Odio al sonido

Belén, afectada de misofonía: "Comía tapándome los oídos para no escuchar a mi madre. Le decía a mi hermano que dejase de respirar porque me molestaba"

Un trastorno auditivo que condiciona soberanamente las rutinas diarias de aquellos que tienen que convivir con él. Una persona masticando o respirando puede suponer un cuadro de ansiedad en los pacientes de misofonía, una alteración neurológica que muchos padecen y no lo saben.

Fobia al sonido.

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Cuando Paul Simon (Simon & Garfunkel) escribió en el baño de su casa la mítica balada folk 'The Sound Of Silence', seguramente lo hacía huyendo de aquellos ruidos cotidianos que pueden llegar a limitar el bienestar emocional de una persona y condicionar su rutina. Cuando Mario, el marido de Belén, enciende la tele y pone Atresplayer para ver alguna serie, no sabe si su mujer le acompañará o no esta noche en el sofá. Compartir pizza y manta en pareja es una lotería.

La disposición auditiva de esta joven almeriense de 38 años marcará el equilibrio emocional de la noche. Belén prueba a sentarse al lado de Mario y pulsa el mando a distancia. Empieza la serie, pero a los pocos segundos su mente se 'engancha' a otro sonido. Leve y casi inaudible para la mayoría, un taladro para sus oídos. El 'ruido' proviene de la nariz de su cónyuge. La respiración de Mario empieza a ser un problema. La situación muta de molestia a calvario. Las imágenes y sonidos que emanan del televisor pasan a ser el telón de fondo de la escena. La exhalación de Mario es una especie de punzón penetrante en los oídos de ella. Belén se levanta y se va, no puede aguantar más.

¿QUÉ ES LA MISOFONÍA?

Odiar el sonido cuando este se torna en enemigo de vida. La misofonía. O furia sonora. Respirar, masticar, teclear en un ordenador o toser pueden llegar a convertirse en armas de destrucción del equilibrio emocional de aquellas personas que sufren esta alteración neurológica. Sonidos y ruidos domésticos, de la vida cotidiana, de los seres más cercanos.

"Cuando como con mi marido llega un momento en el que no puedo más y me tengo que ir. Llega la hora de cenar y como se que me va a molestar intento no cenar con él". Belén López convive con este trastorno auditivo desde que era muy pequeña. Desayunar con sus hermanos ya era un suplicio.

Cuando empezó a estudiar en la universidad y compartía piso con varias amigas, oía de manera sangrante todos los ruidos que provenían de la calle. Se planteó dejar un trabajo de oficina por el sonido de las teclas de los ordenadores de sus compañeros e insonorizó el primer piso que compró por las molestias agudas que le causaban los electrodomésticos del vecino. Supo que tenía que poner nombre y apellidos a esta situación de malestar continuo. "Llegó un momento en el que tuve que buscar solución. No podía aislarme de todo el mundo. Tenía que aprender a gestionar esto".

UN TRASTORNO INFRADIAGNOSTICADO

Celia Incio es la única psicóloga española especializada en esta alteración. Hasta llegar a ella, Belén había pasado consulta con siete profesionales más que no habían logrado encontrar una terapia que le ayudase a reducir la ansiedad y el estrés que le suponen la misofonía.

"Muchas veces se entiende como una manía, como una histeria. El comentario suele ser: ¡Qué exagerada eres, qué tiquismiquis! Por lo tanto, las personas que la sufren no lo tienen fácil a la hora de comentarlo con naturalidad. Esto tampoco facilita a la comunidad científica hacer una valoración real de cuántas personas sufren misofonía".

Esta experta asegura que existen estudios que cifran en un 20% la población mundial que puede sufrir este odio a algunos sonidos y, un 6% de la misma, ve condicionada su vida por este trastorno. Hace hincapié también la especialista en no confundir la misofonía con la hiperacusia, malestar o dolor auditivo por algunos sonidos ambientales, ni con la fonofobia, el miedo irracional a los sonidos fuertes y repentinos. "En este trastorno auditivo el sonido permanece. Por ejemplo, una persona que masca chicle. Puedes alejarte de ella pero sigues oyendo ese sonido y sus consecuencias tienen a cuadros de ira, estrés o ansiedad".

UNA VIDA EN TAPONES

Belén fue madre hace poco más de un año. En su parto no pudieron faltar los tapones que cada noche saca de su mesilla de noche. No quería pasar por un episodio de irritabilidad por no poder estar concentrada en parir. Su marido Mario le iba dando las indicaciones que daban los sanitarios. Una vida condicionada por sensaciones acústicas que la mayoría de personas no percibimos como una amenaza.

"Son ruidos muy cotidianos centrados en la familia y en la gente más cercana. Es una sensación de rabia, de ansiedad e incluso de odio hacia la persona que está haciendo esos ruidos y de querer hacerle daño".

La terapia que marca la especialista es de autocontrol. "Aprender a convivir con esos sonidos y poner el control en tu persona, no en la del otro". Reconoce Celia Incio que muchos de sus pacientes viven con los tapones puestos y tienden al aislamiento. Lejos de caer en la fácil reacción del chascarrillo y la gracia, descubrimos en la sección 'Silva, tras el Espejo' que la misofonía es una alteración de orden neurológico que marca la vida de las personas que la sufren. Tratamos de meternos en sus oídos, como hacen a diario las personas que tienen que convivir con ellas, y valoramos el silencio como uno de esos bienes inmateriales que deberían ser patrimonio de la sonoridad.

Puedes ver 'Espejo Público' completo en AtresPlayer.

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