexia. Había sufrido tristeza, cansancio, retirada de la menstruación y dolor de huesos, pero ese día fue consciente de que podía morir, de que su corazón se podía parar. Cuando empezó con el trastorno era casi una niña.

Su caso se ha convertido en habitual ante el aumento de los menores con TCA: anorexia, bulimia y trastornos por atracón. Unas enfermedades caracterizadas por la distorsión de la imagen corporal y la obsesión por el peso. Miriam Blanco, psicóloga del centro asistencial Arbore TCA, en Madrid, nos confirma que cada vez atiende más casos de niños de entre 9 y 12 años. "La adolescencia se ha adelantado, con todos los cambios físicos y emocionales que conlleva. Además, los menores cada vez se exponen antes a las redes sociales, cuyo contenido abunda en el éxito y en la aceptación", indica.

"Vi foros donde le explicaban cómo debía esconder la comida para que nadie se diera cuenta"

Pilar, madre de Laura

Pilar relata a Más Espejo el caso de su hija. Cuando empezó el instituto le compró un móvil para estar más tranquila. Con el tiempo, descubrió que lo utilizaba para buscar contenidos en redes sociales que hacían apología de la anorexia. "Eran foros donde decían cuántas calorías debía tomar, y dónde y cómo debía esconder la comida para que nadie se diera cuenta de que apenas tomaba alimentos", afirma. Precisamente Pilar se topó con la realidad de la enfermedad de su hija cuando registró su cuarto y halló comida escondida en su armario. Hasta entonces, esta madre no sabía lo que ocurría. Su hija vestía con ropa ancha, no quería comer y decía que le dolía la tripa. "Cuando lo descubrí se me cayó el mundo. Las piezas del puzle empezaron a encajar", asevera.

En el centro asistencial Arbore están preocupados por este incremento de casos. Laura asiste aquí a terapia y lleva diez años tratándose. Cuando tocó fondo y sintió que podía morir empezó a pedir ayuda. "Eso me salvó, el darme cuenta que la anorexia te puede matar. De pronto, fui consciente de que la enfermedad tiene que tratarse a conciencia para poder vencerla", indica.

Un planteamiento que también asume Manuela. Tenía 13 años cuando empezó a preocuparse por su imagen. Huía de la comida con más calorías y grasas. Entró en una espiral de la que era imposible salir. Se sentía mal por algunos problemas en la niñez. "Yo tenía una enfermedad mental y la comida era lo que más a mano tenía. Mi manera de responder a ese malestar psicológico fue dejar de comer", afirma. Trabajar una relación saludable con la comida es uno de los objetivos principales. Graciela Jugo, psicóloga de Arbore TCA, admite que la enfermedad hace que los pacientes reaccionen con un miedo atroz a la comida. "Hay que trabajar mucho con ellos para que su relación con los alimentos cambie", asegura.

Entramos en una sesión de terapia con la nutricionista Esther Sainz. Ella intenta trabajar cada pensamiento de las pacientes. Les anima a que se replanteen sus decisiones cuando se enfrentan al plato de comida. En su exposición insiste en que "hay que hacer cinco comidas al día, seguir una pauta. ¿Por qué no disfrutar con la comida? No hay porqué rechazar alimentos como galletas o bollos si se comen con mesura.

Tanto Laura como Manuela coinciden en el papel de las redes sociales en muchos casos de anorexia. Insisten en que los modelos que se muestran son imposibles de seguir, que requieren un esfuerzo que puede poner en riesgo la salud. Las dos llevan años en tratamiento. Se sienten mejor y ven la luz, por fin. Pero insisten en que hay que tratar el trastorno con especialistas, ya que la anorexia y la bulimia son enfermedades muy graves y el camino para superarlas puede ser muy largo.

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